El yogur se toma de postre, desayuno o merienda y es uno de los alimentos más consumido en los hogares españoles por ser nutritivo, sabroso y de fácil digestión. Se obtiene de la fermentación de la leche por microorganismos específicos (streptococcus, thermophilus y lactobacillus bulgaricus) y es una buena fuente de calcio, magnesio y fósforo. Por cada 100 gramos de yogur obtenemos 180 miligramos de calcio, 17 de magnesio, 240 de potasio y 7140 miligramos de fósforo.
Sin embargo, no todos los yogures son iguales. En el mercado podemos encontrar desnatados, griegos y bífidus.
Andrea Calderón, secretaria científica de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, explica a Ep que el yogur desnatado es yogur sin grasa, que puede ser una buena alternativa para recortar calorías, aunque no es necesario, puesto que la grasa láctea no es perjudicial, y además aporta saciedad y nutrientes. «Además, muchos yogures que indican ser ‘0% grasa’ no necesariamente son mejores, ni menos calóricos, porque pueden quitarle la grasa, pero llenarlo de azúcar», avisa Calderón.
El yogur griego es un yogur con grasa láctea añadida, por lo que aumentará el valor calórico, pero no es mala opción si nos gusta más así, solo que su aporte calórico es más alto.
Ahora bien, una cosa que muchas personas no tienen claras es la diferenciación entre el yogur y el postre lácteo. La secretaria científica de la Sedca sostiene en este punto que cualquier producto lácteo que utilice bacterias diferentes o adicionales a las dos características del yogur mencionadas, ya no puede denominarse yogur, sino que será leche fermentada.
Yogur con Bífidus
«Si observamos los supuestos ‘yogures’ con Bífidus, comprobaremos que por ningún lado pone el término ‘yogur’ porque son leches fermentadas. Igual sucede con el kéfir, por ejemplo, no siendo ni mejor ni peor alternativa, solo diferentes opciones», aclara.
En caso de que indique ser postre lácteo, Calderón precisa que normalmente se relaciona con productos procesados de baja calidad como natillas, «yogures» de chocolate, leche con textura de yogur y chocolate o de sabores. «Es decir, no son probióticos, y su calidad nutricional es mucho peor: altos en azúcar, grasas añadidas y con escaso valor de nutrientes. Para detectarlos debemos leer la lista de ingredientes y comprobaremos lo que realmente es», advierte.