Hace tres años se estrenó La Casa Bistró en Los Palos Grandes, donde el chef Francisco Abenante ha constatado el poder de convocatoria de los sabores propios. “Aquí pusimos lo que somos en primer plano, sin complejos. Y la gente se conecta emocionalmente”, dice quien es parte de un gustoso movimiento que, pese a crisis y adversidades, se cocina a fuego lento: la reivindicación con orgullo de platos e ingredientes que hablan de Venezuela. “Ya la gente se refiere con respeto a la cocina venezolana, que es rica y exuberante. En las escuelas, los estudiantes presentan exámenes con esas recetas. Eso no ocurría hace diez años y se ha logrado pese a toda esta situación”.
Hace un año, Abenante inició lo que ahora suma numerosas buenas voluntades. Lo que es Barriga llena corazón contento empezó a partir de una conversación con David Akinin, en la que se preguntaban cómo ayudar. Pensaron hacer sopas para repartir. Y esa fue la génesis de esta fundación, que sigue creciendo. Varios restaurantes, entre los que se cuentan La Casa Bistró, Alto, Lola, La Esquina, Sur de J.W Marriot, La Sibilla y la barra de la Unimet han elaborado por más de 70 semanas sopas para los niños del hospital J. M. de los Ríos y otras instituciones, como ancianatos. El hospital ya cuenta con servicio regular de comidas y actualmente evalúan cómo reorientar la iniciativa. “Estamos buscando alianzas para llevar las sopas a colegios donde están niños escolarizados que lo necesitan”.
En el camino, Abenante madura la idea de que ese esfuerzo solidario y plural evolucione. “Me gustaría un esquema que involucre a las comunidades. Donde cocineros compartamos lo que sabemos en preparaciones, almacenaje de alimentos. Eso, con la idea de que la ayuda no sea sencillamente un regalo, sino que se trasforme en oportunidades. Lograr que la gente sea gestora de sus realidades es la solidaridad verdadera. Mi sueño es que la fundación sea un foco que cambie realidades y le dé herramientas a la gente”.
De esa iniciativa ha llegado a una convicción. “Ayudar en más fácil de lo que uno se imagina. Se puede, por ejemplo, compartir lo que uno sabe y hace. Colaborar con presencia y conocimiento. Hay que ayudar a que la gente sea responsable de su realidad, que se convierta en actor y deje de ser una ficha. Ese es el verdadero cambio de conciencia”. Por ello tiene claro la actitud que se debe asumir en tiempos difíciles: “La optimista. Las derrotas están en nuestra cabeza. Hay que conquistar desde lo más pequeño”.
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