Entendidos en la materia aseguran que para ser el mejor barista, o uno de talla internacional, se necesita corazón, preparación y estudio. El venezolano Carlos Medina, en sus inicios, no tenía ninguno y, aun así, en 2023 se tituló en Atenas como campeón del mundo en la categoría de cafés destilados.
Para algunos, toda una hazaña; para él y quienes lo conocen una meta que consiguió sorprendentemente más temprano que tarde y que trazaría lo que hoy es su presente: mentorías y orientaciones, competencias por ganar y una marca personal con la que planea, grano a grano, educar y conquistar paladares exigentes desde Chile hasta Tokio.
Sin saber qué hacer, llegó el café
El hijo único de Carmen, de origen chileno, y Horacio, merideño, con 27 años ha logrado lo que muchos aspiran después de décadas de formación. Estudió Ingeniería civil en la Universidad Católica Andrés Bello por no decepcionar a su familia, que le pedía un título que le garantizara la estabilidad que tanto añoraban para su vida.
Le picó la hormiguita de la arquitectura y, si pudiese retroceder el tiempo, la escogería como carrera; pero siendo un espíritu creativo, como se describe, también le dio cabida a la esperanza de, algún día, estudiar Comunicación social.
Tal vez esa fue la razón por la que no se graduó como ingeniero, y aunque se pagaba la carrera ejerciendo el oficio, prefirió escuchar a su latente vena artística y seguir siendo mago hasta que tuvo la oportunidad de salir de Venezuela hace 5 años.
Recuerda aquel abril de 2018 no con mal sabor de boca, sino como una bendición a pesar de que eso conllevaría dejar a sus padres en Caracas. «Una crisis vocacional que se fusionó con el tema país me impulsaron a no mirar atrás», señala. «El plan era devolverme…», añade. La estabilidad que le brindó Chile, no obstante, jamás la alcanzaría en Venezuela. Y decidió quedarse.
La meta era terminar de estudiar y graduarse. No pasó. Llegó a Santiago trabajando como mago en restaurantes y eventos mientras se adaptaba a su nueva realidad. Es entonces cuando, en el ínterin, llegó «medio por accidente» a trabajar con el café. Se había quedado sin dinero y este distintivo grano había aparecido en su vida, de la nada, para forjar su futuro. Y él ni lo sospechaba.
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El amante del té
«Mi mamá me inculcó todo lo referente al té. En mi casa no sólo se tomaba café. Como buena chilena, es parte de su cultura».
Probó su primer negrito en la universidad. «Su magia agarró fuerza en mí cuando entendí que es más que un concepto, y desde entonces ese ha sido mi enfoque: buscar transmitir una experiencia pues el café no es solo una bebida amarga, es mucho más», relata.
Carlos Medina asegura que el café es lo suyo desde hace media década y espera que lo siga siendo por toda su vida.
Es autodidacta en el tema. Sació su curiosidad con miles de horas invertidas en visualizaciones en YouTube para ir perfeccionando su arte. Pasó el tiempo y su jefa en aquel momento, viendo su progreso y potencial, lo inscribió en una competencia anual que organiza la cadena de cafeterías con sede en Colombia Juan Valdez en cafeterías chilenas. Poco sospechaba que quedaría en primer lugar después de haber entrado casi obligado
«Gané sin saber nada de café, siendo 100% honesto. Ese fue un pequeño punto de inflexión en donde supe que tenía talento en un rubro aún desconocido», subraya.
Dos cosas importantes salieron de su participación: una, debía trabajar en mejorar sus técnicas. Dos, tenía una fortaleza tremenda sobre el escenario. Se llevó el reconocimiento porque supo cómo defender y comunicar mejor el grano.
Todo es experiencia, no tanto academia
En Colombia comenzó a labrarse camino. «Parte del premio era viajar para ver el campeonato nacional de allá, luego volver a Santiago y competir representando a la empresa en el Campeonato Nacional de Chile por Juan Valdez. Así que regreso sintiéndome un ser diferente», describe.
«En Chile no hay una carrera como tal en esa área, así que comencé a leer y a instruirme a través de todo lo que podía y cuanta información se me cruzaba», recuerda. De allí, pasó a trabajar en una cafetería que tenía todo lo necesario para poner en práctica lo que estaba aprendiendo.
Desde 2018, ha estado en seis competencias oficiales de café.
En 2018, participó en la primera competencia importante dentro del circuito, la Nacional en Chile en la que se llevó el quinto lugar, abriéndole muchas puertas en el oficio. Para 2019, se había propuesto como meta ir a ganar de nuevo la Nacional. Para la fecha, ya trabajaba en la reconocida cafetería The elephant coffe, quienes lo apoyaron en sus objetivos. Y ganó. Su tercera competencia fue un segundo Nacional y justamente en esa se coronó como Campeón de Baristas de Chile.
En 2020, con la pandemia justo en medio de su progreso como barista y siendo campeón, decidió cambiarse categoría. Su fuerte, hasta la fecha, era el espresso, pero a ésta se la pelean muchas grandes marcas y trabajaba en una cafetería bastante pequeña, destaca. Estando en la categoría de café filtrado, comenzó un nuevo rumbo en el mundo cafetero.
Le tocaba competir en el Mundial en Australia; sería su primera en la categoría de Filtrados. No obstante, no logró participar por problemas con la visa. «Me llegó 2 días después del plazo, no es un gran recuerdo», dice. En 2021 ganó otro Nacional y, finalmente, en 2022, compite su primer Mundial llevándose el título. «Soy el único en Chile que tiene un back to back, es decir, las dos competencias ganadas en años consecutivos pues, este año, fui a participar en otro Mundial, pero en Atenas, y ahí me corono como campeón del mundo», rememora.
Carlos Medina: llegar al Mundial, herramientas, inversión
Para Carlos Medina es importante recalcar que él mismo paga su participación en sus concursos. El último que hizo, el de Grecia, le costó alrededor de 10 mil dólares. Monto que pudo reunir con sus ahorros, y con ayuda de su familia y amigos.
«Yo fui con muy poco presupuesto a Atenas, pero fui estratégico. Mi único foco era ganar la competencia», expresa. Basa el éxito de sus resultados – y los de cualquier otro competidor– en su equipo de trabajo que, al final, lo es todo.
La idea es que alguien apoye con el tostado, materia prima, speech, y otros temas; para Medina, hace la diferencia.
«10.000 dólares es poquísimo, pero no lo hace imposible, aunque habrá que gastar muchas horas hombre en solucionar los problemas que eso implica», comenta. «Me pasó. Yo tuve que tostar mi café, tengo la tostadora; invertí mucho también en la materia prima, llevé un café muy caro, busqué las tazas, perfilé el tueste del café, diseñé la receta de agua. Todo lo hice yo para abaratarme costos. Además, fui con buen equipo, pero cumplí con lo mínimo para ser realmente competitivo», resalta.
Llevar más dinero no garantiza un mejor desempeño. «Pero sí que alivia la carga. Tener espalda económica es importante», enfatiza. «Tanto como lo son las herramientas de trabajo».
Para Medina, a nivel de competencias, el café es la clave. «Hay que preservarlo; protegerlo a toda costa. También se deben valorar las herramientas que te ayudan a llegar al éxito, en caso de poder tenerlas todas: una romana (o báscula), un molino, un servidor de café, el tostador, un entrenador, un barista asistente y el productor del café».
El mejor café del mundo
Para Carlos Medina, no está en la marca sino lo que a la gente le gusta. «Es algo muy personal y cultural también», dice. «Para este último mundial elegí uno que fuese del gusto de todos».
Se inclinó por un grano de Colombia, de la región de Valle del Cauca, que para él es uno de los mejores cafés del mundo. De hecho, todos los de esa esa región lo son. «Hay muchas fincas famosas allí. El mío era un varietal que se llama Sidra, como el licor. Se originó en Ecuador, pero tiene trazabilidad genética a Etiopía», subraya.
¿Y del café venezolano qué tiene qué decir? «Hay de todo. Son buenos, pero el problema real es que ignoramos su raíz, lo que representa. Sin embargo, estos últimos años se está potenciando mucho. He tenido la oportunidad de probar algunos muy buenos, así que aplaudo que estén comenzando de nuevo a invertir en ese mercado y que ya no solo sea el petróleo lo único de lo que pudiese representar al país», asegura.
El futuro de Carlos Medina
Actualmente, el Campeón del mundo en café destilado, se cambió de bando. No está pensando competir pues prefiere, por ahora, entrenar a algunos competidores. Quiere, además, visitar todas las ferias de café posibles y cumplir con ese rol de embajador del grano a nivel mundial.
Adicional a eso, está retomando su marca personal. «La lancé hace algún tiempo, pero la abandoné porque emprender mientras te haces una carrera, es muy duro», destaca. Pero, por suerte y con un poco más de tiempo,mejores finanzas, notoriedad y enfoque, en este cuarto intento está casi listo para lanzar al mercado Colibrí Coffe Roasters, un café que será reconocido por lo ecléctico de sus granos, desde sus orígenes hasta sus productores, pues cumplirán con la premisa de que «sean una experiencia diferente a lo que se conoce, hoy día, como café».
Se percibe a sí mismo como un perseverante que sueña con brindarle un café a su mentor de magia, alguien muy importante en su vida, y que se codea con la élite del barismo -como el campeón mundial de 2017, Dale Harris o Cole Theroux, cuya rutina de preparación es una de sus favoritas- puede afirmar que cumplió su principal sueño al ganar el Mundial mucho antes de lo esperado y hoy, en consecuencia, está redireccionando su brújula, entendiendo que muchos más podrían aparecer mientras ayuda a otros y se consagra en el mundo del café no como una promesa sino como un ejemplo de convicción.