Miles de personas marcharon este sábado en silencio y vestidos de negro por el centro de Santiago de Chile para denunciar la dureza con que la Policía trata de contener el mayor estallido social de la democracia chilena. También, para pedir la renuncia del presidente, Sebastián Piñera.
La llamada Marcha por la represión partió de Plaza Italia, la rotonda de la capital convertida en epicentro de la crisis, y terminó frente al Palacio de la Moneda, sede del Ejecutivo chileno.
Allí, los asistentes levantaron el puño izquierdo mientras se tapaban un ojo con la otra mano, en homenaje a los más de 400 heridos oculares por disparos de agentes.
«Llevamos ya siete traumas oculares en 2020. La represión es la misma del principio y es impresentable que Mario Rozas siga como director general de Carabineros con tantas violaciones a los derechos humanos», afirmó a Efe la vocera de la organización Víctimas de Trauma Ocular, Marta Valdés.
Las protestas, que son las más graves desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, y que este sábado cumplen tres meses, han dejado al menos 27 muertos y un total de 3.649 heridos. Esto de acuerdo con el último reporte del autónomo Instituto Nacional de Derechos Humanos.
Estallido social
El estallido, que comenzó por el aumento del billete de metro y se convirtió luego en un clamor contra la desigualdad y el gobierno, ha dejado además episodios de violencia extrema.
También, graves señalamientos contra los agentes por violaciones a los derechos humanos por parte de organismos internacionales como la ONU o Amnistía Internacional.
«No se puede gobernar con 6% de popularidad», agregó la activista. Su organización presentará en los próximos días una querella contra el mandatario, que tiene el nivel de aprobación más baja de la democracia, según las últimas encuestas.
La marcha, convocada por distintas organizaciones de Chile, transcurrió en silencio en recuerdo a todos los caídos desde el 18 de octubre, explicó Valdés.
Sin embargo, frente a la Moneda la multitud coreó gritos contra Piñera y entonó algunos de los temas que se han convertido en himno de las protestas. Tales como «El pueblo unido, jamás será vencido» o «El baile de los que sobran».
«No somos delincuentes, somos gente normal que estamos luchando en la calle por un país más justo. Tenemos derecho a todas las necesidades básicas, en este país está todo privatizado», lamentó la enfermera María José Rodríguez, de 35 años.
«Siento un gran orgullo de tener esta juventud tan decidida a luchar contra las injusticias», agregó a Efe el jubilado Ángel García, que portaba un cartel con el mensaje: «¡Gracias valiente juventud!».
Aunque las manifestaciones han perdido fuerza, sigue existiendo descontento en las calles y la crisis parece lejos de solucionarse. Todo pese a las medidas sociales anunciadas por el gobierno y al plebiscito del próximo abril sobre una nueva Constitución.