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Un viaje por la mente de un acumulador compulsivo

por Avatar GDA | El Tiempo | Colombia

Una de las reacciones de varias personas cuando comenzó la pandemia y se establecieron confinamientos estrictos fue la compra de alimentos y objetos para poder tener lo suficiente durante el tiempo en casa. En redes sociales, por ejemplo, circularon las imágenes de quienes compraron papel higiénico tras la difusión de cadenas falsas que decían que se había agotado. Esto generó debates sobre el aprovechamiento y usuarios empezaron a hablar de la acumulación de objetos. Pero ¿qué es acumular? ¿Hay un trastorno detrás? ¿Cómo viven quienes lo padecen?

Piense en esto: cuando sale a la calle pone atención a cada objeto que encuentra en su día a día porque, para usted, puede ser determinante para subsistir. De hecho, cuando los observa, intenta entender cuál es la razón que lo obliga a tomarlos y llevarlos a su casa, el escenario más íntimo de su vida en sociedad. La idea de que cada uno es tan preciado –aunque no lo sea– se multiplica de forma inconsciente.

En su vida, no cabe la posibilidad de deshacerse de los objetos que tiene porque lo angustia pensar que no los va a tener cuando los necesite. Acopla sus actividades al nuevo espacio que habita e intenta organizar los cientos de elementos para vivir como antes: lava los platos en la única ducha que está descubierta, camina por senderos improvisados y come sobre montículos de objetos que, en ocasiones, son iguales a la altura del lugar.

Su aspecto físico se deteriora al mismo tiempo que su casa se humedece y se llena de polvo y moho. Su estatus social e imagen pública cambian y no puede evitarlo. Sus vecinos lo juzgan y lo señalan como alguien diferente con algún tipo de problema. Se aísla. Deja de hablar con las personas y prefiere pasar el tiempo recogiendo más objetos o en su casa conviviendo con los que ya tiene. No le interesa el mundo exterior, sino aquel que ha creado.

Este podría ser un ejemplo de un caso de acumulación compulsiva, la cual, según un estudio publicado en ‘Journal of Affective Disorders’, afectaría al menos a 2 de cada 100 personas.

El trastorno por acumulación fue incluido en 2013 en el ‘Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales’ (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría, un documento aceptado por los profesionales para el diagnóstico de este tipo de desórdenes.

Según la publicación, la característica principal de una persona con este trastorno es su dificultad persistente para descartar o separar posesiones, independientemente de su valor real, producida por la necesidad de guardar objetos y la angustia asociada con desecharlos.

Las ideas

¿Cuántas personas han guardado algún objeto por un significado especial? La boleta del primer partido de fútbol o concierto al que asistió, la maleta con la que siempre viaja, el primer regalo de su pareja, entre otros.

Para los expertos, esta inversión emocional en los objetos es algo normal y hace parte de la vida diaria. Sin embargo, coinciden en que hay un problema cuando a todo se le da múltiples significados o, de manera inconsciente, se empiezan a acumular elementos argumentando alguna excusa del tipo “qué tal si me sirve después” o “eso hace parte de mi vida”.

El problema con los acumuladores es cuando tienen que decidir qué pertenencias conservar y cuáles regalar o botar, lo que les produce una ansiedad que, en varios casos, no pueden controlar. “Es algo desestructurante. Tienen miedo y angustia a perder la oportunidad de llevarse el objeto o a que algo les falte si no lo hacen”, explica Milton Murillo, médico psiquiatra y docente de la Universidad del Rosario.

Rodrigo Córdoba, expresidente de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas, dice que “lo patológico es que estas personas recogen y recogen, y pierden la capacidad de vivir. Después, desprenderse de esas cosas les genera ansiedad”.

Según las investigaciones, los acumuladores también evitan deshacerse de algo porque no quieren enfrentarse al dolor o sensación negativa que les producirá no tenerlo en el futuro. Al tener estos sentimientos, estas personas optan por conservar los objetos y no pensar en tomar una decisión como esa, lo cual lleva a que su entorno se convierta en un lugar con cientos de miles de elementos abarrotados.

Programas de TV se han vuelto famosos por intervenciones en casas de acumuladores. Expertos rechazan la práctica. Foto: A&E

¿Cómo viven?

Una de las características de quienes acumulan cosas de forma compulsiva es que hay desorganización en el lugar en el que viven y son incapaces para prevenir el desorden.

En la mayoría de los casos, las viviendas están tan llenas de objetos y de basura que los olores nauseabundos, la presencia de roedores y animales, y el polvo se vuelven parte del paisaje. Cada rincón tiene algún elemento recogido. Para movilizarse, el acumulador crea una especie de pasillo entre los tumultos. En ocasiones, hay habitaciones donde ni siquiera entra la luz porque las ventanas están tapadas por tumultos o las puertas no se pueden abrir con facilidad.

Algo que indican los expertos es que, pese al escenario en el que habitan, los acumuladores no se angustian por el sitio. Incluso, son capaces de desarrollar una especie de mapa visual y mental para identificar dónde quedaron guardados sus objetos.

Estas casas o pisos están tan abarrotados que pueden generar problemas comunitarios con los vecinos del sector. De hecho, como asegura Patrick Verhelst, psiquiatra del Hospital San Ignacio, “los acumuladores alteran sus interacciones sociales para evitar que alguien les diga que deben deshacerse de cosas”.

Una mirada al cerebro

Aunque hay investigaciones científicas sobre el trastorno, no hay una explicación concluyente sobre lo que sucede en el cerebro de un acumulador, pero sí hipótesis.

Según Murillo, “al parecer estaría relacionado con una alteración en el funcionamiento de neurotransmisores, principalmente la serotonina y noradrenalina. Hay otro como la dopamina que no funcionaría bien”. Verhelst dice que “habría una alteración en las redes neuronales del lóbulo frontal, que tienen que ver con el procesamiento de ideas”.

Por su parte, algunos estudios de David Tolin, director del Centro de Trastornos de Ansiedad del Hospital Hartford y profesor adjunto en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, concluyen que los acumuladores “tienen una menor conectividad en las regiones del cerebro asociadas con el control cognitivo. Tienen una red cerebral activa cuando los pensamientos se centran en el interior y no en el mundo exterior”.

Tolin explica que cuando estas personas se enfrentan al momento de decidir sobre sus posesiones, muestran hiperactividad en las áreas del cerebro que forman la red de prominencia, lo que “no les permite tomar decisiones precisas porque sus cerebros gritan que todo es importante”.

¿Y el TOC?

Es común encontrar o escuchar a personas que dicen organizar la ropa por colores, ubicar los ganchos de ropa en un mismo sentido u ordenar por tamaño los cuadros de la habitación, acciones e ideas que pueden ser normales hasta que afectan la vida diaria.

Cuando esos pensamientos se convierten en obsesiones, es decir, imágenes recurrentes e incontrolables que causan emociones o estados como la ansiedad, angustia y enojo, hay algo que puede ser patológico. De hecho, pueden romper con la realidad y la vida diaria cuando aparecen las compulsiones o el deseo intenso de realizar esas acciones de forma repetitiva. En este punto se habla de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).

Las personas con este trastorno suelen reconocer que tienen una idea persistente, pero no saben cómo frenarla. La obsesión va ligada a la compulsión, es decir, se trata de una relación de idea y conducta. Por ejemplo, el miedo a contaminarse del ambiente genera el lavado excesivo de las manos, o la preocupación por el orden causa la organización estricta y particular de los elementos.

¿La acumulación compulsiva es un tipo de TOC? Antes era considerado un subtipo, pero con la última edición del DSM-5, se catalogó como un trastorno relacionado. Esto significa que el acaparamiento no se explica por los síntomas de otro trastorno mental ni otra condición médica, pero sí puede presentarse con otra enfermedad asociada.

Los acumuladores compulsivos pierden noción del espacio y dejan de socializar. Foto: iStock

Diferente a coleccionar

¿Existe una delgada línea entre coleccionar y acumular? Para los expertos es claro que hay notables diferencias. Según Murillo, todo tiene que ver con el criterio de funcionalidad. “Los coleccionistas tienen un poco de acumulador, pero ven la funcionalidad de lo que están haciendo. Saben por qué lo hacen y con qué fin. El acumulador no, y guarda cosas que, en su mayoría, son inservibles”.

En el manual de Oxford sobre acumulación, los doctores Randy O. Frost y Gail Steketee establecen los contrastes: en el coleccionismo, los objetos guardados se relacionan por una temática y se ordenan por categorías, hay planeación de qué comprar y cuándo deshacerse de adquisiciones pasadas, la actividad es un placer para quienes la realizan y no hay aislamiento social. En cambio, en el trastorno de acumulación hay una cantidad excesiva de objetos sin cohesión, no se estructuran ni organizan espacios para disponerlos, hay desorden en los lugares y es muy limitada la interacción social de quienes lo padecen.

Para Rodrigo Córdoba, “el coleccionista puede ser una forma sublimada y social del que acumula cosas. La línea con lo psicopatológico es que va a poder frenar y graduar sus compras, y no se va a exponer a situaciones donde esté en riesgo”.

El tratamiento

Si bien es común encontrar en programas de televisión y redes sociales casos de intervención por parte de fundaciones, médicos o la propia comunidad vecina de los acumuladores, los expertos coinciden en que debe haber un tratamiento detrás.

Murillo explica que este tipo de intervenciones pueden causar que los pacientes “entren en un episodio de agitación psicomotora porque el miedo que les produce es desestructurante”. Por eso, cada caso es particular y requiere de una atención psicoterapéutica y profesional.