El Registro Nacional de Escocia publicó este jueves el certificado de defunción de la reina Isabel II, que falleció el 8 de septiembre en su amado castillo de Balmoral a los 96 años de edad. El documento revela por primera vez y de forma oficial la causa de muerte de la monarca: “Vejez”.
Al menos públicamente, nunca se había informado que la reina sufriera de alguna enfermedad potencialmente fatal y ahora la difusión del certificado de defunción con la leyenda “old age” como desenlace de su muerte abona un debate candente en la sociedad de Japón, una de las más longevas del mundo. Cuando una persona muy anciana muere sin un motivo obvio, ¿los médicos igualmente deberían intentar identificar la causa, o es aceptable decir que esa persona murió de vieja?
Y los médicos se inclinan cada vez más por esa última respuesta. El año pasado, la tercera causa de muerte más común en Japón fue el rōsui, una palabra que combina los caracteres de “deterioro” y “ancianidad”. El término suele traducirse como “morir de viejo”, y explica la causa de muerte de más de 1 de cada 10 japoneses, detrás del cáncer y de las enfermedades cardíacas.
“Hoy en día, si una persona tiene varias complicaciones médicas, pero es muy anciana, simplemente decimos que murió de vieja”, dice el gerontólogo Akihisa Iguchi, profesor emérito de la Universidad Nogoya. Las familias, afirma Iguchi, suelen aceptar sin problemas esa explicación.
Iguchi señala que con el tiempo, el progresivo envejecimiento poblacional de Japón hará que el rōsui se convierta en la principal causa de muerte en el país.
Pero Japón es un caso aparte. La vejez no figura entre la lista de las 10 principales causas de muerte a escala global de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni en la lista equivalente que difunden los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, donde en 2020 los tres primeros puestos lo ocuparon las enfermedades cardíacas, el cáncer y el covid-19.
Pero el debate excede lo estadístico. También atañe a las decisiones que enfrentan familiares y médicos cuando una persona muy mayor se vuelve frágil y el deterioro se acelera, tal vez por una sumatoria de dolencias que por separado no serían letales. Es entonces que hay que decidir hasta qué punto intervenir o qué tan invasivo debe ser el tratamiento de esas dolencias, para también garantizar el bienestar de la persona.
Poner el nombre de una enfermedad en un certificado de defunción –por ejemplo la neumonía, enfermedad frecuente entre los adultos mayores– de inmediato suscita dudas sobre lo que se hizo o pudo hacerse para tratarla. Morir de viejo, por el contrario, sugiere que el resultado era inevitable.
En el caso de Isabel II, en Japón muchos notaron que la reina siguió con sus actividades hasta casi el final, según las declaraciones del Palacio de Buckingham, y que murió plácidamente en su cama. En su última aparición pública, dos días antes de su muerte, la monarca recibió sonriendo y de pie, apoyada en su bastón, a la flamante primera ministra del Reino Unido.
“No fue algo trágico, sino el término natural de la vida –dice Kazuhiro Nagao, médico de Japón especializado en cuidados paliativos–. Es el tipo de muerte que en Japón se consideraría ideal”. El certificado de defunción difundido hoy parece darle la razón.
¿Abuso del término?
Nagao dice que escribe los dos caracteres que componen la palabra rōsui en alrededor de la mitad de los 160 certificados de defunción que extiende anualmente.
De hecho, es la causa de muerte oficial de varias personalidades importantes de Japón, incluido Kazuo Inamori, fundador de Kyocera, que murió el mes pasado a los 90 años de edad. Y en 2019, cuando falleció el exprimer ministro Yasuhiro Nakasone a los 101 años de edad, los medios de información locales citaron su “avanzada edad”.
Sin embargo, el posible abuso del término genera preocupación, especialmente si parece dar a entender que los médicos y el personal de salud no se ocupó de saber qué le pasaba a un paciente anciano o desistieron de administrarle un tratamiento que podría haberlo ayudado.
El manual de certificados de defunción del Ministerio de Salud de Japón resalta en color rojo que el rōsui solo puede ser consignado como causa de muerte cuando no puede especificarse ninguna otra causa.
Según el Ministerio, si un paciente anciano no puede tragar alimentos o bebidas debido al deterioro de la edad y desarrolla neumonía –un escenario bastante frecuente–, el certificado de defunción debe mencionar tanto la vejez como la neumonía, pero la causal de muerte debe registrarse como neumonía.
Iguchi tiene 78 años de edad y dice que cuando era joven a sus colegas les parecía vergonzoso mencionar la vejez en los certificados de defunción, porque implicaba que no había podido identificar la causa subyacente, pues la práctica médica occidental enseñaba que detrás de cada muerte debía existir alguna enfermedad. Nagao dice que algunos médicos, sobre todo en los hospitales universitarios, siguen evitando usar el término porque todavía no ha sido definido científicamente.
La Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS ha ido creciendo desde finales del siglo XIX y actualmente incluye 17.000 categorías diagnósticas, que los médicos también utilizan para identificar la causa de muerte. La última versión de la lista, difundida en enero de este año, incluye por primera vez la vejez.
Tras recibir críticas de quienes consideraron que la inclusión del término estigmatizaba a las personas mayores dando a entender que se enfermaban automáticamente por el simple hecho de ser viejas, la OMS reemplazó el término por “disminución de la capacidad intrínseca asociada con el envejecimiento”.
Nagao dice que el rōsui no es una enfermedad, sino el fin natural de la vida. “Es parte de la cultura japonesa y también podría ser parte de la cultura universal”, concluye.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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