«Cerrado por los constantes cortes eléctricos. Pedimos disculpas de antemano por las molestias ocasionadas». Con un simple aviso impreso en una hoja blanca, la heladería de los 1000 sabores o tradicionalmente conocida como la Heladería Coromoto, cerró sus puertas de manera temporal en la ciudad de Mérida.
La crisis eléctrica que atraviesa el país incide negativamente en actividades económicas como el turismo. A pesar de las promesas por parte de los organismos responsables de garantizar el suministro y de ejecutar acciones que conduzcan a solventar el problema, no se han visto mejoras.
La Heladería Coromoto, fundada en 1981 por el inmigrante portugués Manuel da Silva Oliveira, ha sido un ícono de la ciudad, pero también de Venezuela. Su amplia variedad de sabores, que comenzaron siendo entre 70 y 80, hoy día han sido reconocidos dos veces consecutivas con el récord Guinness pues rondan la cifra de los 1.000. La heladería entró en el libro en 1991, con 368 sabores, y revalidó la marca en 1996, con 591.
De esta manera, se convirtió en la heladería con más sabores en el mundo, un lugar de visita obligatoria para el turista nacional e internacional. También, un espacio de encuentros para importantes personalidades del mundo del arte y la gastronomía.
No es la primera vez para la heladería
Bajar santamarías es un tema recurrente para Heladería Coromoto. En el año 2017, debido a la escasez de productos esenciales -como la leche y el azúcar-, también cerró por un tiempo.
«Uno hace el esfuerzo, aguanta hasta donde puede. Pero llega el momento en que no resistes más». Así lo dijo en aquella oportunidad José Ramírez, yerno de Manuel y encargado del local desde hace dos décadas al ser entrevistado por medios internacionales.
«Llevamos años padeciendo el problema de la escasez, abasteciéndonos en el mercado negro. No conseguimos productos con nuestros proveedores tradicionales. Aparece un vendedor y uno le compra algún producto, pero la situación se ha complicado este año», explicó.
En aquel año, la heladería cerró por tres meses, pero pudo reabrir. «Antes, en temporada alta, la heladería era una locura, llena; pero esos tiempos se acabaron», contó. Para José, el negocio dejaba de ser rentable, porque sus clientes se iban a alejar si subía los precios. Algo que siempre trató de evitar.