Envenenado, encarcelado, condenado, pero firme. El opositor ruso Alexéi Navalni, que el viernes fue sentenciado a otros 19 años de prisión por «extremismo», continúa su lucha contra Vladimir Putin, acusándolo de represión y corrupción y denunciando su ofensiva contra Ucrania.
En la cárcel desde enero de 2021, cumplía ya dos condenas que sumaban nueve años de reclusión.
Las audiencias de sus múltiples procesos y sus mensajes difundidos por sus allegados en las redes sociales se han convertido en sus tribunas.
Juzgado en una prisión de alta seguridad en la región de Vladimir, a 250 km al este de Moscú, allegados, periodistas y simpatizantes pudieron seguir por televisión este último juicio en una retransmisión de baja resolución.
Alto, rubio y de penetrante mirada azul, Navalni, de 47 años de edad, apareció delgado y envejecido. El envenenamiento sufrido en 2020, una huelga de hambre y repetidos días en aislamiento lo mellaron físicamente.
Ataques contra Putin
La prisión, no obstante, no mella sus convicciones, como volvió a demostrarlo en un llamamiento a sus compatriotas publicado en Facebook inmediatamente después de la nueva condena.
Los gobernantes rusos «quieren asustarlos a ustedes, no a mí, y privarlos de su voluntad de resistir», afirmó.
«Una banda de traidores, ladrones y canallas los obligó a entregar a Rusia sin combatir y se apoderó del poder. Putin no debe lograr su objetivo», agregó.
Navalni suele burlarse de Putin, a quien describe como un «viejito escondido en un búnker» por sus escasas apariciones en público.
En julio denunció la ofensiva militar lanzada en 2022 por Rusia en Ucrania como «la guerra más estúpida y más insensata del siglo XXI».
Este abogado empezó a ganar notoriedad en la organización de las manifestaciones antigubernamentales de 2011 y 2012. En 2013 quedó segundo en las elecciones municipales de Moscú.
Acosado por las autoridades e ignorado por los medios oficiales, se hizo oír con investigaciones en video que se hicieron virales sobre la corrupción en el país.
Putin rechaza incluso pronunciar el nombre de quien se convirtió en su principal opositor.
Navalni consiguió respaldo en la juventud rusa, urbana y conectada, pero su popularidad nacional y en otras generaciones es limitada.
«No me callaré»
En medios opositores se le reprocha aún su acercamiento a la extrema derecha o su ambigüedad sobre la anexión en 2014 de la península ucraniana de Crimea.
Pero su caso se convirtió en causa común de opositores, ONG y potencias occidentales desde que fue envenenado en agosto de 2020 en Siberia, en plena campaña para las elecciones regionales.
Al borde de la muerte, se le trasladó a Alemania para tratarse, con el acuerdo del Kremlin.
En diciembre de 2020 hizo admitir por teléfono a un agente ruso que el envenenamiento se trató de un intento de asesinato orquestado por los servicios secretos.
Pese a que le esperaba un arresto seguro, volvió a Rusia el 17 de enero de 2021 y lo detuvieron en el aeropuerto.
Dos días después sacudió al Kremlin con la divulgación por video de una investigación sobre un palacio de lujo que Putin se habría hecho construir a orillas del mar Negro. El ruido fue tal que el mandatario se vio obligado a desmentirlo.
Su poder de convocatoria se ve sin embargo limitado y las autoridades parecen determinadas a hacerle la vida imposible.
Pero Navalni asegura que nunca se rendirá.
«No me callaré y espero que todos aquellos que me escuchan no se callen», dijo en septiembre ante el tribunal, después de 12 días aislado por haber denunciado la ofensiva contra Ucrania.