El fin de semana pasado, mientras limpiaba el desorden de la cocina, mi marido estaba tirado en el sillón de la sala de estar enfocado en su teléfono.
Le pedí ayuda. Hubo silencio. Le reiteré el pedido. No obtuve respuesta. Mientras metía los platos y las tazas en el lavaplatos, volví a adoptar un viejo hábito: me imaginé que alrededor de su cabeza había una enorme burbuja, de esas que simulan los pensamientos.
“Que buena es la vida”, decía. “¡Me estoy relajando mientras mi esposa hace todo! ¡Mi tiempo vale más que el de ella!”, pensaba.
Esta práctica de sabotaje de relaciones tiene muchos nombres: algunos la llaman “La historia que me estoy inventando” o “La historia que me estoy contando ahora mismo“. Terrence Real, terapeuta familiar y autor de “Nosotros: superarnos a ti y a mí para construir una relación más amorosa”, apodó a esta situación como una “narración inconsciente” que sucede cuando te imaginás lo que tu pareja estaría pensando o sintiendo.
Pero lo cierto es que “hacer estas suposiciones puede intensificar una discusión y distorsionar el problema”, comentó Real. Por el contrario, el psicólogo alienta a las personas a que compartan su estado de indignación utilizando una herramienta terapéutica conocida como “La rueda de retroalimentación“. Este simple método se basa en el trabajo de la terapeuta Janet Hurley quien propone usar cuatro oraciones para ayudar a que las personas puedan compartir entre ellas sus disgustos y acelerar el proceso de reconciliación.
Al respecto, Real sugirió: “Cuando te encuentres imaginando este tipo de historias, hacé una pausa, recordá lo que querés y cuánto te preocupás por la persona que te ha generado el enojo. Después, preguntale si es un buen momento para hablar”.
En caso de que estén dispuestos a charlar, es aconsejable usar estas cuatro frases que se enumeran a continuación:
1. “Esto es lo que vi o escuché”
“Describí en una oración lo que pasó”, aconsejó Real y ahondó: “”Mencioná solo los hechos puntuales. La clave de esta declaración es su brevedad”.
2. “Esto es lo que me imaginé al respecto”
“Explicar tu punto de vista rompe aquella cadena de pensamientos ficticios”, explicó Alexandra Solomon, profesora de psicología en la Universidad Northwestern y autora de Loving Bravely. Hacer esto, agregó la especialista, ayuda a la persona afectada a examinar sus propias emociones. “Las historias que nos contamos a nosotros mismos, muchas veces están marcadas por las heridas, los traumas y los puntos sensibles de cada uno”, sumó Solomon.
El uso de esta frase ayuda a correrse de la situación y a reconocer que aquella percepción que se tiene del otro, es errónea. De esta manera, “se asume la responsabilidad de que lo que se creía que estaba pasando, es simplemente una construcción ficticia”, añadió Real.
3. “Así es como me sentí”
Tomate un momento para concentrarte en tus emociones. Luego “describíselas a tu pareja de manera clara y concisa”, comentó Real. Por ejemplo, “podrías decirle que estás asustado, herido o enojado, desmantelá solo tus sentimientos, nada de pensamientos ni creencias”, explicó. Esta táctica podría ayudar a correrte de las “partes reactivas de tu cerebro e inclinarte hacia lo que implica ser un adulto sabio”, puntualizó el especialista.
4. “Esto es lo que me ayudaría a sentirme mejor”
“Esta última declaración, muchas veces suele ser dejada de lado. Pero lo cierto es que dejar en claro tus necesidades, es fundamental, de lo contrario, no podrías quejarte por no tener lo que nunca pediste”, sostuvo Real.
En este sentido, “al compartir la historia que inventaste como también tus sentimientos y necesidades, hace que pases de la ira a la vulnerabilidad”, manifestó el experto. “Dijiste lo que tenías que decir, pero siempre con respeto”, resaltó Real.
Idealmente, agregó el Dr. Solomon, “la otra persona responde sintiéndose agradecida por la vulnerabilidad de su pareja en lugar de sentirse culpable o a la defensiva”.
Usar estas declaraciones con mi esposo ha cambiado las reglas del juego: a veces mis interpretaciones acerca de su comportamiento están tan fuera de lugar que cuando se lo digo, nos reímos, y la tensión se rompe.
En el caso de los platos, finalmente irrumpí en la sala de estar y le dije que había inventado una historia donde él me ignoraba deliberadamente y priorizaba su tiempo libre sobre el mío.
“¿Disculpá, qué?” dijo, sacándose los auriculares.
Por Jancee Dunn
The New York Times
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