Cuando Carmen López de Bastidas entró por primera vez a la Hacienda Altamira, la planta de Destilería Carúpano en Macarapana, Carúpano, estado Sucre, no sabía absolutamente nada sobre el mundo del ron. Lo consumía, además, muy poco.
Tenía 39 años de edad y como técnico químico graduada en la Escuela Industrial Los Chaguaramos, en Caracas, había trabajado en diversos laboratorios. Antes de ingresar a Destilería Carúpano formaba parte de la empresa alemana BASF Venezolana, que elaboraba productos químicos usados en la industria del cuero, gráfica, textil y el agro.
Por recomendación de un amigo llegó a la empresa ronera que, en el año 1990, buscaba personal para su departamento de calidad. Tres décadas después, Carmen Liduvina López de Bastidas es la única maestra ronera certificada del país, una de las seis, dice, que hay en el mundo y la responsable de que los rones de la empresa propiedad de la familia Morrison y Alejandro Hernández hayan conquistado el mercado internacional y nacional gracias a su refinado gusto y a su olfato prodigioso.
Nació en Carúpano y vive entre Maturín y Caracas, donde cumple compromisos con la marca. Esposa, madre y abuela, a los 69 años de edad no concibe su vida sin el olor, el sabor y las sensaciones que produce en el laboratorio de Destilería Carúpano.
«Yo llegué a esa empresa sin saber absolutamente nada de ese mundo. Y cuando digo nada es nada. Yo ya había sido jefe de departamentos de calidad en otras compañías, pero en Destilería Carúpano me tocó fundar un laboratorio, crear normas de calidad, desarrollar formatos de producción. Me tocó comenzar de cero y hoy puedo decir satisfecha que estoy muy contenta con lo que he logrado», dice desde Maturín, donde pasa el confinamiento.
A Giancarlo Mazzocchi, ingeniero químico jubilado de Industrias Pampero, le debe mucho de lo que aprendió. «Pero a partir de julio de 1990 me tocó seguir sola. Y todo de manera muy artesanal porque nadie tenía carrera en la materia, todo eran conocimientos empíricos. Era aprender sobre la marcha», recuerda.
«No fue fácil, para nada fácil», asegura. «Sobre todo porque no tenía de quien aprender una vez que el doctor Mazzochi dejó de acompañarme. Y al principio hubo mucha resistencia del personal. Pero con el tiempo, gracias a Dios, se consolidó un gran equipo».
—¿Cómo se forma una maestra ronera?
—Mi formación ha sido en el centro de operaciones. Todo lo que sé lo he aprendido en la planta. Desde recibir el alcohol hasta el proceso de destilación, lo que incluye el conocimiento de la madera y control de las barricas, el añejamiento y la edad de los rones. Todo lo he aprendido en el sitio. No estudié para convertirme en una maestra ronera.
—¿Por qué hay tan pocas maestras roneras en el mundo?
—Porque definitivamente es una profesión para hombres, tanto en Venezuela como en el mundo, así como lo es el universo del tequila. Pero levanto mi copa por todas las mujeres que hemos incursionado sigilosamente en este mundo, pues estamos cambiando la estructura de esta bebida tan codiciada hoy internacionalmente.
En ese universo masculino, a Carmen López de Bastidas no le resultó sencillo ganarse el respeto de sus compañeros. «Cuesta hacer entender que para estos trabajos la mujer está tan capacitada como el hombre. Y tuve que demostrar mucho. Pero finalmente me gané la confianza de todos y hemos hecho un maravilloso equipo. Siento que se valora el trabajo».
—¿Qué características debe tener una buena maestra ronera?
—Primero que nada los conocimientos que se requieren, desde saber de la caña de azúcar hasta el proceso de envejecimiento. Pero, especialmente, debe tener mucha sensibilidad. En mi caso, busco en un ron la belleza en los aromas y en los sabores. Hay que ser muy detallista.
Y comienza entonces Carmen López de Bastidas a narrar la experiencia que vive cada vez que se vacía una barrica, el recipiente donde se almacena el ron. «Deja un aroma que provoca oler para siempre. Todo nace de la barrica. Todo. Allí se crea la magia. Luego, la gracia está en combinar esos aromas. Lo que resulta del intercambio entre lo que aporta la madera a la solución hidroalcohólica, y lo que esta aporta a la madera es una genialidad. Nosotros tenemos la particularidad de que Macarapana, en el estado Sucre, es un valle, donde hay río y mar. La planta está detrás de las montañas. La brisa del mar nos trae salinidad y la madera del roble blanco americano, que es la que usamos en el país, es porosa. Por allí la madera respira de noche y entra esa salinidad que se percibe en cada trago de Ron Carúpano que activa las papilas gustativas. Estamos en una zona privilegiada·, dice.
—¿Hay una generación de maestras roneras en el país?
—Sí, la hay. Yo estoy formando dos en este momento para que puedan continuar con el trabajo que hemos realizado. Sé que otras empresas del sector licorero también lo están haciendo.
—¿Qué hace del ron un buen ron?
—Definitivamente, el respeto por el ron. Hacer un buen control de calidad, respetar las normativas y trabajarlo con mucho amor. Si hay que mejorarlo, se mejora, porque es lo mínimo que espera el consumidor.
En la más reciente edición de la London Spirits Competition, celebrada en julio, Ron Carúpano obtuvo cinco medallas, cuatro de plata y una de bronce de las seis otorgadas al ron venezolano. Calidad, relación valor-precio y apariencia fueron los principales atributos evaluados en la competencia. Ron Añejo Carúpano Reserva Especial, Ron Añejo Carúpano Reserva 21 Privada, Ron Añejo Carúpano Legendario, Ron Añejo Carúpano Reserva 12 Años Exclusiva y Ron Añejo Carúpano XO fueron los productos premiados. «Esos reconocimientos son muy gratificantes, porque además dicen el lugar que está ocupando el ron venezolano en el mundo», indica López de Bastidas.
—¿Considera que el ron venezolano encontró su nicho en el mercado internacional?
—Creo que sí. El ron venezolano es conocido internacionalmente, está ocupando muy buenas posiciones a pesar de que el mayor productor y consumidor de ron es la India, que es el principal productor de caña de azúcar del mundo.
—¿Se consume más ron en Venezuela en este momento?
—Creo que sí. Aunque el whisky siempre ha sido la bebida de los venezolanos. Pero el ron ha incursionado mucho en el mercado y también se ha convertido en un objeto de estudio tanto en el país como en Latinoamérica. Se está creando una red de profesionales alrededor de esta bebida. El ron es uno de nuestros más fieles embajadores.
—¿De los rones que ha creado, cuál le ha dado mayores satisfacciones?
—Cada creación es distinta. Cada ron tiene su personalidad y a cada uno le tengo cariño y respeto. Pero superó mucho mis expectativas Carúpano Zafra, un ron que rompe esquemas. Un ron femenino, de sabores navideños, alegre. Me sorprende la cantidad de mujeres en el país que están consumiendo ron. Son muchísimas. Y luego está el Carúpano Legendario, con 25 años de añejamiento y reconocido internacionalmente. Un ron para caballeros, para acompañarlo con un buen habano.
—El ron y el chocolate también se han convertido en muy buenos compañeros.
—No son compañeros, son un matrimonio perfecto. Un pedacito de chocolate en el paladar que comienza a derretirse acompañado por un sorbo de ron es una delicia. Un placer inmenso. Es una sensación de alegría, gozo y felicidad única.
—¿En qué trabaja actualmente?
—Siempre estoy creando, siempre tengo algo en mente, hago mis ensayos. Pero lleva tiempo. Crear un ron me puede tomar unas pocas semanas o muchos años. Todo depende de la personalidad que quiera entregarle.
—¿Toma ron con frecuencia?
—Sí, cuando quiero relajarme. Y, sobre todo, cuando tengo gripe. (ríe).
—¿Con qué comida no se tomaría un ron?
—Definitivamente con una pasta. Nunca.