Puede que, sin saberlo, se esté ingiriendo algunas sustancias tóxicas presentes en alimentos comunes que no hacen bien al organismo.
Aunque se intente mantener una dieta balanceada es necesario conocer qué alimentos poseen sustancias tóxicas para el cuerpo y cómo evitarlos.
A continuación, cinco componentes dañinos que probablemente se consumen a diario y no hacen bien al cuerpo. Además, algunos consejos para evitarlos.
Mercurio
Presente principalmente en pescados.
«El mercurio es una sustancia tóxica con efectos nocivos para el ser humano, en especial para las embarazadas, los lactantes y los niños», señala la Organización Mundial de la Salud. También detalla que uno de sus compuestos orgánicos, el metilmercurio, está en la lista de los seis compuestos químicos «más peligrosos».
Si se ingiere se corre el riesgo de afectar al sistema nervioso e inmunitario, a la piel, al aparato digestivo, pulmones, ojos y riñones. El mercurio llega al pescado a través de su alimentación, de forma que los peces más depredadores (los más grandes) son los que acumulan mayor cantidad en sus tejidos grasos..
Entonces, ¿hay que dejar de comer todo tipo de pescado? No necesariamente, pero sí hay que ser selectivos. Al momento, los estudios demuestran que los pescados con más carga de mercurio son el atún, el lucio, el pez espada o emperador, el tiburón y el pez panga.
Dioxinas
Presentes en carnes, leche, huevos y mariscos.
Las dioxinas son conexiones químicas que contienen carbono, hidrógeno, oxígeno y cloro. Surgen como residuos de reacciones químicas principalmente en la fabricación de acero, pinturas o gasolina, o por la incineración de basura. La manera más habitual que tienen de ingresar estas sustancias tóxicas al cuerpo es por el consumo de alimentos.
La OMS recomienda que eliminar la mayor cantidad de grasa de la carne y optar por el consumo de productos lácteos con bajo contenido graso puede reducir la exposición a las dioxinas.
Es necesario saber que, entre los efectos más comunes que producen en la salud humana, puede causar lesiones cutáneas y alteraciones funcionales hepáticas.
Sorbato de potasio
Presente en quesos, yogures, vinos, helados, mermeladas entre otros.
Se trata de una sal de ácido sórbico que se utiliza como conservante en la mayoría de los alimentos, ya que inhibe el crecimiento de moho. Además estas sustancias tóxicas no deja gusto amargo ni afecta el sabor de los alimentos.
En un estudio publicado en Toxicology in Vitro, las pruebas mostraron que el sorbato de potasio es genotóxico para las células blancas de la sangre. Otro estudio similar mostró que la combinación entre el sorbato de potasio y la vitamina C pueden causar mutagenicidad y actividad que daña el ADN.
A pesar de que la industria alimenticia ha intentado defender este ingrediente, el hecho es que las pruebas han mostrado que es cancerígeno y afecta a una gran cantidad de órganos.
Jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF)
Presente en gaseosas, jugos artificiales, jugos de frutas endulzados artificialmente, postres, yogurts saborizados y en la gran mayoría de productos horneados y panificados, mermeladas y jaleas.
Durante décadas, el jarabe de maíz de alta fructosa ha sido utilizado como endulzante en alimentos procesados y refrescos. Su materia prima es el maíz, y casi siempre está modificado genéticamente.
Un estudio realizado por el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado, demostró que el exceso en el consumo de JMAF aumenta el riesgo de hipertensión. También puede provocar todo tipo de problemas de salud aumentando el riesgo de infarto, cardiopatías y derrame cerebral.
Glutamato monosódico (MSG)
Presente en casi todos los alimentos procesados, congelados, snacks, sopas de sobre, cubitos de caldo, entre otros.
El glutamato monosódico es un potenciador del sabor que provoca que las carnes procesadas y la comida congelada sepan más frescas y que los alimentos enlatados tengan un sabor un poco menos «metálico».
Muchos científicos y médicos piensan que podría causar desórdenes neurológicos como migrañas, infecciones, ciertos tipos de obesidad, enfermedad de Parkinson, Alzheimer, entre otras. Puede llegar a producir hasta 40% más de apetito, un dato que pareciera estar directamente relacionado con la creciente obesidad tanto en Latinoamérica, como en Estados Unidos y Europa.