Tres presidentes, con tres objetivos totalmente diferentes, definían este viernes el futuro de al menos tres millones de ciudadanos sirios que habitan en la ciudad de Idlib y que están, en este momento, tratando de huir desesperados tras un posible -inminente, según Estados Unidos- ataque químico con el fin de expulsar a los rebeldes y yihadistas de su último bastión en ese país.
Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, pidió la instauración de un alto el fuego en esa provincia, y su homólogo ruso Vladimir Putin aseguró que el gobierno sirio tiene derecho a tomar el control de todo el territorio nacional. Por su parte, el líder iraní, Hasan Rohani, está totalmente convencido que la lucha contra el terrorismo en Idlib es inevitable, pero no debe hacer sufrir a los civiles.
Las declaraciones, que se dieron durante la cumbre tripartita que se celebró este viernes en Teherán, se pueden tomar por dos vías diferentes. Por un lado, se podría entender la cumbre como el primer paso para una anhelada, pero muy frágil estabilización del conflicto pedida por Turquía, pero por el otro, deja abierta cualquier posibilidad de que Rusia e Irán siguen firmes en sus planes de respaldar al presidente del régimen sirio Bashar al Asad.
Teherán y Moscú respaldan a las autoridades de Damasco y en el lado opuesto se encuentra Ankara, quien da su apoyo a los rebeldes.
¿Pero por qué una gradual estabilización? Los tres líderes afirmaron que lograron discutir esta opción, pues se habló de la posibilidad de un acuerdo con algunos grupos rebeldes, en los que se encuentra una facción muy importante del grupo terrorista Al Qaeda. »Hemos discutido medidas concretas para una estabilización gradual en la zona de desescalada de Idlib, que prevé particularmente la posibilidad de pasar a un acuerdo para los que estén dispuestos al diálogo», dijo Putin.
Los tres países adquirieron un importante papel en la guerra en Siria a través del apoyo militar a las partes beligerantes y del proceso de Astaná, que eclipsó las negociaciones lideradas por la Organización de Naciones Unidas para intentar poner fin a la contienda, que ha dejado más de 350.000 muertos desde 2011. El encuentro en Teherán tiene lugar solo unas horas antes de una reunión sobre la situación en Idlib convocada por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Por qué Idlib es el centro de la polémica?
Idlib, una ciudad de tres millones de habitantes y conquistada en 2015 por los insurgentes, es su último gran bastión en el país. También es el lugar al que se enviaron decenas de miles de rebeldes y civiles evacuados de otros bastiones de la oposición que las fuerzas leales al régimen recuperaron en varios puntos del país.
Cientos de civiles comenzaron a huir de la zona el jueves ante el temor de un asalto inminente de las tropas gubernamentales. El régimen del presidente sirio, Bashar al Asad, decidido a recuperar el conjunto del territorio, reunió refuerzos en los alrededores de la provincia, fronteriza con Turquía y dominada por los yihadistas de Tahrir al Sham (HTS), aunque también acoge a importantes facciones rebeldes.
«La peor catástrofe humanitaria»
Estos tres presidentes podrían determinar la amplitud y el calendario de la ofensiva contra Idlib. Turquía afirmó que intentaría convencer a Teherán de impedir el asalto. Según un diario turco, deberá someter un plan que prevé la evacuación de los grupos armados de Idlib. Según este plan, revelado por el diario progubernamental Sabah, doce «grupos armados», entre ellos HTS, que domina el 60 por ciento de la provincia, deberán entregar las armas.
En Idlib y en los reductos rebeldes de las vecinas Hama, Alepo y LataKia viven en total unos tres millones de personas, según la ONU, de los que más de la mitad son desplazados.
El miércoles, Naciones Unidas advirtió sobre un posible «baño de sangre» en
Idlib, temiendo que una ofensiva provoque una catástrofe humanitaria de una amplitud inédita desde el inicio del conflicto sirio.
En un comunicado común, ocho oenegés internacionales activas en Siria, como Save The Children, pidieron a los «dirigentes mundiales» que «trabajen juntos para evitar» que se produzca «la peor catástrofe humanitaria en siete años de guerra en Siria».
El uso de ácido
La posibilidad de un ataque químico está en la mente de todos, después del que mató a más de 80 personas en 2017 en la provincia, en Jan Sheijun, y el de Guta Oriental en abril. Tras el ataque en Jan Sheijun, el personal médico de una decena de hospitales siguió en Turquía una serie de cursos específicos con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero en caso de ofensiva, los hospitales y las clínicas se verán rápidamente desbordados. «Menos de la mitad de las instalaciones médicas están operativas en sectores que podrían ver rápidamente un recrudecimiento de la violencia», advirtió hace poco la OMS en un informe.
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