Cuando Carlos se casó con Diana en 1981, cerca de 750 millones de personas siguieron por TV la “boda del siglo”, algo que cambiaría con la llegada de Camilla Cornualles. La boda llamó la atención del mundo entero: el heredero al trono de Inglaterra y una joven aristócrata de 20 años que contaba con la anuencia de la Casa Real para ser la futura reina consorte. La chica que poco antes había estado viviendo en un apartamento con dos amigas, llegó en una carroza de cristal a la catedral de San Pablo.
La boda lejos estaba de ser idílica, como la gente la veía. Los novios casi no se hablaban desde hacía varias semanas. Diana estuvo encerrada en el Palacio de Buckingham aprendiendo las reglas para comportarse correctamente junto a un príncipe. Y entre los asistentes a la ceremonia, se hallaba la persona con la que Carlos realmente quería casarse desde hacía años: Camilla Parker Bowles mejor conocida como Camilla de Cornualles.
¿Por qué no contrajo matrimonio con ella desde el principio?, se preguntarán algunos. Camilla no reunía lo que la Corona exigía para ser la esposa del futuro rey. Fue novia primero y se casó después con el mayor Andrew Parker Bowles. La reina, como cabeza de la Iglesia en el Reino Unido, no podía permitir que su hijo contrajera matrimonio con una mujer divorciada (recién lo fue en 1995).
Diana era como una princesa de Disney de carne y hueso. Tenía 14 años menos que Camilla y la apariencia virginal que exigía la Corona. Un atributo que, por supuesto, no poseía Carlos. Hasta ese momento había seguido el consejo de su tío segundo, Lord Mountbatten: “Que eche todas las cañas que pueda antes de sentar cabeza”. Muchos de esos fuegos de artificio explotaron sobre la alcoba de Camilla. Carlos nunca dejó de visitarla desde el momento en el que la conoció. En una famosa entrevista que Diana concedió a la BBC en 1995, señaló: “Éramos tres en mi matrimonio y eso es una multitud”. Muchos años tragó la bronca Lady Di: incluso días antes de casarse descubrió un fino brazalete que Carlos le había mandado a fabricar a Camilla.
Un amor de medio siglo
Carlos y Camilla de Cornualles (cuyos verdaderos apellidos son Rosemary Shand) se conocieron en un partido de polo en 1970. Ella se encontraba en un impasse en su relación con Andrew Parker Bowles. “¿Sabía que mi bisabuela, Alice Keppel, fue amante de su tatarabuelo, el rey Eduardo VII?”, le dijo al príncipe. Y lo conquistó. Ella tenía 23 años y él, 22.
Comenzaron poco después un romance discreto. Hasta que Carlos tuvo que ir a un viaje de ocho meses al Caribe, como parte de su carrera en la Marina. Algunos expertos en la monarquía británica (que los hay varios) dicen que eso lo planeó Mountbatten y la propia reina para separarlos. Finalmente, aunque nunca cortaron el vínculo del todo, ella volvió con su ex, con quien se casó en 1973. Tuvieron 22 años de matrimonio y dos hijos, Laura y Tom, este último curiosamente ahijado del príncipe Carlos.
Aunque mantenían un matrimonio abierto, Andrew Parker Bowles decidió separarse en 1995. Un año después, Carlos y Diana firmaron el divorcio, allanando el camino para una nueva boda real.
Tras la muerte de Lady Di en 1997, cuando intentaba escapar en un auto de los paparazzis junto a su pareja Dodi Al-Fayed (quien también falleció en ese accidente en París), Carlos comenzó sacar de las sombras a Camilla. Aunque su amante siempre supo que no tenía la estrella de Diana, quien eclipsaba tanto a su marido como a la propia reina en cada aparición pública, en 1999 se mostró por primera vez frente a las cámaras. Como era de esperar, recibieron un aluvión de críticas.
En 2003 se mudaron juntos a Clarence House, una residencia real ubicada en la calle que une el Palacio de Buckingham con la plaza Trafalgar, donde residen desde entonces. Pero tras los intentos de la familia real para que el mundo aceptara a Camilla, la popular serie de Netflix The Crown ha reabierto viejas heridas. Y aumentó la antipatía del público hacia la segunda esposa de Carlos, a quien se responsabiliza por haber destruido el matrimonio de la fallecida Lady Di.
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