«Era la primera vez» que asistía a un partido de fútbol, dice Etik con ansiedad y conteniendo a duras penas las lágrimas. Su hija está hospitalizada e inconsciente desde la estampida en un estadio de fútbol de la ciudad indonesia de Malang, en la que murieron al menos 125 personas.
Sentada con las piernas cruzadas frente a la unidad de cuidados intensivos del hospital Saiful Anwar, espera que su hija, Dian Puspita, se despierte.
La joven de 21 años de edad se salvó por poco de la muerte en la tragedia ocurrida en esta ciudad del este de la isla de Java. Durante el tumulto, quedó atrapada entre la multitud y casi se asfixia en una nube de gases lacrimógenos disparados por la policía. El movimiento de la multitud se agravó cuando los aficionados se dirigieron en pánico hacia las salidas.
Etik empezó a preocuparse cuando Dian no regresó a la hora prevista el sábado por la noche. «Tenía que regresar hacia las 23H30. La llamé, pero no contestaba», recuerda.
Cuadro de horror
Finalmente, Etik logró comunicarse con una amiga de su hija, que le contó los episodios de violencia ocurridos tras el partido.
La mujer se dirigió entonces hacia el hospital, donde se topó con un cuadro de horror. Su hija tenía el hombro roto y el rostro rojo e inflado.
«No pensé que esto fuera a suceder», dice, todavía en estado de shock, tras esperar 12 horas en el lugar.
«No sabía contra qué equipo jugaría Arema. Me enteré de que el rival era el Persebaya» apenas en el hospital, señala.
La estampida ocurrió cuando los aficionados del equipo local Arema FC penetraron en el estadio Kanjuruhan después de perder 3-2 contra el Persebaya Surabaya, la ciudad vecina.
En el mismo hospital, Irgi Firdiansah, de 20 años, recuerda haber sacado a Dian Puspita del estadio, cuando también trataba de sobrevivir al momento de pánico de la multitud.
El lugar «estaba lleno de humo. No podía ver nada», cuenta llorando.
En medio del pánico, dice que fue empujado, inmovilizado y luego quedó atrapado en la estampida cuando intentó alcanzar la salida del estadio.
Sus manos están llenas de lesiones por haber sido pisoteadas por la multitud. Pero Irgi Firdiansah fue uno de los afortunados porque logró escapar, llevándose a Dian con él fuera del estadio.
«Seguí aferrándome a ella, aunque no conocía su estado», murmura el superviviente en voz baja, visiblemente afectado por el incidente.
Tras el partido, el caos invadió el hospital, que tuvo que lidiar con una llegada masiva de víctimas.
Entre las víctimas hay al menos 32 niños. Y al menos 323 personas resultaron también heridas.
Muchas víctimas perdieron la vida por falta de oxígeno, asifixiadas o pisoteadas por el público.
Cuando llegó la noche, los familiares de las víctimas aún estaban frente al hospital, tumbados en colchones a la espera de noticias.
Mientras unos rezaban, otros decidieron instalarse en unas camas dentro del hospital para pasar la noche.
De vez en cuando, se pronunciaba un nombre por megáfono, una señal de buenas o malas noticias para las familias.
Antes del traslado de su hija a la unidad de cuidados intensivos, Etik la tomó de la mano y le murmuró al oído: «Tienes que ser fuerte y despertarte pronto».
Desea que estas palabras no sean las últimas que escuche su hija.
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