Jonathan Kim, actual dueño y chef de Din Din Korea, heredó de sus padres el amor por la comida y la tradición, pero también por Venezuela. Dice, con orgullo y una amplia sonrisa, que fue ensamblado en el país y tiene solo “algunas partes coreanas”. A veces, muchas, se olvida de sus rasgos asiáticos. Pero nunca de sus orígenes en la cocina.
Así se lo hizo saber a sus padres cuando les comentó que se encargaría del negocio familiar. Y no cambió de opinión incluso estando en Coreo del Sur, probando nuevas y mejores oportunidades, y paseándose por una realidad prestada que nunca sintió suya. La seguridad, la calma y un mejor futuro eran garantía, en comparación de lo que se vivía en el país: guarimbas, detenciones y protestas aquel convulso año XXXX.
Din Din Korea tiene casi 2 décadas sirviendo platos coreanos 100% tradicionales en Caracas, el único en Venezuela que lo hace. Y en sus 10 años a cargo de la cocina del restaurante, Jonathan Kim sigue esforzándose, navegando entre dificultades, por mantener, con mística, el negocio que heredó de sus padres.
Una apuesta por Venezuela
Se emociona al contar la historia. Su mamá fue la primera que vino a Venezuela. Vivía en Busan, “la Puerto La Cruz de Corea”, y junto con su hermana mayor y su cuñado buscaban mejores oportunidades. En la década de los años 70, Corea era muy pobre. La guerra entre Norte y Sur había devastado no solo los territorios, sino a su gente. Esto llevó a muchos ciudadanos a emigrar a Latinoamérica. Argentina, Chile, Perú, Uruguay y Paraguay eran las primeras opciones. No obstante, su familia se inclinó por Venezuela.
Su cuñado encontraría la oportunidad de explotar lo que mejor hacían: la mano de obra. Fundó una fábrica de bolsos, koalas y carteras en el centro de Caracas. Pasaron los años, ganaron reconocimiento y el trabajo prosperó. Pero llegó el día en que su madre debía conseguir esposo. La tradición siempre fue primero. Le arreglaron matrimonio con quien se convertiría en el padre de Jonathan, oriundo de Seúl y quien para ese entonces realizaba el servicio militar obligatorio en Corea del Sur.
Después de varios viajes al país asiático, y posibles planes de establecerse fuera del país, sus padres decidieron quedarse en Venezuela que, para ese momento, era una de las naciones más prósperas de la región. A finales de los 80 su padre decidió comprarle el negocio a su concuñado, quien ya mayor, prefirió retirarse.
En Caracas nacieron Jonathan y su hermana mayor.
“De mis 36 años de vida, 34 han sido en el país. Nada más estuve en Corea por casi 2, para estudiar el idioma y probar una ‘mejor realidad’, según mis padres. Nunca la conseguí así que me devolví”, subraya.
Era 2014, el país no estaba en su mejor momento económico, social y político, y su familia abogaba por un mejor futuro, pero Jonathan estaba convencido de que en Venezuela donde lo conseguiría. ¿En dónde más sería reconocido, sobre todo en las calles del centro, donde creció, como el malandrito chino? Tiene al país en las venas, dice.
Din Din, el sonido que inició todo
Din Din Korea nació en 2007 gracias al apoyo de un paisano que tenía, en una ‘casa clandestina’ en Los Palos Grandes, un pequeño local de comida asiática, en la tercera avenida con séptima transversal.
“Mi mamá tenía cierta fama con la preparación de comida coreana entre la comunidad”, comenta. “Apenas se asomó la oportunidad, mis padres la tomaron y se arriesgaron. Ya la fábrica no iba tan bien como esperaban, así que cerraron y se enfocaron en la gastronomía”.
Cuando era adolescente, su padre había trabajado en diversos restaurantes de Seúl. “Yo que estaba terminando de graduarme, lo vi también como una oportunidad de oro, amaba la cocina y también comer, así que cuando me pidieron colaboración en el nuevo proyecto, ni lo dudé”.
Acompañar a su madre a preparar cada plato, aprender en vez de solo ver desde la puerta sus preparaciones, se convertiría en su día a día. Le encantaba. Se desempeñaría como cocinero, pero también como mesonero, mensajero y ayudante de caja. Hacía de todo. Y así Din Din Korea se labró camino en el mundo gastronómico caraqueño gracias al trabajo en equipo de la familia.
Din din. No había letreros, nombres, logo o identificaciones fuera de aquella ‘quinta clandestina’. Din din. Solo el sonido del timbre con el que se anunciaba que había llegado un comensal. Para la fecha, eran entre 30 y 50 diarios, atendidos por la tríada Kim.
Al restaurante se llegaba si se conocías, lo recomendaban entre la comunidad coreana o gracias al boca a boca. Era toda una aventura gastronómica.
Din din. Se asomaba un ojo por un huequito de la puerta, y al cabo de unos minutos, previa identificación, pasar el comensal. “Esa era nuestra casa, literalmente. Era natural que yo estuviera viendo televisión en un cuarto, por ejemplo, y que el comensal, para ir al baño, atravesara los pasillos. Era nuestro hogar”, recuerda Jonathan.
Allí estuvieron aproximadamente 2 años. “Trabajando, reuniendo, esforzándonos. Convirtiéndonos en referentes dentro y fuera de la comunidad, simplemente haciendo comida 100% tradicional y seria”.
Hoy se encuentran en la primera avenida de Los Palos Grandes, donde se abrieron camino luego de la ‘casa clandestina’ 18 años después.
Comida coreana tradicional
“No fuimos el primer restaurante coreano de Venezuela. Existieron otros antes”, dice Kim. En la Av. Casanova de Sabana Grande hubo otro muy famoso llamado Seúl, considerado como el gran referente de comida coreana en el país.
Pro no duró mucho. Para esa época, no había distinciones entre la comida asiática. Era china y punto. La comida coreana, por su parte, es muy diferente. “Es un gusto adquirido”, señala.
“Después de ese restaurante hubo varias familias que intentaron replicar el negocio, pero comenzaron muy grandes, ambiciosos, y obviamente no se daban abasto con la clientela que venía, que era poca. No podían pagar los alquileres”, agrega.
Y precisamente en ese ‘hueco’ radica su éxito, “Nosotros fuimos clandestinos, muy pequeños. Eso no ha cambiado mucho. Por ello, conectamos con el comensal, cocinamos como lo hacemos y nos hemos podido mantener en el tiempo”, rescata Jonathan Kim.
“Hoy sí somos el único restaurante de comida coreana activo en Caracas y, hasta los momentos, en Venezuela somos el único que hace comida auténtica y tradicional”.
Cuando comenzaron, la comunidad coreana en Venezuela era de al menos 2.000 familias que se traducían en 12.000 personas. Todos conocían Din Din Korea y comían sus creaciones, hechas solo por la señora Kim y Jonathan.
“Recuerdo que también había muchas empresas como Samsung, LG, y un conglomerado internacional que se llama Kotra, que se dedicaba a traer productos coreanos a Venezuela. Todos ellos eran clientes frecuentes, así como la Embajada de Corea, y otros emprendedores como mis padres que también hicieron vida a través de la manufactura o la línea blanca”.
Destaca que a los chinos les gustaba mucho su cocina. “La comida china que se hace aquí es comida china venezolana, algo que no se veía –ni se ve tampoco– en otro lado del mundo. Al chino eso no le convencía, no era su comida tradicional. La nuestra era la que más se parecía por su salteado, fermento y productos al vapor. Tuvimos muchos comensales de Huawei, XTE, y una infinidad de empresas chinas que hacían vida en el país. Nuestra clientela era 60% china, 30% coreana y 10% restante eran venezolanos o extranjeros”, recuerda.
Desde que su papá se retiró en 2020, seguido por su madre en 2022, su clientela fuerte fue la venezolana, un 70%. El 30% restante se divide entre lo que queda de chinos, coreanos y extranjeros en la ciudad. Y con sus padres retirados, descansando en Corea, él está a cargo de que esos números sigan creciendo.
Din Din Korea, el restaurante
El espacio cuenta con aspectos característicos de un local coreano tradicional. De hecho, sus muebles decorativos e implementos de la comida tradicional de Corea fueron importados desde ese país con el propósito de brindarle al público venezolano la sensación de estar en Corea del Sur.
“Mi papá nunca hizo publicidad para darse a conocer en Venezuela, no lo necesitaba. Pero hoy, con el auge de las redes sociales, todo ha cambiado”, comenta el chef que antes de convertirse en la cara de Din Din Korea, trabajó en la refinería de Puerto La Cruz con la empresa Hyundai. Se desempeñó como traductor y encargado de recursos humanos debido a su facilidad con ambos idiomas. Época que no extraña, aunque le entretiene recordar.
Su comida es 100% tradicional gracias a los contornos que la acompañan. “Originalmente, en base a la historia de Corea, uno no comía tanta proteína. La porción de carne era mucho más pequeña porque, al ser tan pobre, la ganadería en el país también era muy costosa; el pollo, la res y el cerdo eran carísimos. Ahí tienen cabida los 8 contornos que la complementan: kimchi, nabo y pepino encurtido, pollo coreano, brotes de frijol, arroz blanco al vapor y una sopita. “Seguimos esa premisa, aunque hoy en día nuestro plato de proteína es abundante. Es tremendo banquete”, dice entre risas.
Para preparar los platos siempre han importado de Corea del Sur o fábricas coreanas en Estados Unidos sus principales ingredientes. Desde salsas y especias, hasta una pasta de ají específica, la Gochujang, que se necesita para que el sabor sea auténtico. El arroz también es importado, porque el asiático es diferente al venezolano. Eso es algo que cuidan mucho.
Entre sur proteínas ofrecen pollo, carne, cerdo, calamar, camarón y pescado. Uno de sus platos más vendidos es el Kimbap, un derivado del sushi. “En este plato todos los productos son cocidos o son vegetales frescos”, explica Jonathan. Se prepara con arroz, alga, carne de res marinada y cocida, zanahoria y espinaca cocidas, pepino rayado fresco y un encurtido de nabo.
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Otro plato típico y muy solicitado es el Jajangmyeon en dos versiones. “El de la casa, que la hicimos mi mamá y yo, y la tradicional, que es con una pasta de frijol fermentado. Ambos son igual de buenos, pero la del fermento de frijol es más fuerte. El de sello de autor es a base de salsa de ostra”.
“También se vende mucho el salteado coreano, el Bulgogi, que es la carne de res marinada y después salteada, o la Gochujang samgyeopsal, que es la panceta de cerdo marinada en una salsa dulce picante cocinada a la parrilla”, describe.
Como toque especial, Kim comenta que cuentan con la preparación llamada Samjang, una combinación de la salsa Gochujang, en fermento de ají picante y la pasta del fermento de semilla de soya. Eso se combina y se usa para acompañar los típicos wraps coreanos que forman parte de su menú.
En su variopinto menú no hay opciones dulces. Aunque, de vez en cuando, presentan el Bungeo-ppang, una especie de Taiyaqui japonés (galletita en forma de pescado), pero relleno de frijol dulce.
“De por sí, el coreano no es como el oriental, que es dulcero, sobre todo después de comer. Además, el asiático es de comer una fruta como digestivo y nosotros en Din Din Korea hacemos las cosas a la medida coreana”.
En materia de bebidas, entre refrescos y aguas populares del mercado nacional e internacional, destacan sus licores a base de arroz, fermentados, con sabores de toronja, limón, uva, mora, entre otros.
Todo en familia
Ya no son tres sino doce las personas que trabajan en Din Din Korea. La cocina está a cargo de Jonathan en compañía de un sous chef que aprendió el arte de la comida coreana viendo a la familia. Comenzó siendo mesonero, no sabía hacer ni un huevo, recalca con humor Kim. Hoy tiene la sazón de Din Din en sus manos. Además de dos ayudantes de cocina, el resto del personal trabaja entre personal atención y servicio y seguridad.
Su éxito, dice Jonathan, se traduce en ser genuinos, trabajar con amor y dedicación. “No podemos trabajar a los golpes porque eso se siente en la comida. Queremos que el comensal viaje a su recuerdo más preciado: sus madres, abuelas y amigos como en Ratatouille. A través de nuestra comida, quiero que se monten en una máquina del tiempo con cada bocado”, manifiesta.
“Siempre estoy buscando eso, escarbar en la memoria. Y ha sido uno de los mejores halagos que ha recibido mi cocina hasta la fecha, que la gente se sienta como en casa”.
No piensan franquiciar. “El problema es que cuando eso pasa, la comida pierde su alma”, recalca Kim. “Estás queriendo vender a las masas y eso pasa factura a la larga”.
Le gustaría abrir una sucursal en Barcelona, Puerto la Cruz o el estado Zulia, donde hay muchos coreanos aún. “Pero no me puedo dividir y prefiero mantener la calidad y autenticidad ante todo”.
Siente alegría de representar la cultura coreana en Venezuela. “Me gusta saber que no tienen necesariamente que viajar para probar el sabor tradicional de Corea”. Además, agrega, tiene lo mejor de dos mundos: tradición coreana con hospitalidad venezolana.
En la calle
El comedor estuvo a punto de cerrar sus puertas hace un año. Una mala racha de la que un amigo de confianza quiso aprovecharse. “Casi no salimos vivos de eso”, recuerda Jonathan. “Pero esas son aguas pasadas, hoy estamos más activos que nunca”.
Y entre sus nuevas movidas gastronómicas se encuentra la venta de comida en la calle.
“Desde que se celebró el aniversario de Los Palos Grandes, hace aproximadamente 4 meses, cuando se cerraron las calles y los locales sacaron su comida al público, decidimos probar a un precio más económico algunas de las opciones del menú como el pollo frito coreano, el sushi coreano, el hot dog coreano, una salchicha empanizada en una masa fermentada, frita, con unas salsas especiales que hacemos en casa”.
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Asimismo, tienen dentro del local un espacio adaptado al mejor estilo convenience store coreana, donde están a la venta los productos más populares del país asiático como chucherías, bebidas y noodles picantes.
“Los doramas, novelas coreanas, que se han popularizado en los últimos años, han ayudado a que las personas de todo el mundo conozcan sobre la gastronomía y cultura de Corea del Sur”, destaca Jonathan. Venezuela no escapa de ello, y ese factor ha impactado también positivamente en el restaurante.
Horarios
De lunes a sábado, de 12:00 m hasta las 8:30 pm
Ticket promedio
“Siempre recomendamos pedir el plato principal, para 2 personas, por la cantidad de contornos”, recomienda Jonathan Kim.
La inversión de una pareja con entrada, plato fuerte y dos bebidas puede variar entre 50 y 60 dólares. “Se come rico y variado. La gente queda bien, súper satisfecha”.
Redes sociales
@dindinkorea
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