Gillian Genser es una escultora que reside en Toronto. Se intoxicó lentamente mientras trabajaba en una estatua de Adán, el personaje bíblico que encarna el origen de la humanidad, y que le tomó 15 años en estar lista.
La creación la realizó en base a mejillones, un material natural, tal como había hecho con obras anteriores, en las que usó cáscaras de huevo, coral, huesos y plantas. En un comienzo, la artista tuvo molestias como vómitos y mareos, y pensó que los síntomas se debían a trastornos autoinmunes que padecía desde hacía varios años.
Pero cuando empezó a despertar por las mañanas sin ser capaz de moverse, escuchando solo por un oído, con la respiración agitada, los músculos contraídos, arrastrando el habla y sin reconocer a sus cercanos, supo que algo iba mal.
Créditos: Captura sitio web de la arista. gilliangenser.com
Durante varios años los médicos no pudieron encontrar qué era lo que le causaba los males, hasta que un examen de sangre reveló que estaba siendo envenenada por metales pesados.
Las conchas de mejillones que Genser molió durante más de una década habían acumulado plomo y arsénico, tras años de alimentarse en aguas contaminadas. Al estar en contacto con los restos, la escultora había introducido a su cuerpo las toxinas.
Para la artista toda la situación era irónica, ya que había querido representar con mejillones la figura de Adán, el personaje bíblico, para criticar la relación de la humanidad con el mundo natural ahora contaminado.
Créditos: Captura sitio web de la arista. gilliangenser.com
«El trabajo fue una declaración ambiental. Se trata de reconsiderar lo que debería haber sido la primera percepción de la gente sobre el ecosistema, en lugar de esta idea de que tenemos dominio sobre todos los animales», dijo Genser.
Paradójicamente, la obra la contaminó a ella misma y empeoró su salud paulatinamente.
15 años de envenenamiento
Genser obtenía los mejillones del barrio chino de Toronto y pasaba cerca de 12 horas al día moldeando las conchas con una herramienta. Cuando sus médicos le preguntaban si estaba en contacto con sustancias tóxicas, a ella jamás se le pasó por la cabeza pensar en los mejillones, ya que estos estaban aprobados por el gobierno para consumo humano.
Por lo que ella respondía que trabajaba solo con «materiales naturales». Cuando el examen de sangre en 2015 arrojó el resultado de envenenamiento, Gillian consultó a un profesor del Royal Ontario Museum de Toronto, especializado en invertebrados.
Créditos: Captura sitio web de la arista. gilliangenser.com
El especialista se escandalizó cuando supo que ella había estado 15 años trabajando con las conchas. «Me dijo: ‘La gente no se da cuenta de lo venenosas que son estas cosas'», dijo.
La escultora inmediatamente dejó de usar el material. Sin embargo, la cantidad de años que estuvo expuesta al arsénico y plomo dejaron consecuencias en su cuerpo, y todavía padece náuseas y pérdida de memoria. Además tiene un riesgo mayor de presentar enfermedades neurológicas como Alzheimer y Parkinson.
La artista nombró su obra como «Mi hermosa muerte».
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