Casi el 30% de los adultos norteamericanos tiene frecuentes problemas de acidez estomacal, marca distintiva de una enfermedad conocida como reflujo gastroesofágico. Y aunque antes se creía que el reflujo afectaba mayormente a las personas mayores, algunas investigaciones sugieren un aumento de la incidencia incluso en los menores de 40 años.
Antes de recetar mediación para bloquear o reducir la producción del ácido estomacal causante de los síntomas, los médicos suelen sugerir algunos cambios en el estilo de vida para mitigar su severidad y su frecuencia. Hasta ahora, sin embargo, no había evidencia científica firme de que esas recomendaciones de ajustes en nuestros hábitos realmente sirvieran. Pero un nuevo estudio publicado en la revista JAMA Internal Medicine es el primero que ha logrado cuantificar el alivio de los síntomas que puede reportarnos un cambio en nuestra dieta y nuestra forma de vida.
“Los médicos les recomendábamos de manera informal a nuestros pacientes algunos cambios de hábitos, pensando que podrían ser beneficiosos, pero ahora sabemos a ciencia cierta que esas modificaciones tienen un rotundo efecto”, dice el doctor Andrew T. Chan, jefe de la unidad de clínica y epidemiología traslacional del Hospital General de Massachusetts, y uno de los autores del estudio.
Los hallazgos del estudio
Los investigadores analizaron los datos recolectados cada cuatro años, entre 2005 y 2017, por el Estudio de la Salud de las Enfermeras, una serie de estudios prospectivos a largo plazo que constituye una de las mayores investigaciones que se hayan hecho sobre los posibles factores de riesgo de enfermedades crónicas. Y entre otras cosas ese estudio contiene información de casi 43.000 mujeres de entre 42 y 62 años de edad que manifestaron síntomas de reflujo o acidez al menos una vez por semana.
Al revisar esos datos, los investigadores vincularon cinco conductas y hábitos -a las que llamaron “factores antireflujo en el estilo de vida”- con una reducción del 50% en el riesgo de tener síntomas de acidez, y que la adopción de las cinco conductas a la vez tiene el potencial de reducir casi un 40% los casos de reflujo gastroesofágico en la población en general. Esos cinco cambios de hábito incluyen no fumar, tomar menos de dos tazas de café, té o gaseosa por día, seguir una dieta saludable -alta en cereales integrales y baja en carnes rojas y azúcar-, hacer al menos 30 minutos de ejercicio moderado diariamente, y no tener sobrepeso, o sea mantener un índice de masa corporal menor de 25.
Chan dice que los beneficios que reportan esos cinco factores son comparables con la eficacia de los medicamentos para el reflujo, como los inhibidores de la bomba de protones (IBP) -el omeprazol y el lansoprazol-, y los antagonistas H2 -la famotidina y cimetidina-.
“O sea que con cambios en la dieta y en nuestros hábitos podemos evitar tomar medicación de manera crónica -dice Chan-. También descubrimos que quienes tomaban medicación y también introdujeron alguno de esos cambios en sus hábitos experimentaron una mejora aún mayor».
El hallazgo es importante porque hay otra investigación que sugiere que la medicación para la acidez y el reflujo no alivia por completo los síntomas de todos quienes la consumen. Según un estudio de 2019 publicado en la revista Gastroenterology, por ejemplo, el 54% de las personas que tomaban inhibidores de la bomba de protones, como el omeprazol, seguía teniendo síntomas persistentes de reflujo, con una incidencia aún más elevada entre los latinos y los jóvenes.
Si bien el nuevo estudio analiza los datos del seguimiento de un gran número de personas durante más de una década, todas son mujeres, y mayoritariamente blancas. Los investigadores notaron que ese grupo poblacional representa gran parte de los que padecen reflujo. “Pero por lo que sabemos de la enfermedad y sus factores de riesgo, somos muy optimistas y creemos que estos hallazgos también serán aplicables a los hombres y a las personas de otros orígenes”, dice Chan.
El estudio tampoco analiza todos los cambios en el estilo de vida que podrían reducir los síntomas de la enfermedad. Los investigadores se centraron básicamente en los cinco hábitos que en su opinión tendrían mayor impacto, pero reconocen que otros cambios, como limitar el consumo de alcohol, también pueden tener un efecto positivo.
Qué hacer para mejorarse
“Hace años que a mis pacientes les recomiendo ese tipo de cambios”, dice Christine Lee, gastroenteróloga de la Clínica Cleveland. “Pero los resultados de este estudio brindan parámetros específicos para esas recomendaciones y confirman su importancia”.
Los investigadores también descubrieron que la mejoría más notoria se logra adoptando las cinco recomendaciones a la vez. Como muchos de esos comportamientos están vinculados entre sí -por ejemplo, el sedentarismo y el sobrepeso-, es fácil concluir que al mejorarlos se potencian mutuamente.
“La actividad física nos ayuda a mantener un peso saludable, lo mismo que una dieta sana”, dice Lee. “A su vez, ambos factores también contribuyen a evitar el estreñimiento, una condición que empeora los síntomas del reflujo”.
Pero cada factor del estilo de vida analizado por los investigadores tuvo su propio efecto independiente y distinto sobre los síntomas de la enfermedad. De los cinco, el que más influye es mantener un índice saludable de masa corporal. En comparación con las personas con sobrepeso, los que tenían un índice de masa corporal por debajo de 25 experimentaron un 31% menos de síntomas de reflujo.
“La obesidad y el sobrepeso son factores de riesgo importantes para el reflujo gastroesofágico”, dice Chan. “El exceso de peso produce cambios mecánicos en el cuerpo, y la obesidad también puede afectar la forma en que el tracto gastrointestinal procesa los alimentos”.
Así que a la hora de elegir, si queremos empezar por uno de los cambios, lo mejor es concentrarse en perder peso.
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