La esperada cuenta regresiva para Año Nuevo se replica en todo el mundo en momentos diferentes, según el huso horario de cada país. Por eso, existe un país donde empieza el Año Nuevo antes pero que corre peligro de perder su lugar en el planeta por factores externos.
La república de Kiribati es un archipiélago ubicado en el huso horario más oriental del mundo, UTC +13, lo que le da la condición de ser la nación donde comienzan todos los días. El país asociado a la región de Micronesia, en el continente oceánico, está compuesto de 32 islas, de las cuales 21 están habitadas.
La mayoría son atolones, tierras de forma anular que rodean una laguna interior, en cuyos costados crecen arrecifes de coral. Toda la superficie terrestre de Kiribati está completamente rodeada por el mar, y se compone de tres grupos de islas: las Islas Gilbert, las Islas Fénix y las Islas de la Línea o Espóradas Ecuatoriales.
Este último grupo constituye el conjunto de tierras más orientales del mundo. Los dos puntos en que comienzan las fiestas aquí se dividen entre la Isla Caroline, mayormente deshabitada, que fue rebautizada Isla del Milenio en el año 2000. Ese año se la promocionó como el punto simbólico en que comenzaría este nuevo tiempo para la humanidad.
Como recuerda la Enciclopedia Británica, este atolón, hoy considerado una de las islas tropicales menos alteradas por la mano del hombre, no siempre estuvo deshabitada. “Herramientas y mares (plataformas de templos) se hallaron en Caroline, remanentes de los polinesios que alguna vez la ocuparon”. Los británicos tomaron posesión en 1868, y forma parte de Kiribati desde su independencia de este país en 1979. El cambio de la línea horaria internacional en 1995, pensado para que la nación oceánica tuviera un solo huso, la dejó como el primer punto al que llega la medianoche.
Pero las primeras personas en brindar y desearse feliz año nuevo están en Kiritimati, un atolón coralino de aproximadamente 388 kilómetros cuadrados que también se llama Isla Navidad. La isla fue descubierta para los europeos por James Cook el 24 de diciembre de 1777, durante el tercero y último de sus viajes de exploración por el Océano Pacífico.
Atractivo turísitico
Su fama de lugar donde empieza el Año Nuevo le dio a Kiritimati un atractivo turístico que se vio apoyado por sus playas. Allí se puede bucear en el agua cristalina de la laguna interna alrededor de los arrecifes de corales. Para facilitar la llegada de visitantes extranjeros, el atolón tiene un aeropuerto internacional. Su sociedad se organiza en cuatro aldeas: London (la principal), Tabwakea, París y Poland.
Las condiciones propicias al turismo se repiten en casi todo el país, en su mayoría islas de origen coralino. Como recuerda un informe del ministerio de Asuntos Exteriores de España, “se elevan poco más de seis metros sobre el nivel del mar. Están rodeados por una barrera de arrecifes”.
La fragilidad de los ecosistemas que conforman Kiribati amenazan el lugar privilegiado de la nación oceánica, que podría desaparecer por el cambio climático. Los principales dirigentes del país llevan años advirtiendo que de mantenerse el aumento en el nivel del océano causado por el calentamiento global, todo Kiribati podría quedar sumergida de aquí a quince años.
Fondos para mejorar
El innegable avance del Pacífico ya hace difícil encontrar agua potable en el país. Diferentes entidades internacionales destinaron fondos a mejorar la situación de los kiribatianos y de la Isla Navidad. Entre 2014 y 2020, la Unión Europea donó 23 millones de euros para el “desarrollo sostenible” de la isla de Kiritimati, con 4,6 millones de euros extra para garantizar el acceso a agua potable. Australia, Nueva Zelanda y China son otros aliados importantes de la nación.
El plan oficial del actual presidente kiribatiano, Taneti Maamau, es “ganar” terreno al mar al levantar enormes aglomeraciones de arena y coral del lecho marino. Una iniciativa que reconoció costará miles de millones de dólares y para la que solicita ayuda internacional más concreta, según lo hablado en la COP27 de noviembre de este año que buscó articular políticas globales contra el cambio climático.
“Los países desarrollados deben actuar, porque el tiempo es precioso para nosotros”, dijo en una entrevista reciente con el diario británico The Guardian. “Cada día cuenta, un retraso de un día significa mucha pérdida para nosotros. Es tiempo para la acción, demandamos acción inmediata”, enfatizó el mandatario.
La cuasi certeza de su destino ya llevó a Kiribati a ensayar soluciones ambiciosas en el pasado. Una de las más conocidas fue cuando el expresidente de las Islas entre 2004 y 2016, Anote Tong, compró un terreno de 22 km en la Isla de Fiyi. La pagó con casi 7 millones de dólares de dinero público.
El mandatario añadió en su momento que era una inversión inmobiliaria y una fuente de alimentos debido a la fertilidad del suelo. También podría servir en los años venideros para que su pueblo pueda migrar con “dignidad” y no como “refugiados climáticos”.