La travesía de los migrantes y refugiados venezolanos se ha cubierto desde todos los frentes. Pero, ¿qué pueden mostrar sus zapatos? Este ejercicio de Acnur, su campaña Somos Panas Colombia y la Fundación de Atención al Migrante es una invitación a reflexionar sobre este sensible tema.
- Darwin Jaramillo, estado Anzoátegui, Venezuela
“Te presento mis zapatos. Ellos representan para mí sentimientos demasiado fuertes. Fueron testigos de una aventura que nunca imaginé que tendría que afrontar. Con ellos caminé horas y horas desde Cúcuta hasta Bogotá. El trayecto fue muy difícil por la diversidad de climas. Cruzamos cerros y el páramo de Berlín. Los pies también se me calentaban por el fuerte sol que pegaba en el asfalto. Eso me provocó ampollas y llagas. Mis zapatos caminaron conmigo y escucharon insultos, pero también palabras llenas de solidaridad”.
- Deirianys Susey Piña Castillo (2 años), Mérida, Venezuela. Viajó con su mamá
- Luis José Contreras, estado Anzoátegui, Venezuela
“Los sentimientos del migrante no son fáciles. Duré nueve días caminando desde Cúcuta hasta Bogotá y no podría descifrar todo lo que pasó. Hay que vivirlo para sentirlo. Estos zapatos pasaron por montañas, páramos, pueblos y desiertos. Estos zapatos reflejan un sentimiento grande, y así estén feos, rotos y sucios son mi experiencia de vida”.
- Raizel Rosario Gascón, estado Bolívar, Venezuela
“Este par de zapatos fue mi comodidad durante el trayecto. Los muestro con gusto porque son un símbolo de ayuda para las personas que vienen detrás de nosotros. Es el símbolo que representa el sufrimiento que traemos en el camino, pero también del bochinche que generamos con ellos, de las corridas y las caídas”.
- Orlando Jesús Márquez, estado Aragua, Venezuela
“Caminé desde Cúcuta y gasté la poquita suela de estos zapatos para llegar hasta Bogotá. Era el par de zapatos buenos que tenía y me trajeron hasta aquí. ¡Me duele ver cómo se gastaron en el camino!”.
- Luz Mary Cuartas Reyes, estado Táchira, Venezuela
“Fueron dos semanas caminando para llegar a Bogotá. En el camino encontramos muchos colombianos que nos brindaron un plato de comida y dormida. Estas ‘cholitas’ son el recuerdo de lo que anduve, y, aunque viejitas, me sirvieron para llegar hasta aquí. Son el símbolo de que tengo que seguir luchando, que tengo que salir adelante”.
- José Luis Peña, estado Barinas, Venezuela
“Recorrí Arauquita, Yopal, Agua azul y Sogamoso, hasta llegar a Bogotá. Los zapatos que ahora ves me ayudaron bastante debido a su comodidad. Ahora, así como una vez vinieron, también se tendrán que ir. Vendrán nuevos y con ellos nuevas experiencias para contar”.
- Mariangel Álvarez, estado Carabobo, Venezuela
“Pisé Colombia en noviembre de 2018. Luego de más de siete días caminando, llegué a Bogotá el 3 de diciembre. En Venezuela era ama de casa, tenía mi pareja y estaba viviendo con mi hija. Salí de Venezuela sola, dejando mi vida entera allí incluida a mi nené».
«Pasé por la frontera en Arauca. Fueron días duros, de cansancio y frío, pero lo hice para asegurar un futuro para mi familia, especialmente para mi hija y mi mamá, que está enferma y también se quedó en Venezuela».
«Estas cholas (sandalias) que ves ahora dieron la batalla conmigo, me trajeron hasta acá y significaron un cambio para mí… un cambio para cumplir nuevos sueños. Mi destino es Perú. Mi esposo salió unos días antes que yo y me espera allá. Sé que con la ayuda y solidaridad con las que he contado desde que llegué a Colombia, lograré llegar a mi objetivo”.
- Kevin Eliel Quintana, Venezuela
“Tengo 6 años. Yo estoy en primer grado en el colegio y la clase que más me gusta es la de Educación Física porque juego y hago deportes. Viajé desde Venezuela porque allá no había nada de comer. Sé que estamos en Colombia con mi mamá, mi hermano y mi tía, y me ha parecido muy chévere. Caminamos mucho y mis pies me dolían bastante, pero la gente nos regalaba comida, ropa y zapatos. Eso me hacía feliz. En Colombia he comido, jugado con mi hermano y la he pasado muy bien”.
- Cristian Alejandro Quintana Rosendo, Venezuela
“Tengo 9 años. Yo estoy en segundo de primaria. Mis amigos se quedaron en Venezuela y los extraño porque con ellos jugaba a la pelota e íbamos al río. Colombia me gusta porque hay comida y ropa, cosas que yo no tenía en Venezuela. Con mamá caminamos mucho y el viaje fue bien, aunque me cansaba rápido porque caminaba mucho y no podía dormir, pero gracias a la gente que nos daba comida no aguantábamos hambre y se me pasaba el cansancio. Recuerdo que nos bañábamos en los ríos que nos encontrábamos en la carretera y era chévere. Ahora estamos en Colombia para empezar de nuevo como dice mamá, y tenemos que hacerlo, porque cuando sea grande quiero ser doctor”.
- María Jiménez, estado Portuguesa, Venezuela
“Yo era estudiante y comerciante independiente. Trabajaba desde mi casa. Me vine con mis dos hijas guerreándola. Caminar fue rudo, llegamos por Arauca, la gente nos dio comida en el camino y eso nos ayudaba bastante. Salí de Venezuela con la esperanza de poder conseguir medicamentos para una de mis bebés y, por qué no, lograr operarla para que pueda tener una vida normal en su nuevo país”.