Areperas –locales, foodtrucks o stands– y puestos de perros calientes hay para regalar en Caracas. Iván Puerta, presidente de la Cámara Nacional de Restaurantes, remontándose a 2015, afirma que al menos una treintena de las primeras existían en la capital. Eso sin contar las «escondidas» o los puestos informales.
Los perros calientes son otra historia. Censo sobre cuántos espacios dedicados a esta variante del hot dog norteamericano no hay hasta la fecha, aunque pudieran contarse unos 100. Y eso solo haciendo foco en una zona Caracas.
Pero desde hace poco más de 8 años, la crisis económica ha obligado a muchos negocios a bajar las santamarías para evitar pérdidas. Cerrar y quebrar, en esta realidad, son sinónimos en un mercado que continúa apostando por nuevos espacios pero en el que se siguen apagando las luces de otros. Las areperas y los perreros, aunque en el tope de popularidad, no son la excepción. Y habría que añadir las nuevas regulaciones en alcaldías y gobernaciones que han contribuido, sobre todo en el caso de los segundos, a la ‘adaptación obligada’ de nuevos horarios, leyes y hasta reubicaciones.
En un pasado no tan lejano, entonces, quedaron las opciones para el caraqueño cuando, queriendo matar antojos a deshoras, o al salir muy tarde del trabajo o luego de una buena que terminaba en la madrugada, recorría las calles hasta dar con el sitio correcto. La lista era larga: El Granjero del Este, Doña Caraotica o Arepa 24 horas. El Budare de La Castellana, El Trolly, El Solar o Los Pilones; las calles del hambre desde el este al oeste, Rulo, Melo, Joao y El Resuelve. Por nombrar solo algunas.
Comer después de rumbear en Caracas, se puede, claro. Pero el número de opciones se redujo en un 60%. Esto contando el cierre –o quiebre– de algunos y el horario, hasta temprano, de otros. No obstante, la siguiente se presenta como una guía para disfrutar de opciones tradicionales, icónicas e innovadoras de las arepas y los perros calientes que siguen marcando pauta en la mente, el estómago y corazón de los capitalinos.
Pase y siéntese.
Areperas
El Solar del Este
Julián Aldana no es el dueño pero tener 14 años trabajando en el establecimiento como mesonero, lo convierten en uno de los miembros más fieles y antiguos de El Solar del Este.
Hace 17 años, el local funcionaba como un parasistema. Sin embargo, sus fundadores -venezolanos de origen portugués- vieron el potencial del lugar y no lo pensaron a la hora de convertirlo en un restaurante. Nació, curiosamente, con otro concepto: venta de comida mediterránea, algo que, en aquel tiempo, estaba de moda. Pero convertirse en «la casa de los venezolanos» solo podía ser posible apostándole a lo nacional, a lo criollo.
Así se formó El Solar, una de las areperas más icónicas no solo de Caracas, sino de Venezuela. «No es un restaurante más, de esos hay ya demasiados. Nosotros somos un hogar para nuestros comensales», destacó Aldana.
Además de sus «rellenos monstruosos», como afirma el trabajador, siempre se han caracterizado por trabajar 24 horas. «Eso no cambiará», afirma. Razón por la cual, los 100 colaboradores que hacen vida en sala tienen que dividirse en grupos a la hora de responder a la demanda de productos.
Tienen de todo y para todos. «Nuestro esquema de producción es tan amplio como los gustos de cada cliente». Su menú lo estelarizan las arepas, pero ofrecen hasta salmón, pastas, sopas, pizzas, parrillas y más.
«Lo que de verdad nos hace tan reconocidos, me atrevo a decir, es la frescura y la abundancia de lo que servimos», destaca.
“Ofrecemos buena calidad y eso garantiza el regreso del cliente”
Ofrecen 18 rellenos de arepa, aunque no están incluidos los que pide el cliente, que varían mucho, sobre todo en mezclas. «No hay límites en El Solar del Este», asegura. La arepa más vendida es la reina, aunque, según él, hay una mejor: la de pernil con queso amarillo y un toque de pepiada. No figura en la lista, pero es sensacional, añade.
Sus precios varían entre 5,5 dólares -el mínimo- hasta los 9, y están ubicados en la Av. Río de Janeiro de Las Mercedes.
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Arepas & Burger
16 años vendiendo arepas. Ese es el tiempo que Lisbeth Márquez, de 31 años, tiene haciendo lo que le gusta. La mitad de su vida, casi. Y no se arrepiente. Ni siquiera porque le costó mucho, según cuenta, ser la primera persona en Caracas en sacar la permisología que le permitiría venderlas como parte de un negocio informal.
Comenzó en La calle del hambre de la Esquina El Muerto, al oeste de la ciudad. Espacio desconocido por muchos pero que ya cuenta con 20 años de trayectoria. Alrededor de 15 puestos, solo de arepas, se erigen de polo a polo y sobre el asfalto. No es tan popular como La calle del hambre de Plaza Venezuela o La Trinidad porque la gente cree que es insegura, pero nada más alejado de la realidad, asegura Márquez.
«Yo emprendí cuando no podíamos vender nada en la calle. Luché por mucho tiempo y lo conseguí. En aquel momento, vender arepas no se podía; no como el perro caliente. No te imaginas la cantidad de veces que me desalojaron de por estos lados», recuerda. «Pero insistí. Nadie podía sacarme de la cabeza que este negocio, que es familiar, no podría surgir. Tanto fue la lucha que la Alcaldía de Caracas, por fin, me dio los permisos y me convertí en la primera persona en vender, en la ciudad, arepas en un puesto informal de comida».
Comenzaron en la Calle del Gobernador. «De allí, por problemas entre vecinos, tuvimos que mudarnos de nuevo. Ahora estamos entre la esquina Gobernador y Muerto”. De eso, hace 5 años.
No venden hamburguesas, como podrían pensar muchos al escuchar o ver su nombre, sino que el relleno es tal, que la arepa parece una. «Los rellenos son sustanciosos porque creemos en lo que hacemos, además, tiene sello criollo y eso los hace más especial: la sazón de hogar», describe. Sin embargo, se inclina por la masa como su factor diferenciador.
“Cuando se le trata con cariño, se masajea el tiempo que es y agregándole los ingredientes correctos, no hay error. Ese es el secreto de la masa”
En Arepas & Burger, la más pedida es la de pernil con ensalada de gallina y queso amarillo. También, la pelúa (carne mechada y queso amarillo) y la vaina con vaina, un guiso con chuleta, tocineta, salchicha, jamón, mortadela. «Es un de todito», recalca.
Pueden vender hasta 3 o 4 bultos de harina, que se traducen en 1.200 arepas durante un día del fin de semana. De lunes a jueves, por día, la cuenta se reduce a 800.
Su producto, lo mínimo, cuesta 3 dólares, pero varía dependiendo del relleno, aunque son enfáticos en que incluye 3 contornos: una fritura, una ensalada y un queso.
Trabajan de lunes a lunes, entre semana, de 4:00 pm a 3:00 am. Los fines de semana el horario de la madrugada se extiende hasta las 5:00 am.
«La arepa es digna de ser elaborada, es realmente un manjar. Por eso la hago desde hace tanto tiempo. Es el mejor plato que tenemos siendo venezolanos y en nuestro puesto, conseguirán la mejor. Sin duda», concluyó Márquez.
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Muerto de Hambre Arepas
«En la era de la pos pandemia, todos estábamos buscando una solución a tantos problemas. Queríamos una alternativa para generar ingresos y no acumular deudas. También, sentirnos útiles». Tal premisa hizo del sueño de emprendimiento de Wilson Valencia una realidad.
Está ubicado justo al lado de Arepas & Burger, en la Esquina El Muerto, en Santa Rosalía, pero Muerto de Hambre, no se le parece. En nada. Lo que antes era un estacionamiento se convirtió en un lote gastronómico en donde las arepas son la mejor opción para cualquier comensal.
Tiene poco más de año y medio activo, y se destaca del resto no solo por su logo, muy consonante con las nuevas generaciones, sino por la decoración de sus espacios.
¿Qué los diferencia del resto? El CEO, como se autodenomina sacásticamente Wilson, asegura que el cariño que le ponen a sus preparaciones. Sin embargo, no podría dejar atrás a las voces de Rocío Durcal y la pasión de la salsa romántica que las dos cocineras -encargadas de los rellenos- escuchan en su faena diaria. «Cantar, sin que te quede nada por dentro, es parte del secreto. Se lo transmites a lo que estás haciendo», dice.
“Nada podría salir mal cuando uno está inspirado”.
La calidad y frescura de sus mezclas son otro plus. Hace énfasis, no obstante, en que la atención al público es lo que los convierte en favoritos.
Su menú tiene 18 sabores y uno de los que más se vende es el pernil con queso amarillo y la reina pepiada. «La mechada con amarillo le sigue en la lista, pero también la de tajadas, caraotas o la chicharronada. Huevos de codorniz y atún a la vinagreta también sale mucho», manifiesta.
Venden hasta 300 arepas diarias y se duplica el número durante el fin de semana. «Estamos felices de ser parte de este movimiento que ayude a exaltar el nombre de nuestra Calle del hambre pues somos una cuadra muy trabajadora y luchadora», asevera.
Trabajan desde las 5:00 pm hasta las 3:00 am, todos los días de la semana, y sus precios varían. La arepa más económica cuesta 3 dólares y pueden llegar hasta los 6 ó 7. «En el este de Caracas el mínimo son $6, así que, si nos visitan en El Muerto, duplican o triplican no solo el producto sino el relleno. Si no es así, que los bomberos, médicos y funcionarios (hasta altos cargos de Gobierno) que comen aquí a diario te respondan. Por algo nos prefieren», señala.
No descarta vender otro tipo de comida. «Pero las personas que vienen a esta calle, desde donde sea, lo hacen con la idea en sus cabezas de que solo encontrarán arepas. ¿Quiénes somos nosotros para hacerlos cambiar de opinión? Muertos de Hambre es el glass perfecto, ¿sabes? La parte alta de la ola cuando la surfeas… Es una experiencia».
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El Maizal del Este
En este restaurante ubicado en la Calle Madrid de Las Mercedes, y que abrió apenas hace 2 meses, se comen «arepas con clase para todos los gustos». Charles Ochoa, capitán de sala, es uno de los encargados de velar por ello, además de por el servicio, uno de sus principales objetivos.
«Garantizamos una buena experiencia gastronómica, por supuesto. Pero la atención y el servicio es nuestra prioridad», destaca. «Cuando los dueños de El Maizal inauguraron, sin alardes, bombas ni platillos, lo hicieron con la promesa de que la comida criolla fuese el fuerte, pero siempre enfocados en hacerlo dentro de un espacio elegante, diferente al común denominador», relata.
El factor diferenciador en El Maizal se resume en la utilización de maíz pilado en un 100% al momento de realizar las arepas.
«Queremos que sientan, saboreen y entiendan que el origen de nuestra inspiración se basa en el campo, en la tierra venezolana. Que cada primer mordisco del comensal sea un viaje hacia la primera arepa venezolana, hecha a leña, en la naturaleza», destaca. «Nuestra textura y suavidad no la consiguen ni en sus casas», afirma el capitán. «Mucho menos en otro lado».
Tienen, actualmente, 15 sabores en su menú y la arepa más solicitada es La llanera o El maizal. La primera incluye queso de trenza, aguacate y lomito salteado. La segunda, la de la casa, asado negro, queso guayanés y maíz.
En este espacio, amplio, nuevo, reluciente, iluminado y distinguido, reinan el diseño y la decoración, pero sobre todo de sus suntuosos platos. Generosos y coloridos, invitan al comensal a disfrutar del sello venezolano, pero con un twist que sube la barra de la expectativa. Sus precios varían, pero por la arepa más sencilla se paga 4 dólares. El máximo son 12, dependiendo de relleno.
Venden también cachapas con queso telita, cochino frito y queso rallado, pabellón, cruzados y sancochos de mero. Pizzas, pastas y más. Destaca su barra de jugos, justo en centro del local, donde se hacen batidos de mandarina, mora, kiwi, níspero, guanábana, «todo fresco 100% pulpa de fruta, nada artificial».
Trabajan las 24 horas pues el objetivo también es abarcar la mayor cantidad de oportunidades para complacer paladares exigentes, dice Ochoa.
“Buscamos ser los mejores de las Mercedes, pero también de Venezuela”.
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Los Pilones del Este
Darwin Medina, encargado operativo del restaurante, cuenta que fue en el año 2000 cuando tres emigrantes europeos se dieron cuenta de que existía una carencia de comida criolla digna de ser rescatada en la ciudad con respecto a la italiana, española, francesa…
Los Pilones del Este, entonces, nació poco después: un 11 de septiembre de 2002, y 22 años después se mantiene en el mercado.
No solo en concepto sino también en esquema de horarios sirvieron como fuente de inspiración para quienes trataron de replicarlos. Trabajan de lunes a lunes, las 24 horas, desde el día uno de su fundación y no creen que vaya a cambiar. Nunca. Para sus fundadores, siempre habrá prioridad para aquellos que salen tarde del trabajo, o que tienen antojos de buena comida después de una larga jornada de fiesta, o tras un concierto.
«Estamos en la mente del colectivo porque somos una casa de tradición. Además, la calidad de lo que ofrecemos no se compara con ninguna otra», subraya Medina.
«Somos la mejor arepera de la capital y cuidado si no la de Venezuela entera»
Su menú es variopinto, hay recorridos que comienzan con cachapas, hervidos y parrillas, hasta las más ansiadas arepas tradicionales. La más vendida es la reina, aunque la pelúa le hace la competencia directa. «Tenemos también la de pulpo, atún, calamar que se venden muy bien», resalta el gerente.
En un día pueden vender hasta 1.200 arepas, cuyos precios oscilan entre los 5 y 10 dólares, dependiendo del relleno y las combinaciones.
Para la familia de Los Pilones no hay fórmula para hacer la mejor arepa, «pero lo importante es hacerlo con amor y dedicación». En pocas palabras, resume el negocio como bueno, sencillo y de buena calidad.
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¿Y los perros calientes?
Joao
José Manuel Goncalves, mejor conocido como Joao, tiene 52 años en la esquina California con calle Mucuchíes, en Las Mercedes. Cuenta que este puesto nació en la década de los 70 cuando su padre, desempeñándose como constructor, se lesionó. Fue así como, para sorpresa de su familia, la rentabilidad del lugar despertó su interés y decidió apostar por él sin saber siquiera por qué.
«Hasta el sol de hoy hemos funcionado a la perfección y esperamos que así sea por muchos años más. Este negocio es netamente familiar y así como tenemos terceras y cuartas generaciones atendiéndolo, vienen clientes de dos, tres y hasta cuatro generaciones que siguen comiéndose nuestros perros tradicionales», explica.
Afirma que el comensal tiene memoria selectiva con los olores y sabores. Así pues, además de la calidad, «ese toque lo tenemos nosotros y nunca cambiará», dice Joao.
Hasta 1992 tuvieron dos puestos en menos de un kilómetro. Pero decidieron enfocarse en uno para conservar la esencia de sus perros calientes. Franquiciar no era la mejor opción.
En su menú destacan los perros calientes, aunque solo haya de un tipo: con salsas y papitas. «Sin embargo, tenemos otros ingredientes que se adecuan al gusto del cliente», afirma. También ofrecen hamburguesas de carne y pollo. Sus precios son de los más competitivos del mercado: los perros están valorados en 1,5 dólares o 46 bolívares; las burgers en $4, si es doble $7 y el extra de queso amarillo en $1.
No tiene secretos ni tampoco respuestas de por qué es considerado, sino el mejor, uno de los perreros más concurridos –y queridos– en Caracas, pero se atreve a decir que si el mismo dueño atiende su carrito, el éxito está asegurado. «Se logra una diferencia».
Trabajan desde el mediodía hasta las 3:00 o 4:00 am, dependiendo de la clientela. Todos los días.
El Miguelón
Justo en frente de la estación del metro Los Dos Caminos se encuentra el lugar que ya suma 35 años. Su fundador se llama Antonio y aunque no está involucrado actualmente con la gerencia, sigue estando presente.
Nace de una oportunidad de negocio. Antonio trabajaba al cruzar la calle, en una arepera muy popular en la década de los años 80. «De inmediato quiso involucrarse así que, como pudo, compró el puesto luego de hacerse amigo del antiguo dueño», cuenta Dorian, uno de sus trabajadores.
En un principio comenzaron él y su esposa, pero fueron pasando los años y la gran popularidad de sus productos los obligó a crecer, pero en cuanto a personal no en espacio. Pasó el tiempo y se involucró su hijo en el proceso, de eso ya hace 5 años, cuando desligándose del negocio éste último los rebautizaría como Miguelón.
En su menú ofrecen perros tradicionales, polacos, parrilleros –con carne y pollo picado- y el choriperro que incluye con chistorra. Además, se venden hamburguesas (sencillas, de chuleta, mixta y triple) y pepitos.
Lo que más vendido es el perro sencillo que, por 1,5 dólares, es de los más asequibles de la zona. Se diferencian del resto porque están elaborados con maíz, aguacate y queso amarillo. «Eso no lo ves en ninguna parte por ese precio. En otros lugares se cobran como adicional», describe otro de los colaboradores, Karim.
«Ofrecemos calidad a un precio justo y el control de calidad lo sigue haciendo el señor Antonio, aunque no esté 24/7», añade. De esta manera, atienden al público desde las 11:00 am hasta las 2:00 o 3:00 am de domingo a jueves, y hasta las 5:00 o 6:00 am viernes y sábado. Todos los días.
«En una palabra, nos resumimos en tradición. Además, estamos en el mejor punto de Caracas; en plena avenida. Somos únicos, no hay otro Miguelón y, por ahora, para conservar nuestro sello y autenticidad, no habrán más», concluyeron.
Melo
El hermano de Rulo, que es otro de los íconos de Caracas, con casi 50 años en la misma esquina de Las Mercedes, ubicado detrás del centro comercial Tolón Fashion Mall. Para este trabajo no se le pudo incluir porque está de vacaciones y regresa para finales de agosto.
Como todo «es mejor si se hace en familia», este histórico carro ubicado desde hace 18 años justo en frente de la Plaza Bolívar de Chacao, le pertenece a Carmelo, el menor de los hermanos de Alfonzo Restifo, Rulo.
Solo venden perros tradicionales con cebolla, repollo, papita y salsa, y hamburguesas de pollo o carne. ¿Qué los diferencia del resto? El pan. «Tiene su secreto en la temperatura y textura. Además, solo usamos salchicha tradicional, de buena calidad», rescata uno de sus trabajadores.
Por 1,5 dólares, venden al rededor de 400 o 500 perros calientes a diario, lo que se traduce en un «punto de referencia en la zona». Trabajan de domingo a domingo desde las 11:00 am hasta la medianoche.
Finalmente, El Resuelve, también en Las Mercedes y con 8 carros a lo largo y ancho de la capital; Tropiperro en La Candelaria con 25 años de fundado; los perreros de La Hoyada con casi tres décadas de establecidos; la Calle del hambre de la Trinidad, Baruta y la de Plaza Venezuela, con al menos una veintena de años en su haber, merecen su espacio en esta la lista. Esta última, incluso, tiene un puesto llamado Caracas Burger que tiene un local en el Sambil de Chacao y La Candelaria y otro dentro de Viva Supercentro cerca del C.C. Líder.
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