El stealthing es una nueva forma de agresión sexual en la que el hombre retira el condón sin el consentimiento de su pareja.
Stealth significa hacer algo con sigilo, con cautela o secretamente. Las asociaciones en defensa de la mujer consideran que esta práctica debería ser catalogada como una forma de violación.
Una chica llamada Ana (se ha ocultado su verdadero nombre) fue víctima de esta práctica y señala: “Me di cuenta de lo terrible que me había sucedido al leer un artículo y al ver que a muchas mujeres les había pasado lo mismo”.
Ella relata que estaba con su pareja y al terminar el coito notó que el preservativo se encontraba en el suelo: “Solo toma un minuto y no te das cuenta. Entonces colocan tu vida en riesgo, ya que te exponen a embarazos no deseados o a infecciones de transmisión sexual”.
“Cuandome pasó, corrí a contarle a mi mejor amiga y a pedirle que me acompañara a una farmacia para buscar una píldora de emergencia”, agregó.
Estas situaciones hicieron que la defensora Alexandra Brodsky publicara un informe, a fin de dar cuentas sobre esta realidad de la que son víctimas muchas mujeres.
Brodsky sostiene: “Con este estudio quise colocar un nombre a esta tendencia y hacer visible a las protagonistas, pues, el stealthing es un hecho que cada vez se repite más”.
Stealthing, la necesidad de una penalización
El problema con un gran número de legislaciones es que, mayormente, se contempla el uso de la violencia o de la amenaza para que un hecho sea considerado como violación y, por tanto, pueda recibir una condena.
Con base en ello, Brodsky señala: “La extracción no consensuada del condón durante las relaciones sexuales expone a las víctimas a riesgos físicos de embarazo y enfermedad, transformando el sexo consensuado en no consensual al no existir una transparencia total sobre la capacidad reproductiva y las infecciones de transmisión sexual. Es por eso que se consideran admisibles los recursos penales para las víctimas”.
Algunos códigos, como el español, definen el abuso sexual como cualquier “acto atentatorio a la libertad y la indemnidad sexual de otra persona”, especialmente cuando no hay consentimiento válido, sin importar que haya violencia o no.
En este tipo de códigos la práctica del stealthing podría ser penada. Sin embargo, otros códigos en el mundo necesitan ser reforzados para contemplar este tipo de atentados contra la libertad sexual.
Hasta el momento no hay forma de protegerse contra una práctica de agresión sexual que es invisible para la mujer.
“No se siente lo mismo”
Quienes agreden a la mujer retirando el condón sin consentimiento de ella argumentan que “no sienten lo mismo”, o que sin preservativo “sienten más placer”, lo cual es un mito, ya que con esta falsa creencia solo se impone la visión de la masculinidad, menoscabando los derechos de las mujeres a decidir sobre su vida sexual.
Muchos hombres viven con el patrón de ser una autoridad en el espacio de la intimidad, creen que su opinión es la que importa y no les interesa el riesgo que pueda correr su pareja al encontrarse sin protección.
Ana confesó: “Cuando le pregunté por qué lo había hecho, él solo me dijo ‘porque sí, para sentir más’. Me sentí utilizada en ese momento, asustada y sin saber qué hacer. Él simplemente le restó importancia a lo que había hecho, mientras yo me sentía ofendida”.
Mientras no exista una clarificación de los términos en materia legal esta práctica no podrá ser condenada.
Así como Ana, hay muchas mujeres que consienten tener relaciones sexuales con protección, pero, cuando el hombre retira el preservativo secretamente está quebrantando los derechos de su compañera y, por lo tanto, se le debería imponer una responsabilidad penal.
Finalmente, vale recordar que la clave para que una relación de pareja sea exitosa es que exista una comunicación honesta y transparente sobre las preferencias de cada miembro, y que las decisiones de cada uno sean respetadas.