Addison Bethea, de 17 años de edad, nadaba el 30 de junio en una playa de Keaton, en Florida, cuando sintió un profundo dolor que le desgarraba la piel. El miedo más grande de muchos que visitan el océano se volvió realidad para ella cuando un tiburón la atacó mientras estaba en el mar.
En un testimonio a CNN contó su historia de supervivencia. Cuando el animal tenía su pierna, ella no sabía qué hacer. Había leído que hay que darles un golpe en el frente para quitárselos de encima, así que intentó, sin éxito, esa práctica.
«No pude llegar a darle el puñetazo en la nariz, empecé a golpearlo en la cabeza y le metí los dedos en los ojos. Simplemente intenté quitármelo de encima y me mordió la manó», detalló la joven que ahora perderá una pierna.
Cuando parecía que no podría ganarle al animal del océano, su hermano, Rhett Willingham, bombero y técnico de auxilio, escuchó su grito a lo lejos y acudió al rescate. Subió a la joven a un barco que estaba en la zona y, en momentos de suspenso, entre la sangre, hizo un torniquete para cortar la hemorragia.
Rhett detalló a CNN cómo fueron esos instantes: «La oí hacer un ruido, como si algo la hubiera asustado (…) Me incorporé y miré, no la vi. Entonces salió del agua y al fin vi al tiburón, la sangre y todo. Nadé, luché contra él y la saqué».
A pesar de la heroica acción que salvó la vida de Addison, el daño fue devastador en su pierna derecha. El hospital de Tallahassee Memorial HealthCare, donde la ingresaron, dijo que ya no había nada que hacer. Cuando la joven llegó, los especialistas también vivieron momentos al límite. El equipo de traumatología se encargó de estabilizarla, mientras que el cirujano le hizo una intervención de emergencia para restablecer el flujo sanguíneo de la pierna.
Aunque esta cadena de acciones le salvó la vida a la adolescente, los médicos recomendaron amputarle la pierna por la gravedad de las heridas. Lo más sorprendente, lejos del ataque, es la actitud con la que esta joven de 17 años de edad ve la vida, precisamente como eso, vida. Ella no está asustada por el escenario que incluye decirle adiós a una de sus extremidades.
«Estoy emocionada y cansada de estar en la cama todo el tiempo». Irónicamente cuando concedió la entrevista la rodeaban algunos peluches con forma de tiburón. Como alguien que respeta a los animales, tiene claro que lo que le ocurrió es un caso atípico. «Un tiburón siempre ha estado ahí, solo que a mí me atacó ese día. Viví 17 años sin que me atacaran, a mí me parece bien volver», finalizó esta joven con un gran espíritu.
La Comisión de Conservación de Vida Silvestre y Pesca de Florida asegura que son raros los ataques de tiburones y que una persona, en promedio, tiene 30 veces más probabilidades de ser alcanzada por un rayo que de ser mordida por una de estas especies.
Según el Archivo Internacional de Ataques de Tiburones, Florida tiene más encuentros no provocados con estos escualos que cualquier otro estado. En la localidad, el condado que registra más es Volusia, en la costa atlántica, de acuerdo con el expediente administrado por el Museo de Historia Natural de Florida y la Sociedad Estadounidense de Elasmobranquios.