Para muchos de los 800.000 venezolanos que residen en Chile, reunirse en un bar para alentar a la Vinotinto es una forma de sostener la nostalgia de la migración. Este martes, con el duelo ante La Roja por la Eliminatoria, un lugar de herencia Vinotinto es un punto de encuentro en Santiago.
Los escudos de las selecciones de Venezuela y Chile se ven desde la vereda, claramente es un bar para ver fútbol, sobre todo a la Vinotinto. Algunos de los venezolanos que acuden ignoran que uno de sus dueños, María Gabriela, es hija del utilero del equipo venezolano desde hace más de 30 años, Luis «Coquito» Santos.
“Vienen acá y esto se llena cuando hay partidos. En la Copa América fue un auge, aunque decayó un poco después de las elecciones, por el tema de Venezuela”, comenta a Efe María Gabriela Santos.
Sentada a una de las mesas del local que se esmeraron en ambientar, con detalles de césped artificial, lámparas con forma de pelota y hasta una pared que luce como la pizarra táctica de un entrenador, resume su historia de emigración.
De Táchira a Santiago
Ella y su esposo, Adalker Ramírez, ambos de 32 años de edad, llegaron a Chile hace ocho años desde San Cristóbal -capital del estado Táchira-, la región más futbolera de Venezuela que hace frontera con Colombia y, a casi 6.800 kilómetros de casa, han levantado un fortín Vinotinto.
“Comenzamos como un ‘foodtruck’ en un patio de comidas y desde hace tres años tenemos este lugar”, explica Ramírez a Efe sobre su restaurant que hace esquina en una calle de la comuna Providencia, en el nororiente de la capital chilena, y que llamaron Tinto’s Burger.
Y luego hace una reflexión: “Creo que si estuviéramos en Venezuela no tendríamos esto, pero hemos trabajado como no tienes idea”.
Camisetas históricas
Allí, ya los ha visitado Coquito Santos. “Desde que llegamos ha venido dos veces”, aclara María Gabriela y enseña una camiseta de la selección de Colombia que junto con otras de Argentina, Brasil o Uruguay exhiben en las paredes.
“Ésta es la de James Rodríguez, de verdad”, asegura, y añade: “Mi papá se las consigue a mi hermano”.
La pareja se ha arraigado en el país de acogida al igual que muchos compatriotas. En Chile nacieron sus dos hijos, un bebé de cinco meses de edad y una niña de 4 años. “A ella le encanta ser chilena, siempre lo dice”, comenta.
Adalker es un apasionado del fútbol, hincha del Deportivo Táchira, y es quien más vínculo tiene con muchos tachirenses, barristas del aurinegro, que viven en Santiago y se juntan en el bar para ver los partidos de la liga venezolana.
“Hemos ido a todos los juegos de Venezuela. Acá en Chile conocemos casi todos los estadios, el de Colo Colo, Católica, pero al Nacional no hemos ido. Vamos el martes”, dice Ramírez con ilusión.
Una pequeña Venezuela en Santiago
Esperan un triunfo de la Vinotinto que es séptima con 12 puntos y defiende la última plaza que otorga un cupo a la repesca del Mundial frente a La Roja, que está última en las clasificatorias y necesita ganar para mantener sus opciones.
Cuando el partido termine, correrá para volver a su negocio en donde ha palpado el sentimiento que aflora en sus coterráneos: “La gente canta el himno aquí y llora”, comenta,y luego recuerda cuando Venezuela disputó los cuartos de final de la pasada Copa América en Estados Unidos.
“Había gente afuera viendo el juego desde la calle, hacían fila para entrar porque yo ahí no les podía vender. Después que perdimos con Canadá esto era un cementerio”, narra.
En los altoparlantes, con los que amplifica el audio de la narración de los partidos, también suena música porque -como Ramírez explica- “depende del resultado: si Venezuela pierde, la gente se va; si no, se queda pachangueando”.