El diseñador español Paco Rabanne, bautizado por Coco Chanel como el «metalúrgico» de la moda, se labró un lugar especial en ese selecto mundo, armado simplemente con unas pinzas y planchas de metal.
Adepto al esoterismo, Rabanne también se hizo un nombre a través de sus declaraciones excéntricas.
«Me gusta el esoterismo desde mi más tierna infancia. Mi madre era muy pragmática, pero mi abuela era chamán, me inició muy pronto en el conocimiento del mundo. La moda me permitió ganarme la vida, pero no era realmente mi centro de interés», explicaba en una entrevista en 2005.
Nacido Francisco Rabaneda-Cuervo el 18 de febrero de 1934 en Pasajes, cerca de San Sebastián, su madre trabajó como costurera para Cristóbal Balenciaga.
Su padre, el general Rabaneda-Postigo, estaba a cargo del cuartel militar de Guernica durante la guerra civil española. Fue fusilado por las tropas franquistas en 1936. En 1939, la familia buscó refugio en Francia.
Rabanne estudió y se diplomó en Bellas Artes en París (sección arquitectura). Empezó diseñando accesorios, joyas, corbatas y botones para Dior, Saint-Laurent o Cardin. Luego decide lanzarse por su cuenta al mundo de la moda, con la idea de introducir nuevos materiales y técnicas.
En un desfile que causó sensación en 1966 presentó 12 vestidos hechos «con materiales contemporáneos». El show, provocador, presentó por primera vez en la pasarela modelos negras, que bailaron con los pies desnudos. El éxito fue fulminante. Pero sus primeros vestidos metálicos pesan más de 30 kg.
La modelo y cantante Françoise Hardy posó ese mismo año para la revista Elle con un traje de baño rectangular, de plástico blanco.
Hablar con Dios
Vestido invariablemente con una bata de color oscuro, pantalón a juego, tanto en invierno como en verano, Paco Rabanne deconstruyó materiales como el visón o las colas de zorro, que recortaba para hacer flores. Utilizaba el acetato, «tricota» el metal para hacer jerséis, o vestía a sus modelos con cotas de malla.
En 1968 firmó un contrato con la marca de perfumes española Puig y lanza «Calandre». Tiene éxito, y esa incursión en el mundo de los perfumes no solamente se mantiene, sino que con el tiempo pasó a ser su nueva identidad.
En 1986, Puig, que ya tenía en su haber las marcas Nina Ricci o Carolina Herrera, así como los perfumes de Prada y Comme des Garçons, compró la totalidad de la casa Rabanne.
El costurero trabajó igualmente para el cine. Se encargaba del vestuario de películas como Dos o tres cosas que sé de ella, de Jean-Luc Godard o Barbarella de Roger Vadim.
Paco Rabanne creía en la reencarnación, y aseguraba que había tenido otras vidas en el pasado, entre ellas la de una prostituta amante del rey Luis XV. También aseguraba que había visto a Dios, y que había recibido la visita de extraterrestres.
En 1999 anuncia en uno de sus libros la destrucción de París a causa de la caída de la estación espacial Mir, apoyándose en una lectura muy personal de las profecías de Nostradamus.
Ese mismo año la casa abandona su actividad alta costura para centrarse en el prêt-à-porter, que confía a Rosemary Rodriguez.
Poco a poco Paco Rabanne se aleja del diseño, pero sigue apegado al mundo de la moda al formar parte de jurados de festivales, donde le gustaba dirigirse a las generaciones más jóvenes.
«¡Sed audaciosos como lo fuimos en nuestra época con Pierre Cardin, Saint Laurent o Courrèges! ¡Sed osados! ¡Buscad sin cesar! Para hacerse un nombre e imponerse no puedes copiar», explicaba.