María Fernanda Correa decidió explorar las bondades de las flores de una manera distinta. En sus predios comenzó a sembrar las que tienen una particularidad: no solo ostentan belleza sino que, además, son comestibles. En un huerto que ha crecido a fuerza de determinación, ya prosperan en siete terrazas las plantas que regalan sus flores prestas para ser probadas: coloridas capuchinas, orquídeas en miniatura, begonias con sabor propio, violetas o geranios. Cuando se degustan, cada una revela personalidad propia. Hay dulces y sutiles, otras son inesperadamente picantes. Están también las que estallan en la boca con su sabor aunque sean diminutas, como la flor del cilantro.
En ese recorrido, ha aprendido lo que cada una exige para crecer: “A algunas les gusta el sol. A otras, más agua”. Y sobre todo sabe lo que ofrecen. “Las flores no solo sirven para el emplatado. Tienen una variedad de propiedades, por ejemplo, son antioxidantes. Hay las que se comen enteras. De otras se consumen solo los pétalos”, afirma Correa, que es profesora de Bioquímica en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, estudió cocina en el Instituto Culinario de Caracas y ahora ofrece estos primores en cajitas para restaurantes como Alto, Hajillo’s, Azalea y Moreno, en Caracas, o la posada Cacaoni Lodge, en Choroní.
Correa decidió compartir lo que ha aprendido sobre este universo floral comestible en charlas de Florifagia –“el acto de comer flores”-, que ha ofrecido en lugares como el restaurante Hajillo’s. En sus predios también crecen hojas de kale (col rizada) y rúgula, hierbas aromáticas y plantas como amaranto. Su anhelo es tener un sitio en su hogar para mostrar esas bellezas, dictar allí las charlas y servir los platos engalanados con flores.
*María Fernanda Correa está en Instagram como @cocinafrugal.
Fotografía: Gustavo Bandres @gustavobandres
Las enseñanzas de Chloé sobre chocolate
Chloé Doutre-Roussel lleva en el paladar la geografía de sabores de los mejores chocolates que se logran en el planeta. Respetada experta en la materia, la autora de Chocolate para entendidos, quien estuviera encargada de la sección de repostería de Ladurée en París y dicta charlas sobre el asunto por el mundo, felizmente tiene un vínculo cercano con Venezuela. Aquí apoya con su sapiencia la avanzada de los chocolates artesanales desde Cacao de origen, dirigido por María Fernanda Di Giacobbe. En la tienda y laboratorio, situados en Hacienda La Trinidad en Caracas, se le puede encontrar eventualmente enseñando a catar tabletas, por ejemplo, a quienes se inician en la producción con emprendimientos propios.
Desde esa mirada puede contar con absoluta propiedad las bendiciones con las que cuenta este país y lo mucho que hay que hacer para honrarlas. “Venezuela es el lugar con la más grande diversidad genética de cacao en el planeta. Pero para obtener buen chocolate es necesario que los productores hagan un mejor trabajo poscosecha, de buena fermentación, secado al sol y almacenamiento en lugares libres de contaminación. Es necesaria mucha educación”, advierte. Por ello es generosa al compartir sus conocimientos a través de talleres como los que dicta actualmente Cacao de origen en alianza con el Basque Culinary para emprendedores del chocolate. Aquí, Chloé es testigo y parte de un movimiento que se cocina con tenacidad. “La energía e inspiración que logra María Fernanda ha estimulado a muchos. En este momento no es fácil comprar cacao, transportarlo o conseguir calidad. Sin embargo, ha habido un movimiento muy rápido que da ánimo. Ahora viene un reto enorme de apuesta a la excelencia para hacer un filtro. Que haya mucha enseñanza para que la gente mejore la producción”, comparte con certeza. “Gracias a la calidad de su cacao, Venezuela tiene el mayor potencial en el mundo del chocolate. Pero es fundamental la educación: desde el productor hasta quien exporta”.