Tres semanas después de haber perdido las elecciones presidenciales en Estados Unidos, los escandalosos esfuerzos del presidente Donald Trump por tratar de revertir el resultado a punta de presiones políticas y oscuras demandas judiciales se estrellaron esta semana con la realidad.
Aunque el mandatario sigue sin reconocer su contundente derrota por más de 6 millones de votos a nivel nacional y 78 ante el Colegio Electoral (306 que logró el presidente electo Joe Biden vs 232 de Trump), sus principales aliados políticos y económicos comenzaron finalmente a darle la espalda dejando claro, de paso, que no piensan sacrificar la democracia estadounidense por complacer sus instintos de autócrata.
La señal más clara, por supuesto, la dio este lunes la Administración General de Servicios (GSA) cuando le dio luz verde al proceso de transición con la nueva administración demócrata.
Si bien se trataba de un paso protocolario, Trump tenía bloqueado el proceso, impidiendo el flujo de millones de dólares que necesitaba el equipo de Biden para el empalme y frenando la colaboración de sus funcionarios en temas claves como la seguridad nacional y la crisis del coronavirus.
El propio Trump, a través de un mensaje en Twitter, autorizó su inicio aludiendo al bien del país. Según muchos, un gesto que equivale al reconocimiento oficial del triunfo de Biden. O al menos, lo más cerca que llegará Trump de admitirlo como tal.
Pero la decisión del GSA no llegó gratis. Fue, más bien, el resultado de una cascada de acontecimientos que pusieron a Trump contra la pared.
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Trump interpuso más de 30 demandas
A lo largo de este período, el equipo legal del presidente alcanzó a interponer más de 30 demandas en cinco estados del país con la que buscaban detener la certificación del triunfo de Biden a través de diversas maniobras legales.
Y si bien algunas siguen vivas, en su gran mayoría fueron descartadas de manera categórica por jueces conservadores y liberales en todo el país que no ahorraron palabras para condenarlas por absurdas e inconstitucionales.
En Pensilvania, un estado que Biden ganó por más de 80.000 votos, un conservador desechó una de las demandas tras llamarla un “monstruo Frankenstein” basada en especulaciones y argumentos legales forzados y sin mérito alguno.
De acuerdo con Matthew Brann, el juez en este proceso, fue ridículo intentar anular el voto de más 6 millones de personas solo porque, según la campaña de Trump, tenían dudas en la validez de menos de 500 que ni siquiera se habían sumado al total.
Y la historia se repitió en Wisconsin, Míchigan, Arizona, Nevada y Georgia, los otros estados que Trump perdió, pero donde seguía batallando.
El esfuerzo del presidente por torcerle el brazo a funcionarios republicanos para que le dieran la victoria en algunos de estos estados o desconocieran la de Biden, generó repudio nacional entre miembros de su mismo partido.
Al igual que su descarado intento por convencer a los legisladores estatales para que ignoraran el resultado de la votación y le otorgaran, por la derecha, los votos al colegio electoral que le correspondían al presidente electo.
Integridad de las elecciones
Este fin de semana, un grupo de más de 100 exfuncionarios republicanos del más alto nivel les pidieron a los líderes de su partido, especialmente a los del Congreso, “exigirle al presidente detener su asalto antidemocrático a la integridad de las elecciones” y aceptar la derrota cuanto antes para mitigar el gran daño que ya le había causado a la seguridad nacional del país.
A las pocas horas varios senadores del partido, entre ellos Pat Toomey y Rob Portman, se sumaron a otro pequeño grupo de legisladores que le han pedido a Trump dar un paso al costado.
Según estos, las pesquisas del presidente no han podido documentar fraude alguno. “Y las idea de que el presidente está presionando a legisladores para que desconozcan la voluntad popular francamente no tiene lugar en esta democracia”, dijo Toomey, que representa a Pensilvania en el Congreso.
El exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie, uno de los más cercanos aliados de Trump, catalogó los esfuerzos de su equipo legal como una “vergüenza nacional” y le suplicó al presidente poner fin a una locura que estaba poniendo en riesgo al país.
“Yo siempre he sido simpatizante del presidente. Voté dos veces por él. Pero las elecciones tienen consecuencias y uno no puede seguir pretendiendo que acá pasó algo que no pasó. Por fuera de las cortes alegan que hubo fraude, pero cuando van a las cortes ni siquiera alegan que lo hubo. Tienen la obligación de presentar la evidencia, pero no lo han hecho”, dijo Christie que es abogado y fue fiscal.
Como Christie, son ya muchas las voces del partido que han comenzado a tomar distancia. Especialmente desde el jueves de la semana pasada cuando Rudy Giuliani, a quien Trump nombró como la cabeza de su equipo legal, salió a los medios a denunciar un complot internacional, con origen en Venezuela, para tumbar a Trump.
Teoría de la conspiración
Su teoría de conspiración fue tan descabellada que fueron pocos en el partido los que decidieron hacerle eco.
Hasta Tucker Carlson, uno de los presentadores estrellas de Fox y “trumpista” como ninguno otro dijo que, de ser cierto, estaríamos hablando del “crimen más grande en toda la historia de EE. UU.” y le exigió a la administración presentar pruebas para defender semejante acusación.
Y esta semana Laura Ingram, otras de sus más férreas defensoras en este medio, admitió que salvo “un cambio dramático e improbable” en la situación legal, “Biden ocupará la Casa Blanca este 20 de enero”.
Ingram, de hecho, le dijo a su audiencia que les estaría mintiendo de sostener lo contrario y que su nueva posición estaba basada en la “realidad”.
Le pidieron a Trump que aceptara el resultado
Pero quizá el golpe más devastador contra Trump llegó por donde más duele: la billetera. También esta semana 164 de los presidentes de las más grandes empresas de Estados Unidos entre ellos muchos republicanos que donaron fondos a la campaña del presidente, le pidieron aceptar el resultado y dar paso a la transición.
“Cada día que pasa sin que arranque una transición del poder organizada, nuestra democracia se debilita ante los ojos de nuestros ciudadanos y perdemos relevancia a nivel mundial”, dicen en la carta los ejecutivos, entre los que están MasterCard, Goldman Sachs y otros.
En la reunión donde se pactaron las firmas para esta misiva, los directivos hasta discutieron suspender sus donaciones a políticos republicanos si esto no se detenía cuanto antes.
Ocho horas después de la carta, y tras otra derrota en Michigan donde los republicanos pusieron el voto necesario para certificar la victoria de Biden, el GSA autorizó la transición.
Y aunque el drama probablemente no acabará hasta el 14 de diciembre, cuando los miembros al Colegio Electoral votan y hacen oficial el resultado de los comicios, lo que sigue es un entierro paulatino de Trump.
“Ya la represa se rompió. Y lo que veremos de ahora en adelante es a la gran mayoría de políticos republicanos saltando del barco antes de que se hunda del todo”, le dice a este diario una fuente en el equipo de transición de Biden.
Algo que se acelerará en los próximos días una vez Nevada y Arizona certifiquen, como se espera, el triunfo de Biden.
Ya en la Casa Blanca, de hecho, discuten un probable discurso de Trump en el que sin reconocer la derrota se enfocará en los éxitos de su gobierno, su legado y una eventual candidatura para el 2024.
Una postura muy cuestionable si se considera que el presidente acabó por enlodar un proceso electoral donde no se ha materializado el supuesto fraude que tanto denunció, pero que dejó a medio país convencido de su existencia.
Por Sergio Gómez Maseri, corresponsal de El Tiempo en Washington.
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