Los diseñadores japoneses llegaron a finales de los años setenta a la pasarela de París, donde imperaba el clasicismo francés. Provocaron una revolución que dejó una huella recuperada hoy por los jóvenes creadores de la moda más transgresora y conceptual.
En la última Semana de la Moda de París, solo 50% de las firmas que desfilaban eran francesas. Mientras que la mitad de las presentaciones extranjeras fueron japonesas en las colecciones de hombre y una de cada cuatro en la agenda de mujer.
Para la periodista especializada en moda Marta D. Riezu, más que un estilo visual, “los diseñadores japoneses en París comparten sensibilidad e inclinación por el mensaje abstracto”.
Las generaciones actuales de modistas que provienen de la cultura japonesa tienen buenos maestros de la rebeldía en los que fijarse.
“Entre ellos está Kawakubo o Yamamoto. Creo que saben proteger sus propios ritmos y sacar provecho de la tensión entre la belleza normativa y su ruptura de las reglas en el volátil mundo de las tendencias», explicó Riezu.
Ahora, las arriesgadas proporciones de Anrealage, las prendas híbridas de Sacai, la manipulación de contrarios de Junya Watanabe y Beautiful People, o la capacidad de revisitar clásicos occidentales e integrarlos en los orientales de Mame Kurogouchi, son aplaudidas en pasarela sin la estupefacción que generaron estas propuestas iconoclastas en los ochenta.
Los representantes de la nueva escuela “son estables, no se traicionan a sí mismos y no olvidan que la moda, la buena, es una carrera de fondo y un compromiso con la coherencia”, concluyó la experta.
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