Argentina cierra este sábado una semana marcada por el cambio de gobierno, nuevamente en manos del peronismo. También en el rumbo de las políticas que buscarán sacar a la economía de su letargo.
El conservador Mauricio Macri puso fin a su gestión en un momento complejo para la economía. Ese país afronta una crisis que, pese a su profundidad, no impidió que completara su mandato. Ello resultó toda una señal de consolidación de la democracia argentina.
Su sucesor tras el cambio de gobierno, Alberto Fernández, emerge como líder de un peronismo que, unido tras años de divisiones, regresa a la Casa Rosada, con la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner ahora en la Vicepresidencia.
Macri dice Adiós
Macri, que en octubre fracasó en sus aspiraciones a las reelección, se despidió el sábado 7 de diciembre con una masiva concentración en Buenos Aires. Se convirtió el primer presidente argentino no peronista que termina su mandato desde el retorno de la democracia en 1983.
Ante quienes votaron por él, aseveró que su espacio político representa una alternativa sana de poder y será una oposición constructiva tras el cambio de gobierno.
Macri, cuyo futuro político inmediato es incierto, reconoció que los efectos de las reformas económicas que impulsó no llegaron a tiempo. Asimismo, lamentó no haber podido ofrecer mejores resultados en estos años.
El domingo, antes del cambio de gobierno, Macri y Fernández asistieron juntos a una misa en la Basilica de la Virgen de Luján, patrona de Argentina. Ese gesto fue bien recibido por la opinión pública tras años de fuertes confrontaciones entre los dos sectores políticos que ambos líderes representan.
Alberto, el presidente de la unidad
Fernández asumió la Presidencia el martes con una llamada a la unidad para superar el muro del rencor y del odio entre argentinos. El mandatario fue el jefe de Gabinete durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Su llegada a la Casa Rosada es, de hecho, resultado de la unidad de sectores muy diversos del peronismo y en pugna hasta hace pocos meses, incluyendo el kirchnerismo liderado por Cristina Fernández y los poderosos gobernadores justicialistas.
Además de llamar a la unidad, Fernández -que asume la Presidencia con una pobreza cercana al 40 %, según cálculos privados- prometió reordenar la economía, saliendo de la lógica de más ajuste y protegiendo a los más vulnerables.
Cristina, entre el Senado y los tribunales
También el martes prestó juramento como vicepresidenta Cristina Fernández. Desde ese rol, presidirá las sesiones en un Senado dominado por el peronismo.
Tras asumir, Cristina Fernández, que tiene una decena de procesamientos por presuntas irregularidades mientras gobernó el país, aseveró que los últimos cuatro años han sido muy duros para quienes, como ella, fueron objeto de persecución.
En su discurso de investidura, Alberto Fernández anunció que impulsará una reforma para que nunca más haya una Justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder turno.
Primeras pistas económicas
La agenda económica del nuevo gobierno resultó seguida atentamente por los mercados, que operaron mayormente en positivo, aunque con suma cautela.
El miércoles, el nuevo ministro de Economía, Martín Guzmán, dio las primeras pistas sobre el cambio de estrategia para intentar revertir la crisis económica. No obstante, el Ejecutivo comenzó a actuar decididamente desde el viernes, con las primeras medidas.
Guzmán, habló de ir hacia superávit fiscal y comercial. Sin embargo, advirtió que de momento no hay margen para hacer más ajustes fiscales porque, a su juicio, ello profundizaría aún más la recesión.
Por ello, dijo que el gobierno buscará oxígeno para volver a crecer negociando de modo constructivo un acuerdo de mayores plazos de pago con los acreedores privados y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El nuevo Ejecutivo convocó el viernes a sesiones extraordinarias en el Parlamento. El fin era tratar un proyecto de ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el marco de la emergencia económica.
A última hora del viernes, impuso el pago doble de indemnización en caso de despidos por 180 días. Además, este sábado sorprendió al decretar un alza en los impuestos a las exportaciones agropecuarias.
La nueva política exterior
Al asumir, Fernández prometió que, en materia de política exterior, buscará poner en marcha una integración plural y global.
Con Brasil, principal socio comercial de Argentina, Fernández llamó a construir una agenda ambiciosa, con una relación que va más allá de las diferencias personales de quienes gobiernan.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, con quien Fernández tiene profundas diferencias ideológicas, no asistió a la investidura.
En cambio, sí lo hicieron, entre otros, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Además, ex mandatarios latinoamericanos alineados con la izquierda, como el ecuatoriano Rafael Correa y el uruguayo José Mujica.
También asistió Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación e Información del régimen de Nicolás Maduro, una presencia que, según trascendió en medios locales, causó malestar en Washington.
No obstante, Fernández recibió el miércoles al secretario adjunto del Departamento de Estado para asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, Michael Kozak, quien le reiteró el apoyo de Donald Trump en la negociación con el FMI.
El viernes, el nuevo canciller, Felipe Solá, dijo que Argentina permanecerá en el Grupo de Lima y afirmó que el Ejecutivo no está contento con el régimen de Maduro ni tampoco con la actitud que tiene la oposición venezolana.
Pero la mayor noticia para la agenda exterior del nuevo gobierno ha sido la llegada este jueves a Argentina del ex presidente boliviano Evo Morales, quien el 11 de noviembre había abandonado su país después de que las Fuerzas Armadas lo forzaran a dejar el cargo y había recibido asilo en México.
A su llegada a Buenos Aires, Morales pidió ser acogido como refugiado, algo que el nuevo gobierno, que considera que en Bolivia hubo un golpe de Estado, adelantó que le concederá al considerarlo un perseguido político.