Hasta el momento, Meghan Markle y el príncipe Harry llevan tres apariciones públicas desde su casa en Montecito, California. La última se realizó en el contexto de la edición especial de Time 100 Talks, en la que los duques de Sussex dialogaron con distintos especialistas sobre la experiencia personal en redes sociales y las alternativas para «diseñar un mundo mejor».
El lugar elegido para la videollamada fue el mismo que el de las otras dos ocasiones: una sala de estar decorada en tonos neutros con un gran sofá y una cómoda detrás donde la pareja colocó distintos objetos en cada una de sus apariciones.
El que llamó más la atención durante este episodio especial fue una enorme roca colocada sobre la cómoda y custodiada por un candelabro y un arreglo floral. Se trata de un cristal azul llamado celestina, que es un mineral que se suele extraer de Madagascar. De acuerdo con los expertos, su presencia genera equilibrio, creatividad y serenidad, además de promover la claridad mental de quienes habitan el espacio.
Meghan es conocida por ser una gran defensora de las prácticas espirituales desde hace años. La meditación, el yoga y las propiedades curativas de los cristales son parte de su rutina diaria. En el sitio de estilo de vida que ella misma gestionaba hasta antes de formalizar su relación con Harry, The Tig, afirmó que la meditación se había convertido en un estado de quietud que sacudió su mundo. «No puedo identificar cómo ni por qué, pero me siento más feliz. Y creo que la meditación tiene relación directa con eso», aseguró la duquesa en aquel momento.
Meghan también admitió que alguna vez fue escéptica: «Sé que vas a pensar en un millón de razones para decir que meditar es una tontería o que no tienes tiempo para eso. Es como cuando le dije a mi entrenador que no tenía suficientes horas en el día para hacerlo y su respuesta fue que por eso mismo necesitaba meditar el doble. No voy a mentir, puse los ojos en blanco y pensé: ‘Oh, dame un respiro, hombre místico’, pero lo cierto es que él tenía razón».