Esta es una historia de amor que comenzó entre Francia y España, pero que germinó, floreció, prosperó y sigue creciendo en Venezuela.
Cuando Pierre Charles Calani, proveniente de La Gaule y con la fiebre de El Dorado, pisó Caracas a mediados del siglo XX, su único interés era ver cómo llegaría a las minas de oro del estado Bolívar que prometían un mejor futuro para los inmigrantes. Fue el único miembro de una numerosa familia -que prefirió quedarse en el país europeo-, cuyos planes no incluían enamorarse y hacer vida dentro de un hogar lleno de niños y tradiciones. Su futuro, hasta la fecha y siendo apenas un jovencito, era llenarse las manos de aquel mineral que lo haría rico… Pero todo cambió cuando vio por primera vez a Soledad Rodríguez, la que se convertiría en la madre de sus hijos y con la que inauguraría una de las panaderías/heladerías con más historia de la capital, la Tivoli, como aquella ciudad italiana de la provincia de Roma, en la región del Lacio.
Fue amor a primera vista. No solo entre ambos, sino entre ellos y Venezuela. Y así, el sueño de conquista, los lingotes y El Callao de uno, y la invitación familiar que le hicieron a otra, quedaron opacados por la necesidad de formalizar una relación estando en un país que les abrió las puertas sin pedirles nada a cambio sino trabajo, fe y constancia.
Tivoli, 60 años de historia
Monsieur Calani, desde que tuvo uso de razón y estando en Francia, trabajó en pastelería. Fue maestro tanto pastelero como chocolatero, así que cuando él y su esposa se asentaron en el país, lo primero –y lo único– que se les cruzó por la mente para prosperar, fue montar un local especializado en las artes culinarias dulces.
Y sucedió. Invirtieron sus ahorros en un lugar que les permitió hornear sus sueños y también venderlos.
Así pues, el 23 de junio de 1964 nació Tivoli en la planta baja del edificio Socamara en la Avenida Las Palmas, en el Municipio Libertador, y se convirtió en una de las pioneras en pastelería francesa en la ciudad. Algo que, según Vivianne, hija y actual encargada del negocio, nunca ha dejado de hacerse. «En Tivoli no hacemos nada criollo, todo lo que hacemos se basa en las recetas que trajo mi papá en su maleta. El sello es francés, pero también hay algunas de origen italiano, español y alemán».
Aunque combinaron, en un principio, la heladería con sus bondades pasteleras, al poco tiempo, durante los años 70, la pareja se dio cuenta de que debían prescindir de su realización pues el foco siempre fueron las tortas y sus derivados.
Sus padres, recuerda Vivianne, trabajaban de sol a sol para construir un nombre que lograron consolidar en poco tiempo. «Eran muy pocas las pastelerías que estaban en pie, eso los obligó a trabajar en sus productos con mucha mística y amor. Una fórmula que funcionó y que hasta el día de hoy nos mantiene en pie».
Época dorada
«Desde que Tivoli abrió en Caracas fue un boom por lo especial y lo bueno de sus productos. Tuvo un gancho inmediato», cuenta Vivianne. Sobre todo, entre la gente que tenía privilegios de viajar a Europa y, al regresar, se encontraban prácticamente con las despensas francesas abundantes, pero a un paso de sus hogares».
La voz, entonces, se corrió como pólvora. Sobre todo, porque su ubicación resultaba bastante estratégica: canales de televisión, emisoras de radio, cines y teatros, formaban parte de su cuadra. Además, la comunidad judía fue –y sigue siéndole– fiel a la pastelería cuando se trata de fiestas o agasajos.
«Las colas eran kilométricas. Llegaban hasta la avenida Libertador», recuenta la gerente. «Nos convertimos en referencia gracias a nuestra pasta seca, la tartaleta de fresa, la milhojas y los profiteroles», asegura. Asimismo, porque eran de los pocos negocios que se adecuaban a las temporadas como Semana Santa, Navidad y Pascua, en donde recreaban la celebración a través de sus Colombas Pasquale, Pastieras, Panetones y mazapanes de colores o frutas pintados como lo hacían en Francia.
Ser referencia es, según Vivianne, una etiqueta que permanece a pesar de la fuerte competencia hoy día y la cantidad de baches que han atravesado a lo largo de 60 años.
Lo que ofrecen
Entre su extenso catálogo, que ronda los 50 productos, destacan pizzas tradicionales, pasapalos de hojaldre -«el mejor de Caracas», se atreve a asegurar la encargada- pastelitos de carne, queso y pollo, croissants dulces y salados, danesas y pasteles de manzanas, ciruelas o fresas. Además, hacen milhojas griega, tartaletas de frutas y Beignets (buñuelos dulces de masa frita y rellenos de crema o chocolate). Los massini son de los favoritos, un postre que se había perdido y que en Tivoli sigue activo. Es una torta con plancha fina o pionono finito, incluye trufa de chocolate, nata está recubierta con crema de yema. Al final se espolvorea con abundante azúcar impalpable (glas, pulverizada, lustre).
También incluyen en su lista de especialidades la sacripantina. Es una típica torta abovedada, de origen genovés, menos famosa que el tiramisú pero igualmente deliciosa. Se prepara sobre una base de bizcocho y se rellena tanto con crema pastelera de chocolate como con crema de ponche de huevo. Se cubre con trocitos de bizcocho y azúcar glas.
Su charlotte también es única. Esta es una tarta de origen francés que se caracteriza por su base de bizcochos de soletilla en láminas. No requiere de horneado y se sirve fría. La de Tivoli contiene praline de almendras y nata, aunque puede elaborarse con rellenos variados como cremas, helados, mermeladas, compota de frutas o jaleas. Los éclairs son igual de famosos y se elaboran a partir de una masa choux a la que se le da forma alargada, se rellena de crema y se cubre de chocolate. Un bocado digno de cualquier pastelería francesa al alcance de todos.
Finalmente, su bizcocho con crema de sabayón, nata, gotas de chocolate y también praline de almendras es de los más pedidos. «No tenemos un producto regular en nuestras filas; todo son no menos que espectaculares», reitera.
Sobre si existe algún secreto detrás del éxito de cada una de sus preparaciones, admite que, corriendo el riesgo de parecer muy cliché, tienen recetas fáciles y están hechas con amor. «Así de simple”, expresa Calani.
Todos los que trabajan en la pastelería, deben firmar un acuerdo o cláusula de confidencialidad, la única manera de conservar la recetas. «Es una condición sine qua non si quieren formar parte de esta gran familia. Hasta ahora, tenemos empleados que están con nosotros desde hace 35 años», se sincera.
El legado
De la pastelería que alguna vez sirvió de punto de encuentro para Gabriel García Márquez cuando visitaba Venezuela, o de presentadores reconocidos como Marco Antonio Lacavalerie y Renny Otolina, de presidentes y políticos, artistas y gastrónomos como Armando Scannone, queda la esencia de sus creaciones, pero también de su gente quienes, como siempre hacía hincapié su fundador, son la columna vertebral del negocio.
Actualmente, de los 36 empleados que comenzaron quedan 17 trabajando con la mística, calidad y responsabilidad que permiten el mejor de los resultados para un público que siempre ha sido exigente con lo que come, acota Vivianne.
«A veces sacrificamos ganancia para vender en volumen y al final es una buena fórmula para seguir subsistiendo», recalca. «Además, le damos al comensal lo que sea que pida: ¿la réplica de una torta de matrimonio de hace 20 años?, ¿un postre de comunión de hace 70? Lo hacemos. Ser competitivos y nunca bajar la calidad es también el objetivo», dice, mientras -justo en frente- está una señora con su hija comprando, por trigésima cuarta vez, una torta de cumpleaños para celebrar a su hermana.
«Puede que nuestras mejores épocas hayan sido las del 70, 80 y 90, pero aquí seguimos 6 décadas después afianzándonos por seguir estando en la memoria gustativa del caraqueño”.
Subraya, de la misma forma, que tiene el mismo sabor de la tradición, la misma textura. «Aquí todo te transporta a recuerdos importantes con sello Tivoli», añade.
Tivoli, la milla extra
Con ayuda de su socia, Mildred Del Castillo, gran amiga de la familia y con la cual comparte responsabilidades desde hace 14 años, se han dado a la tarea de adaptar Tivoli a las nuevas generaciones, presentando un atractivo plan de consumo que incluye una expansión. Un café, justo al lado de la panadería, una terraza y áreas donde disfrutar el concepto 2.0 del negocio, son algunos de los «extra» que ambas conjugaron para que su nombre nunca dejara de sonar.
«Mildred es asesora legal de profesión, pero en Tivoli se encarga de la supervisión y producción de nuestros postres», señala. Con su padre, fallecido hace 15 años, y su madre que murió de covid 19, Vivianne aceptó el reto de seguir adelante con el proyecto.
Recuerda con pesar cómo estuvieron cerrados, en 2020, desde marzo hasta mayo. «Pensamos que el legado de Tivoli desaparecería. Pero además de la remodelación, mutamos a delivery y, finalmente, al reabrir, apostamos por tener un plus en el negocio: presentaciones musicales en vivo».
Una vez al mes, generalmente los últimos viernes, Maigualida Ocaña ofrece sus reconocidos shows de salsa en la terraza. «Brindamos una especie de unplugged», expresa Vivianne. La entrada es libre y no se exige consumo.
Vivianne aprendió de sus progenitores que Venezuela es el mejor país del mundo y esa es la razón principal de por qué no sale de él. «Ellos murieron aquí y muy felices porque tuvieron la oportunidad de construir un negocio honesto. Además, un hogar no es donde se nace, sino por el que luchas».
“Tivoli es un negocio que perduró en el tiempo y se convirtió en legado. Eso es valioso; es historia”
El llamado de la hija de esta historia de amor que se convirtió en Tivoli es simple: «Vengan a las zonas ícono de Caracas, amigos. Disfruten de todos los rincones de la ciudad. No se queden solo con lo nuevo o lo que está de moda. Nosotros también estamos vivos».
Horarios
De lunes a sábado, desde las 8:30 am hasta las 7:30 pm. Tienen wifi gratis, también es pet friendly y tienen seguridad.
Precios
El consumo puede ser de un 1 dólar. Un desayuno puede salir en 4$ (café y pizza o pastelito). Son solidarios en precios, lo que los hace competitivos en el mercado.