¿Cómo sería un futuro en el que las plantas pudieran comunicarse con los humanos? ¿O uno en el que los ladrillos e incluso las vajillas estuvieran hechos de estiércol de vaca? El Museo Victoria & Albert demostró hoy que estas realidades no son tan improbables con la muestra Comida: más grande que el plato que ofrece, a lo largo de varias estancias de color rosa pastel, un recorrido sensorial por el ciclo alimentario.
Desde el compost hasta el plato invita a reflexionar alrededor de dos interrogantes: ¿Qué comemos? y ¿cómo lo hacemos? “La exposición se celebra en un momento clave en el que la alimentación y nuestra relación con ella es un tema cada vez más importante en el ámbito mundial”, dijo el director del museo, Tristram Hunt, durante la presentación de la muestra.
Dividida en cuatro secciones –Compostaje, Agricultura, Comercio y Consumo– diversos artistas, comunidades y organizaciones innovadoras presentaron sus propuestas para conseguir que la alimentación del futuro sea más sostenible, justa y deliciosa. La exhibición, que brinda un punto de vista diferente del sistema alimenticio, no pretende juzgar lo que la gente debería o no comer, sino más bien generar una conversación con el visitante y hacerle pensar sobre el futuro de esta práctica, destacó la comisaria Catherine Flood.
¿Qué comemos? Esa es una de las decisiones más importantes que se deben tomar cada día y el acto en sí pone de manifiesto que cada individuo como consumidor es al mismo tiempo productor de una serie de residuos. En la actualidad, el planeta se enfrenta a una gran amenaza medioambiental, en parte, porque la cultura del tirar y olvidar ha llevado a las sociedades a tratar los residuos como algo indeseable. Con el fin de demostrar que los desperdicios no tienen por qué ser el final del ciclo sino el comienzo de algo nuevo, proyectos como Kaffeeform, de Julian Lechner, de Alemania; o Urban Mushroom, de Grocycle, en el Reino Unido, se han expuesto en el espacio Compostaje.
Ambos utilizan los sedimentos de café de las cafeterías para crear, en el primer caso, tazas reutilizables y duraderas, y para cultivar gírgolas o champiñones en el segundo. Otro, el Totomoxtle, del diseñador mexicano Fernando Laposse, emplea hojas secas de coloridas especies autóctonas del maíz criollo de México para crear el totomoxtle, un material de marquetería que fomenta la biodiversidad agrícola. “Durante los últimos 25 años se ha perdido la diversidad de maíces a pasos agigantados a causa de la producción masiva de maíz transgénico o híbrido que, aunque permite producir más grano en las mismas hectáreas, impide que se puedan volver a plantar sus semillas por su información genética”, contó Laposse.
En la sección Agricultura la muestra recopila varias iniciativas que tratan de concienciar sobre los métodos actuales de agricultura intensiva y su relación con el cambio climático, a la vez que anima a la sociedad a reconectarse con la tierra. Concretamente, el documental Nuestro pan de cada día, del austríaco Nikolaus Geyrhalter, pretende “abrir los ojos del mundo”, como reivindican en su descripción, mostrando cómo es la producción industrial de alimentos en Europa.
Por otro lado, la austríaca Helen Steiner da voz a la naturaleza en Proyecto Florence, el cual hace posible una conversación básica entre plantas y personas, gracias a una interfaz basada en cómo las plantas usan las señales eléctricas y químicas para procesar y responder a estímulos ambientales. “Mi propuesta traduce las frases de la gente en frecuencias de luz y ofrece una respuesta elaborada a raíz de los cambios en las señales bioeléctricas del vegetal”, explicó a Efe la creadora.
El espacio Comercio plantea modos de comprar, vender y transportar alimentos mucho más transparentes y alberga productos como la cerveza de Abacaxi –piña–, del Atelier Dragäo Baiano, en Brasil, elaborada en un área rural a partir de energía solar. Otros como Banana Story, de Johanna Seelemann y Björn Steinar, de Islandia, muestran cómo es la cadena de distribución de un plátano procedente de Ecuador, que recorre 8.800 kilómetros hasta llegar a un supermercado en el país nórdico.
Por último, en la sala dedicada al Consumo se exponen piezas como la del chef español Ferran Adriá que exploran la evolución de la cocina a través de varios dibujos. También se encuentran, entre otros, el proyecto La salchicha del futuro, de la suiza Carolien Niebling, que reivindica una manera frugal de hacer una comida a partir de restos o cortes baratos de carne.
El recorrido finaliza con el Food Lab o Laboratorio de comida, en el que el visitante puede degustar un aperitivo personalizado luego de responder cuáles son, a su juicio, los aspectos más importantes del sistema alimenticio. El Victoria & Albert mantendrá en su catálogo este viaje sensorial a través de más de setenta proyectos contemporáneos hasta el próximo 20 de octubre.