Pocas enfermedades están tan relacionadas con las condiciones de vida como las parasitosis. Si bien pueden afectar a cualquier persona, están infinitamente más expuestos quienes no disponen de agua potable o de algún sistema seguro de tratamiento de las excretas; por ejemplo, algo aparentemente tan sencillo como un baño.
Los más perjudicados son los chicos. Además de síntomas como picazón anal, diarrea, distensión y dolor abdominal, nerviosismo o irritabilidad, sufrir parasitosis a corta edad puede causar desnutrición y repercutir sobre el desarrollo intelectual y cognitivo más tarde. Y es preocupante, porque tiene parásitos intestinales más de la mitad de la población infantil de nuestro país.
“Los parásitos son organismos visibles y no visibles para el ojo humano, que para su supervivencia requieren de otra especie a la que se denomina huésped. Las parasitosis intestinales probablemente sean la enfermedad más frecuente del tubo digestivo en todo el mundo y la Argentina no es ajena: tienen parásitos más de la mitad de los chicos –dice Edgardo Smecuol, médico del Hospital Bonorino Udaondo y expresidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología (SAGE)–. Es una patología de la pobreza y nuestro país tiene una gran población debajo de la línea de pobreza. Por segundo año, desde la SAGE, organizamos una campaña dirigida a los medios de difusión, a la población y a los médicos para difundir información sobre el problema”.
Una investigación publicada en 2017 conducida por la bióloga Graciela Navone, del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (Cepave) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) sobre niños preescolares y de escuela primaria indicó que la mayor frecuencia de parasitosis con protozoos se encontró en Misiones, con 66,5% de niños afectados, y la menor en Chubut, con 19,2%. En la provincia de Buenos Aires fue de 42,2%.
¿Qué se está haciendo en el nivel oficial por abordar el problema? El intento de LA NACION por conversar con Graciela Santillán, titular del departamento de Parasitología de ANLIS-Malbrán, fue infructuoso. La especialista no respondió los mails y la oficina de prensa encargada de ese organismo tampoco dio una respuesta a este diario. En tanto, el Ministerio de Salud de la Nación tampoco respondió la consulta.
“Las frecuencias de parasitosis en la Argentina responden al complejo mosaico de variabilidad climática y socioeconómica del país y revelan una tendencia descendente de norte a sur y de este a oeste. Los que están más presentes en nuestra población son los protozoos y dentro de estos los más dañinos son las giardias, un parásito cosmopolita que está acá y en todo el mundo”, explica Navone.
¿Por qué los chicos?
Además de un sistema inmune en formación, los chicos tienen hábitos que los ponen más en riesgo. “Están más en contacto con ambientes contaminados, juegan con la tierra y el agua –explica Jaime Altcheh, jefe de Parasitología del Hospital Ricardo Gutiérrez e investigador clínico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y del Conicet–. Una cuestión importante son las mascotas. Hay que desparasitarlas periódicamente y realizar un manejo responsable de las excretas de perros y gatos. El toxocara es un parásito que eliminan los perros; las giardias son eliminadas por perros y gatos”.
“Los oxiuros, por ejemplo, son parásitos muy comunes en los chicos y producen mucho prurito. Se rascan la zona anal, llevan los huevitos de los oxiuros en las uñas, se ponen las manos en la boca o juegan con otros chicos y se infectan y autoinfectan permanentemente”, agrega Lucio González, médico pediatra y gastroenterólogo infantil del Hospital Municipal de Niños de San Justo.
González afirma que las parasitosis se asocian con la mala absorción de nutrientes y vitaminas, que el organismo realiza en buena parte dentro del intestino. “Hay chicos que pueden no ser menos inteligentes, pero sí tener trastornos en la resolución de problemas complejos. No olvidemos que el intestino es nuestro segundo cerebro”, detalla.
La contaminación del suelo, explica Smecuol, es clave: “El suelo se infecta con la materia fecal parasitada en lugares donde el agua no es segura y se contamina con las excretas. Desde el suelo los parásitos llegan al intestino por dos vías: en algunos casos los huevos atraviesan la piel, y por eso sugerimos no andar descalzo. Pero la mayor contaminación surge de la transmisión fecal-oral: los chicos viven llevándose cosas a la boca y si no hay modo de lavarse las manos y las uñas con agua segura, o no hay baños ni cloacas y las personas deben defecar al aire libre, las infecciones se propagan de manera rápida y silenciosa. Si el agua no es segura, tampoco se pueden lavar bien los alimentos, por ejemplo, las verduras. Y otra fuente de infección son las carnes mal cocidas”, enumera.
González describe que si bien existen parásitos muy visibles, que se eliminan bajo la forma de gusanos en la materia fecal, hay muchos que no se ven. “Síntomas como diarrea crónica, bajo peso, dolor abdominal o síntomas no digestivos como infecciones de piel frecuentes o respiratorias deberían hacer sospechar parásitos”, advierte.
Parasitosis: cómo y cuándo tratarla
Un paso crucial es el diagnóstico, enfatiza Altcheh. “Hay que hacer análisis de materia fecal. Siempre abogamos para que se indique un antiparasitario luego de un correcto diagnóstico. No hay resistencia humana a los antiparasitarios, pero podría haber si se usan en forma indiscriminada, como ocurre con el ganado. En el hospital donde trabajo [de niños Ricardo Gutiérrez], se realizan adecuadamente los análisis de materia fecal y se dispone de medicación también”.
Sin embargo, el análisis de materia fecal puede no ser suficiente. “Hay algunos parásitos que requieren el test de Graham. Por ejemplo, los oxiuros –agrega Smecuol–. Para diagnosticarlos se pone una cinta especial en el área perianal porque los huevos se acumulan allí y no siempre son posibles de identificar a través de un análisis de materia fecal”.
Smecuol puntualiza que en los hospitales públicos de pediatría el Estado tiene disponible medicación antiparasitaria (que se toma por vía oral) para entregar en forma gratuita, y que si el hospital no tiene una dotación disponible se puede gestionar mediante trámites. “Es medicación no costosa, muy eficaz y segura, pero la logística para conseguirla debería ser más sencilla para que las personas accedan más fácilmente. Cada tipo de parásito se combate con un medicamento específico y, en algunos casos, debe repetirse el tratamiento unas semanas después, con el objetivo de eliminar los parásitos adultos que nacieron de los huevos que resistieron las primeras dosis de medicamento”, afirma. No siempre es necesario que se trate todo el núcleo familiar conviviente.
Smecuol suma que entre 2000 y 2015 se llevaron adelante en el país programas de desparasitación en zonas de alta y mediana prevalencia (de 25 a 50% de la población afectada). “Se llamó Tratamiento Antihelmítico Masivo y Reiterado (TAMR) –explica–. Es una sugerencia de organismos internacionales y sería deseable que continuara”.
“Así como existen programas para pacientes con diabetes o con VIH sida, también debería haberlos para tratar a las personas en los bolsones de parasitosis, para hacer una intervención activa. Pero en estos momentos estamos desprotegidos”, añade González, y enfatiza que “uno podría matar la mayoría de los parásitos lavándose bien las manos”.
En este sentido, Navone, que estudia las parasitosis hace más de 40 años, comenta que su grupo realiza un relevamiento piloto en una población cercana a la ciudad de La Plata y que comprobó una disminución de las infecciones. “Allí las condiciones del ambiente no mejoraron, siguen teniendo las mismas carencias de cloacas y agua potable, pero debido al coronavirus aumentaron sus cuidados personales. Fueron incorporando el hábito de lavarse más frecuentemente las manos, tratar mejor los alimentos que comen crudos, purificar el agua con el hervido o la cloración. Y encontramos menos parasitosis por esas conductas preventivas”, aclaró.
Según la especialista, el tema de las parasitosis estigmatiza a las poblaciones más pobres sin analizar la complejidad del problema. “Muchas veces hemos puesto plata de nuestro bolsillo para visitar áreas endémicas, como por ejemplo la provincia de Misiones, buscando llevar alguna solución –dice–. Y hemos visto que las personas carecen de información. En esa provincia hay un parásito que entra por los pies y la gente va descalza. Les explicamos el riesgo y al día siguiente muchos estaban con zapatillas o zapatos. ‘Nunca nos habían contado lo que nos explicaron ustedes’, nos comentó un señor de más de 50 años. También vemos frecuentemente que cuando un paciente aparece con algún cuadro de gastroenteritis los médicos siempre piensan en otra cosa, nunca en parásitos”.