La venezolana Migdalia Mendoza fue una de las 55.097 personas que sudaron la gota gorda el pasado 17 de abril tras el enfrentamiento final de la Champions League. La derrota del Manchester City ante el Real Madrid 3-4 en penales fue un duro golpe para el equipo dirigido por Pep Guardiola, gran favorito, para parte de la ciudad, para los fanáticos. Mendoza nunca había sido seguidora del club. Ese día, todo cambió. Había dos opciones: la primera, pensó, se había dejado llevar por la energía de los hinchas. Tanta conmoción y lágrimas dejó mella en ella. O tal vez, se trataba de la segunda. Y es que en menos de 24 horas tendría la responsabilidad de alimentar al mismo equipo de blanco y azul que pisaba el campo cabizbajo. Derrotado.
Era tarde. No hubo marcha atrás. Cuando el nutricionista del equipo, un agradable colombiano de 25 años, le escribió por Instagram, la dejó sin opciones cuando le recalcó su interés en proponer algo diferente, gastronómicamente hablando, para sus jugadores.
«Quiero cultura latina», enfatizó. Y ella aceptó a sabiendas de que su propuesta rompe cualquier barrera y une corazones. Ese es el poder de la arepa, pensó. En seguida aceptó.
Se reunió con el head chef del equipo quien, impresionado y curioso, aceptó un menú cuyo protagonismo se lo llevaban rellenos de pabellón, pernil y reina pepiada, empanadas y también tequeños, infaltables en su propuesta.
El 18 de abril, a las 9:00 am, Migdalia y su equipo de 4 personas estuvieron al pie del cañón en el comedor de los jugadores y del staff, con suficiente masa para 180 arepas, 200 empanadas y unos 500 tequeños.
Todos comerían sus preparaciones con sello venezolano, Mia’s Arepas. Era una promesa.
Con arepas: ni difícil, ni imposible
«No lleves muchas arepas, no sabemos si les van a gustar», «Las empanadas no son muy populares, no creo que se las coman». El joven nutricionista estaba más preocupado que ella. «Relájate, comen como caballos», la tranquilizó, paradójicamente, el chef oficial del equipo.
Había miedo. Mucho. Pero le duró poco. Al final, se quedaron sin nada porque no dejaron ni una miga en el mesón donde se levantó el emprendimiento de arepas de la venezolana.
Todo desapareció en 3 horas. Los jugadores llegaban a engullirse hasta 2 y 3 arepas seguidas y se llevaban otras 3 o 4 más para sus familias.
«Llegaron todos juntos», recuerda Migdalia nerviosa aún, emocionada como si hubiese pasado ayer. «Me tocó explicarles de qué se trataba. Tenían un inmenso buffet, exquisito como siempre, al lado de nosotros. Era lo típico, a lo estaban acostumbrados. Yo, bien amiguera, me les presenté con mi poco inglés y les describí nuestra tradicional arepa», recordó.
«La cola era enorme. Hice una mini conferencia para todos, comenzando con Erling Haland que fue uno de los primeros en comerse una». Estaban, cuenta, interesados en saber qué era y cómo se preparaba. Celebraban que era de Venezuela, algo que la emocionó mucho. Pedían «la mejor» y se llevaban a la boca, en su gran mayoría, las de pabellón.
El portugués Bernardo Silva fue con el único con el que pudo hacerse una foto. Había llegado más temprano, tenso, queriendo olvidar el día anterior. Migdalia estaba nerviosa por eso. «¡Ay, Dios mío! Esta gente no va a comer, van a estar tristes porque perdieron anoche», se repetía.
Error de la que el mismo entrenador Pep Guardiola le advirtió cuando, de repente, le dijo viendo cómo preparaban las arepas en la gran plancha dispuesta para Mía’s Arepas:
“¡Arepas! Qué bueno, al menos tendremos un poco de alegría ahora que tanto la necesitamos»
Jack Grealish, por su parte, es también uno de los más recordados por Migdalia Mendoza aquel día. «Se comió una de pabellón tras otra mientras intentaba hablar español conmigo, muy chistoso. Todos querían entender, hacían preguntas por el Translate de Google, querían darme sus apreciaciones y que yo les explicara todo lo referente a las arepas y el relleno».
«¡Vámonos de fiesta con las arepas!», fue lo último que le dijo antes de sonreírle y llevarse algunas bajo el brazo. «Ese día revolucionamos el comedor oficial del Manchester City. Lo llenamos de Venezuela Esa es la verdad», sentenció.
Después de las felicitaciones del equipo, el staff, y quienes le dieron aquella oportunidad de oro, el equipo de Mia’s Arepas, contento, se fue a casa con la oferta de que cuando empiece la nueva temporada de fútbol, podrían entrar como opción en el comedor del City. Aunque está en evaluación.
Una nevera fue su motor
A Migdalia Mendoza, una llanera de Guanare de 50 años de edad, le tocó cambiar el computador por una bandeja de camarera hace poco más de 25 años. De esos, ha vivido 15 España y los últimos 10 en Inglaterra tras emigrar de su natal Venezuela.
Trabajar como contador público en la Gobernación del estado Portuguesa, por allá por 1999, no le alcanzaba para mucho. Para nada, recuerda. Y harta de una situación económica y familiar que estaba lejos de mejorar, decidió buscar un mejor futuro para ella, su pequeña hija y hasta su familia, a quienes mantendría estando lejos.
Detestaba ser una asalariada cuyas quincenas las debía incluso antes de cobrarlas. No podía permitirse ni una chuchería o cubrir las necesidades básicas de su pequeña. Emigró. Dejó a su hija al cuidado de sus padres, a quienes aún les agradece inmensamente, y luego de 8 meses, se la llevó a España. Justo ahí comenzaría verdaderamente su odisea: atendiendo mesas.
Su estatus no era legal. Era el año 2000, la situación pintaba bien para los extranjeros. Había oportunidades. Sin poder convalidar sus estudios para buscar un mejor porvenir, se entregó a trabajar. Y duro.
Llegó a Marbella, donde trabajó en diversos restaurantes, aprendiendo cómo manejar las bandejas, atender debidamente a los clientes y preparar cocteles.
Así pasó más de una década. Legalizó su estatus a los tres años de aterrizar en España y pudo trabajar libremente donde quisiera. Pero hace 10 años, pensó en otro cambio. En Marbella solo había trabajos de verano y no se veía pasando de nuevo una situación como la que la sacó de Venezuela. Así pues, decidió irse a Inglaterra, aunque en el país que la acogió y que la recibió tan bien, nunca le faltó nada. Ni a ella ni a su hija.
«Quería que la nevera de mis padres dejara de estar vacía. Ese fue mi motor. Me encargaría de que nunca más pasara eso desde que salí de Venezuela», destacó Migdalia dándole forma a su historia.
Detrás de Mia’s Arepas
Se fue a Manchester con una mano adelante y otra atrás. A su hija, ya adulta, no le gustó y regresó a España. Migdalia, viendo cómo era el movimiento, dijo que se quedaba. Que allí había futuro. Y el tiempo le dio la razón.
«Aprendí de hostelería y comencé a desempeñarme en el oficio. De hecho, sin saber inglés y a los 9 días de haber pisado la ciudad, me dieron trabajo», recordó. La entrenaron tan bien, que de allí sacó algunos de los conocimientos que le servirían para montar, algún día, su propio negocio.
En aquel momento, comenzó a picarle la hormiguita de la gastronomía y en las reuniones entre amigos, ella terminaba «llevando algo para picar».
No cocinaba en Venezuela, dice, pero siempre le gustó. Es un don. Añade que no necesita de recetas: «Me sale natural», gracias también a los consejos que le dio su madre alguna vez.
2019 llegó con la idea, al fin, de emprender. Sus amigos y conocidos le repetían que abriese un puesto de arepas, pero ella dudaba.
«Mi inglés no era el mejor aún a pesar de haber llegado a Manchester en 2014», recordó. Pero se sentía estancada. No terminaba de prosperar. Así que, sin pedir permiso, se sentó a elaborar un menú durante un día de playa con su hija y decidió montar su puesto. Lo llamaría Mia’s Arepas, un diminutivo que escogería para facilitarle a los europeos la pronunciación de su nombre de pila.
«En febrero tomé un cuaderno de apuntes y comencé a escribir qué tipos de relleno tendrían mis arepas y en abril ya tenía registrado el negocio. Fue así de rápido», señaló Mendoza.
«Sin dejar el trabajo en el hotel, comencé a hacer mis productos luego del horario laboral, después de mi salida a las 3:00 pm. Salía corriendo porque vivía muy cerca del trabajo, en Chinatown, justo en el centro». Iba al supermercado, compraba tres platanitos, un poquito de queso, unos tomates, par de aguacate, y proteínas para las órdenes que supuestamente iba a tener en ese día. A las 5:00 pm, todos los días, estaba activa en todas las plataformas digitales y de delivery como UberEats. El resto es historia.
El poder de una influencer… y de las arepas
«Aquí nadie me conoce, nadie sabe qué es una arepa, ¿cómo yo voy a venderlas?”, se cuestionó. Abrió entonces una cuenta de Instagram, otra de Facebook y luego se registró en todas las demás plataformas posibles, buscando un impulso para su marca. «Se quedaban con 33% de ganancia, pero yo no podía permitirme una campaña marketing, eso es carísimo. No me importó perder dinero si ellos me hacían la promoción».
De esa manera fue como una bloguera muy popular de Manchester la encontró. Terminando de comer sus arepas, se contactó de nuevo con ella y le preguntó si podría hacerle un reportaje para su canal-marca, Manchester Confidential. Interesada en descubrir cosas interesantes en la ciudad, se fijaron en Mia’s Arepas. El trabajo final, muy profesional recuerda Migdalia, le abriría las puertas realmente al consumidor de la ciudad.
En menos de dos meses, su negocio explotó, literalmente. «Los clientes eran todos ingleses. Me he hecho muy muy popular en la comunidad, puedo decirte que 98% son locales y 2% latinos», recalcó la emprendedora.
«¿Por qué arepas? Simple: cuando tú vas al supermercado ves todo lleno de sándwich fríos, insípidos. Y me dije: ¡Ay, no! Qué triste. Esta gente tiene que comer algo más resuelto, calentito, de hogar, con carnita, caraotas y huevito». Y así lo hizo.
Propuesta gastronómica
En Mia’s Arepas se hacen arepas típicas tradicionales. Sus nombres también son los mismos que en Venezuela. Entre sus 15 rellenos, destacan la de pabellón criollo, reina pepiada, pernil –marinado durante 3 días– y la pelúa (de carne mechada y queso amarillo).
«Hay otras que tienen mi sello», dijo. Su fuerte también son las variaciones.
A lo largo del tiempo se ha ido diversificando, por eso también tequeños y empanadas. Resalta, a su vez, que estas últimas son simples: de carne, pollo, caraotas con queso y las veganas, hechas con plátano.
A Migdalia le encanta la catira, su catira, rellena con abundante pollo desmechado y cremoso queso amarillo.
«Creamos también una arepa que se llama Vicky’s que tiene reina pepiada, queso a la plancha, plátano frito y tomate. Esa es la segunda más pedida por los clientes, detrás de la de pabellón».
En un puede vender más de 100 unidades, pero han hecho hasta 500 para festivales como el de la luna en Chinatown.
Todo iba viento en popa. Y llegó la pandemia.
Cambio de planes
«El landlord de la casa donde vivía me prohibió seguir con el emprendimiento y me tuve que mudar a otra casa, pero ahí tampoco podía cocinar. En el ínterin, busqué un trabajo en limpieza. Me negaba a abandonar mi proyecto de arepas. No quería que desapareciera y el sacrificio valía la pena», rescató.
Se inventó, para mantenerse, unas cajitas de ‘hazlo tú mismo’ que contenían arepitas precocidas empaquetadas al vacío junto a los rellenos de la preferencia del consumidor. Algo así como un kit.
Consiguió hasta una bicicleta y fungió como repartidora poniéndose su mochila sobre los hombros y pedaleando durante el día haciendo entregas. Eso duró toda la pandemia y su popularidad fue en ascenso.
Incluso, un cliente la recomendó con el dueño de un lugar de vinos cerca de su casa. Allí le permitieron usar la cocina para poder ejercer el oficio. Dejó rápidamente las cajitas, el trabajo de la limpieza y se metió de lleno en la cocina a seguir trabajando con Mia’s Arepas.
Terminó la pandemia y en un revés que fue de esperarse, el chef que tenía esa cocina volvió reclamando su espacio. «Me tuve que ir, pero casualmente me dieron un puesto en un mercado que se llama Picadilly Gardens, muy concurrido en pleno centro de Manchester, al que yo había aplicado 5 veces, pero nunca me lo habían dado… Hasta ese día».
Fue un gran salto. «A los 6 meses de llegar nos dieron unos nuevos puestos, más bonitos, y dejamos las carpas con las que iniciamos el negocio. Allí estuvimos 2 años en los que trabajamos bajo mucha presión. Y para 2022 renuncié porque no me habitué a la dinámica», recordó.
No había cocina, debían desmontar todos los domingos el local y volverlo a armar cada miércoles, y se pagaban 3.000 libras por alquilar la plancha para hacer el producto y 3.000 más por el puesto en el mercado. «Eran 6 mil pounds al mes, más staff, más impuestos. Era mucho».
Nuevos comienzos
Ahora está activa en otro mercado muy popular llamado Freight Island, a 3 minutos caminando a la estación de tren de Picadilly, en Manchester. Cumplió su primer aniversario en abril de 2024. Midgalia Mendoza, sin embargo, sabe que está apenas comenzando su camino.
«Quiero tener mi propio restaurante y llenar Londres con muchas Mia’s Arepas», afirmó, a pesar de que considera que lo más difícil hasta la fecha, más que la misma pandemia, es el inglés, que sigue sin dominar. «Aunque para vender mi producto soy la número 1. Mi pitch me sale solo, me dicen que mi english is very good».
Asegura que el ingrediente principal en cada cosa que hace es el amor y no le teme a los baches que se atraviesan en su camino. Tiene confianza en el sabor y la tradición de su negocio, ser venezolana le ha enseñado que la fe en sus orígenes es lo que la ha llevado hasta donde está hoy y, por esa razón, invita a que más venezolanos se atrevan. «No tengan miedo, tengan confianza en ustedes y lo que tienen para ofrecer. Y recuerden, las arepas son universales y ese es el idioma en el que los que estamos afuera nos comunicamos».
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