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El hombre que juró proteger a los osos y murió devorado por uno de ellos

por Avatar GDA | La Nación | Argentina

A principios de la década de los 90, Timothy Treadwell juró que dedicaría su vida al cuidado de los osos grises y que lograría interactuar con ellos. La aventura duró 13 años, hasta que uno de los animales lo atacó, lo mutiló hasta la muerte y luego lo devoró.

Treadwell era un ecologista entusiasta de los osos grizzly o grises, una subespecie de los pardos. Los amaba, como confesó en numerosas ocasiones. Sentía que su objetivo en la vida era protegerlos y por eso decidió cohabitar junto a ellos en estado salvaje en el Parque Nacional Katmai de Alaska.

Durante 13 veranos se instaló allí, sin ningún tipo de arma para defenderse de algún eventual ataque. Allí filmó la vida silvestre de estos mamíferos, cada movimiento, búsqueda de comida y enfrentamientos que tenía el grupo.

«Mírenme cuánto amo a los osos, cómo los respeto, cómo soy uno de ellos», decía frente a la cámara, en una extraña confusión en la que Treadwell verdaderamente se sentía un oso más. Creía que conocía a cada ejemplar, que entendía sus sentimientos y que eran sus amigos. Gran parte de las imágenes que grabó fueron utilizadas por el director Werner Herzog, quien en 2005 lanzó un documental sobre su vida llamado Grizzly Man.

«Hay momentos en que mi vida está al borde de la muerte. Estos osos pueden morder y matar. Y si soy débil, pierdo. Amo a los osos con todo mi corazón. Los protegeré y moriré por ellos. Pero no moriré por sus garras y patas. Lucharé y seré fuerte. Yo seré uno de ellos. Seré el amo», llegó a decir el conservacionista en uno de sus tantos momentos en los que sentía que tenía el control de lo que sucedía.

Las razones detrás de su audaz decisión

Antes de dedicarse a observar minuciosamente la vida salvaje de los osos grizzly, Timothy había intentado triunfar como actor en Hollywood, pero su carrera nunca despegó. Quedó segundo en una audición para un programa televisivo y haber fracasado en el intento lo destruyó.

Comenzó a trabajar como camarero y a medida que pasaban los años su adicción al alcohol y las drogas se hizo insostenible. Hasta que tuvo una sobredosis casi fatal. En ese momento tuvo una epifanía. Descubrió «la tierra de los osos» y creyó que para ser redimido debía rehabilitarse. «Los osos necesitaban a alguien que los cuidara, pero no a alguien que fuera un desastre. Así que les prometí a los osos cuidarlos y que ellos me ayudaran a ser mejor persona. Fueron una inspiración. Pude dejar la bebida. Fue un milagro», aseguró Treadwell años más tarde.

Había encontrado finalmente un consuelo a su vida, pero también una misión y se creía el único capaz de salvar a los grizzly que vivían en la remota Alaska de los cazadores furtivos. «Moriría por estos animales. Gracias a estos animales tengo una vida, antes no tenía», se lo escucha decir en una grabación mientras las lágrimas comienzan a aparecer en sus ojos.

Quería documentar a los animales para que el mundo entero los conociera. Creó la fundación Grizzly People y dio un paso más. Decidió conocer de primera mano los comportamientos de los osos. Para eso, se instaló durante 13 años seguidos de dos a cuatro meses en el verano, en Alaska.

Aunque sabía que se trataba de una pasión peligrosa, nada lo detuvo. Amaba tanto a los osos que ni siquiera llevaba armas para defenderse en caso de que temiera por su vida.

Los primeros días de verano, el hombre se instalaba con una carpa en el parque nacional e iniciaba la búsqueda de los osos. Hasta llegó a violar las reglas de las autoridades que impedían acampar en el mismo lugar por más de una semana y utilizaba artilugios y camuflajes para pasar desapercibido. Luego se disponía a grabar a los mamíferos y observar todas sus acciones.

Llegó a reconocer a cada uno de los ejemplares que estaba en «la tierra de osos». Los conocía desde que eran pequeños y realizaba un seguimiento de su desarrollo año tras año.

Les elegía un nombre y los clasificaba de acuerdo con cómo consideraba que era la personalidad de cada animal. «Conozco el lenguaje de los osos», insistía.

Tal vez una de las reglas más peligrosas que incumplía era la de mantenerse a 90 metros de distancia de los grizzly. Treadwell los rastreaba para acercarse a ellos y tocarlos. Consideraba que había lograba conectar e interaccionar con ellos.

En algunos encuentros cercanos con los mamíferos, hacía lo imposible por mantener el control. «El oso se está alejando, pude mantenerme firme. Me estoy ganando su respeto», se lo escucha decir a cámara mientras graba a una hembra tomando agua de un lago.

En otras ocasiones se ve cómo algún oso se le acerca y él lo llama por su apodo. «Hola, Grinch, ¿cómo estás?», le pregunta. Y cuando ve que el oso se le acerca demasiado le grita: «No me vuelvas a hacer eso. Ve para atrás», como si se tratara de una mascota. «No hagas nada. Te amo. Te amo, te amo. Perdóname», sostiene.

Algunas personas que lo conocían y que trabajaron con él aseguraban que Treadwell actuaba como si los osos fueran personas disfrazadas de osos y no animales salvajes. Su hipersensibilidad hacia la naturaleza lo hacía llorar cuando encontraba algún animal muerto. Le hablaba a los cadáveres, los acariciaba y dedicaba sentidas palabras que eran grabadas por su cámara.

Los arrebatos de entusiasmo de Treadwell quedaron grabados en sus cintas caseras. En ellos se mostraba el sufrimiento y frenesí que sentía al considerarse el guardián de los osos.

Con el tiempo se hizo conocido en Estados Unidos y llegó a ser referenciado como una «celebridad», algo que siempre había deseado. Recorrió escuelas norteamericanas brindando charlas a niños sobre lo que había aprendido durante sus expediciones en Alaska. Participó de los programas televisivos más famosos y fue entrevistado por importantes periodistas y presentadores, como David Letterman. Se había convertido en una estrella.

Cuando le preguntaban cómo se animaba a convivir con animales salvajes, simplemente respondía: «Ellos son incomprendidos». Al ser consultado sobre qué haría en caso de ser atacado por uno de ellos, reiteraba: «Nunca mataría a un oso en defensa propia».

En ocasiones, Treadwell  se sentía tan identificado con los animales que se metía en el mismo río donde estaban tomando un baño y se aproximaba más de lo debido.

La fatídica noche

En 2003 fue el último verano en el que Treadwell pudo disfrutar de lo que más amaba. El 6 de octubre sucedió lo que jamás hubiera imaginado. Aquella noche, un oso lo asesinó a él y a su novia, Amie Huguenard, quien lo había acompañado en la expedición, y luego se los comió a ambos. Estaban terminando una temporada de cohabitación y al día siguiente tenían planeado que un helicóptero los recogiera para volver a su hogar, dado que se acercaba el invierno y era imposible sobrevivir a las temperaturas de la región.

A diferencia de años anteriores, esta vez había decidido quedarse más tiempo de lo normal en Alaska. La temporada ya había terminado y la mayoría de los osos se habían retirado de la zona para hibernar. Solo habían quedado allí los ejemplares más hoscos. Aquella noche hubo una tormenta muy fuerte, y un oso se acercó a la carpa donde Treadwell dormía junto a la mujer. El animal estaba buscando comida.

Quien se dio cuenta de la muerte de ambos fue Willy Fulton, el piloto que los fue a buscar. 24 horas antes había hablado con Treadwell para pactar el viaje, pero en cuanto aterrizó en el Parque Nacional Katmai advirtió algo extraño. El silencio del lugar lo impactó. No había ninguna persona allí, y a pesar de llamarlo a los gritos, no obtuvo respuesta.

Entonces decidió volar hacia donde se alojaba la pareja y vio la peor imagen. El campamento estaba destruido y en el lugar había un oso agachado comiendo una caja torácica.

Cuando las autoridades llegaron al campamento, divisaron restos humanos esparcidos por las cercanías. La mitad del brazo de Treadwell aún conservaba su reloj pulsera. Los guardaparques mataron al oso que aún seguía allí y cuando abrieron su estómago descubrieron restos humanos y ropa.

Sin embargo, lo más impactante fue que la cámara de video había grabado el feroz ataque con la tapa puesta, por lo que solo logró capturar el sonido. En el audio se oye a Amie gritando «¡Sal de acá!», gritos y rugidos. Pero por la sensibilidad y crudeza del material, muy pocas personas tuvieron acceso a él y la recomendación fue que se destruyera.

10 días antes del ataque, como si hubiera presagiado su destino, Treadwell había grabado a un oso en un río, mientras explicaba que escaseaba la comida para los animales. «Este tipo de osos son viejos y agresivos. Uno tiene que tener cuidado, porque estos son los osos que para sobrevivir son capaces de matar y comer humanos. Creo que si te muestras débil frente a él, perdiste».

Muchas personas etiquetaron a Treadwell como un marginado y un solitario. Sin embargo, tras su muerte, desde la asociación que fundó, que en la actualidad es liderada por dos amigas de él, insisten en la importancia de su labor, dado que aseguran que ningún grizzly fue asesinado durante los 13 años en los que el ecologista expedicionó en Alaska.