Su tiempo es bastante limitado. Tanto, que esta entrevista casi no se lleva a cabo porque, hoy día, prefiere hacer las preguntas en vez de responderlas. A Carlos Fraga le sobran razones para comunicar su mensaje; un poco más de seis décadas de vida y tres de experiencia dan fe de ello.
Más allá de los podios, las consultas, la televisión y la radio, Fraga ha ayudado a miles de millones de almas sedientas de guía o consejo mientras, en términos muy simples, continúa con su camino de sanación y redención al dejar atrás prejuicios, vicios, inseguridades, codicias y deseos mundanos.
La sede principal de Unión Radio en Caracas, ubicada en la Castellana, fue el lugar escogido para el encuentro. Uno de sus tantos lugares de trabajo. Allí, en el Circuito Éxitos, conduce un programa, de lunes a viernes, entre 9:00 y 10:00 am. «No me gusta ser impuntual, pero me tomó un poco más de tiempo salir de la grabación», dijo.
Pronuncia mucho las s cuando habla y su tono de voz es sereno pero muy firme. Se expresa impecablemente, pero lo que más impacta de su presencia es la energía que emana.
La pregunta del millón
¿Quién es Carlos Fraga? No el que todos conocen: el pisciano que nació en Nueva York, Estados Unidos, el 15 de marzo de 1958. Tampoco el que siempre tuvo claro que la docencia era la profesión que quería ejercer y que estudió en el Instituto Pedagógico de Caracas porque intuía que sus enseñanzas serían de otro tipo. No el actor ni el periodista egresado de la Universidad Central de Venezuela o el conferencista reconocido en Hispanoamérica. Ni el amante de la filosofía y sicología de la escuela junguiana o el fan acérrimo de la literatura de Thomas Moore. Mucho menos el gran amigo de Facundo Cabral y el hijo de un padre que lo amaba pero que nunca supo comunicar ese sentimiento.
Ese no. «Porque Carlos Fraga, hoy, es un humano. Un ser que descubrió, con mucho trabajo personal, que soy un milagro en evolución. Así como lo son todos», subrayó con una entonación convencida. «A partir de ese milagro que soy, empecé a amar mi proceso. Y en ese sendero he ido creciendo hacia convertirme en una mejor persona. Eso es muy grande. Muy simple y a la vez muy complejo», agregó. «Entendí que no hay nada más importante que aceptarse y amarse; comprendí lo que es estar más conmigo y a fluir con la vida».
Esta no es una entrevista acerca de su intimidad. Ese espacio es suyo y le pertenece solo a él, a su pareja y a sus animales (el señor Dimitri, un pomeranian, y la señorita Emily, una poodle, ambos famosísimos en redes sociales). Es sobre su evolución, sus consejos…
«Mi vida no ha sido sencilla. Pero la claridad llega cuando estás preparado para asumir verdades que contribuyan con nuestro propósito», reiteró Fraga. «¿Cómo llegué a este punto de inflexión en mi vida? ¿Cómo sé quién soy?», reformuló suspirando y sonriendo. «Los caminos te van llevando a ese punto pero más los sufrimientos», aseveró.
Su noche más oscura
«De esas he tenido muchas. Más de las que cualquiera imaginaría, hasta yo mismo», decantó sonriente. «Aunque prefiero llamarlas piedras en el zapato».
A Carlos Fraga, de hecho, le encantaría que todo el mundo tuviese una -o varias- para que, cuando llegue el momento en donde las sacudan, se quiten esa molestia de encima. «La piedra nos recuerda que hay algo que trabajar y eso, al menos para mí, fue mi padre cuando estaba en vida», recordó.
Fraga no perdía la compostura ni en temas que pudiesen avivar su dolor. Respiraba profundo. Continuaba. También se disculpaba de cuando en vez, pues su teléfono no dejaba de vibrarle en el bolsillo desde que comenzó la entrevista.
«Mi padre y yo nos amábamos enormemente, pero éramos un choque de trenes permanente. Él tuvo una vida muy dura y su respuesta ante cualquier conflicto, era no hablarme», refrescó mientras registraba su memoria. «Lloraba por los rincones y podíamos pasar 2 años sin vernos, pero no aceptaba hablarme», increpó.
“A los 13 años yo, o me volvía loco o entraba a alguna orientación terapéutica. gracias a Dios que esta última se presentó como opción y tuve la posibilidad de hacerlo”
«Noches oscuras del alma, entonces, han sido muchas. Creo que aún después de su muerte, mi papá fue un gran maestro».
Pasado: el sentido de lo adverso
Para Carlos Fraga, las adversidades son parte del vivir y son las responsables de ir guiando a las personas hacia esas capacidades que permiten reconciliarlos con su presente. «Creo que la vida se trata de una historia en el tiempo que uno va volviendo a mirar, a repasar desde el corazón», acotó. «Una herida es un dolor y si la trabajamos se convierte en una historia. Cuando vamos llenando nuestra vida de episodios históricos, llámese: que los puedas contar, tienes una vida sin dolor o, mejor dicho, con dolores que dejan huella. Y eso es bonito», señaló.
Aseguró que los puntos de quiebre y las bisagras de la vida son permanentes. «¿Por qué? Porque ahí reside la evolución. ¿Y qué pasa con ella? ¿Qué pasa con la evolución? Que tiene que ver con el caos. Es una ley de entropía; es una ley termodinámica. Tenemos que entrar en esa vorágine para que la vida cobre sentido y se pueda generar crecimiento y progreso», acentuó.
Argumentó, por consiguiente, su primera anécdota. «Si tienes un departamento de playa y, además, lo limpias al milímetro, lo cierras y vas al mes siguiente, cuando regreses vas a encontrar un polvero, salitre, desorden y suciedad», relató. «¿Por qué pasa eso? Porque lo estático no está a salvaguarda del caos; el desorden va a entrar, así cierres todas las puertas. En el caos está la adversidad y esta última hace que ese ratoncito que está en la ruedita, de pronto tenga que detenerse», manifestó.
Su vida, particularmente, ha estado llena de adversidades. «Y eso nos hace entender que el problema de la vida no es lo que sucede, sino lo que hagas con lo que sucede. Así como hice muchos desastres, hubo otros momentos en donde me reconcilié con lo dicho y hecho. Así fue que aprendí que todo en la vida se trata de reconciliar», rescató.
Presente: un consejo que nadie pidió, pero que todos parecen necesitar
«Confía en la vida. No te distraigas», articuló. Lo que condujo a su segunda anécdota de aquella mañana salpicada de rocío. Amenazaba con llover, pero no en ese momento.
«Mi amigo en vida, Facundo Cabral, decía que el problema con los seres humano no es que estén deprimidos, sino que están distraídos», recordó. Hablaba pausadamente, como queriendo que el mensaje fuese asimilado de manera correcta. «Porque cuando nos distraemos del milagro que somos, lo hacemos de nuestro presente. La vida es un milagro maravilloso que solo existe en este instante y casi nadie parece entender la importancia de este hecho, sobre todo ahora», apuntó Carlos Fraga.
«Dejando de vivir el presente, entras en cualquier hueco profundo. Lo más importante es entender que siempre hay que volver a la vida y agradecer. Siempre hay que sentir que se está en el mejor espacio de nuestro ser», formuló.
“Hey! No me cuentes historias, estás vivo”, es una frase que repite mucho en la calle. “Si estás vivo, todo puede cambiar y ante la vida hay que tener confianza. ¡Confía!”
Para el también escritor, que tiene 6 best sellers y 14 audiolibros, todos los humanos vienen de una cultura en donde les enseñaron que el control lo es todo.
«Nos enseñaron que la vida había que controlarla y eso es imposible. A partir de esto, lo que nos crearon fue un gran enojo», resaltó. «La gente está peleada con su mera existencia porque siente que debe ser de otra manera, porque pretende que exista otro ritmo o porque el prójimo tendría que actuar distinto. No. La vida es como es. Acéptala y a partir de eso, vívela y agradécela para que pueda ser un evento de transformación importante», añadió con solemnidad. “Ví (sonó palmas) ve (palma) la (palma)”, repasó. «Para luego es tarde».
Presente continuo: su día a día
Carlos Fraga se levanta muy temprano. Es madrugador por excelencia porque le gusta aprovechar su tiempo. Medita, hace yoga o algún ejercicio físico y luego escribe como método de vacío y purificación. Anotar cómo se siente diariamente, es un ritual del que no quiere –ni debe– prescindir.
«Hago un contacto real e íntimo conmigo que me permite comenzar el día de la mejor manera. Ahí comienzo mis reflexiones. La infinidad de cosas que vienen después: radio, televisión, redes sociales, etc., no sucederían bien si mi espacio personal se ve comprometido».
Su condición sine qua non es crear consciencia de estar presente en el aquí y el ahora porque, a su parecer, el gran enemigo de las mentes es el piloto automático.
«La mente no es mala, pero es el sitial del ego y éste siempre busca ganar», articuló. «La vida no se trata de eso; no es una competencia. Es avanzar. El alma siempre buscará evolucionar, por eso está tan ligada al caos. A la trascendencia. Lo único que nos está pidiendo es que avancemos», afirmó. «Caminemos con plena confianza y respiremos porque a veces también se nos olvida que es vital».
Respirar porque el aire nos va a llevar. Se lee simple, pero lo volvemos complicado, según sus preceptos. Cuando Carlos Fraga hace yoga o medita, entiende que existe un punto de equilibrio que solo puede darlo la respiración.
«Además, es gratis. No tienes que irte a la India o vivir en un monasterio», bromeó. «Respira cuantas veces haga falta y profundamente. La ansiedad está ligada a la no respiración y ella es la única que no coloca en el aquí y el ahora sin chistar. Y en ese estado, no hay ansiedad. Es imposible», insistió.
¿Sanador espiritual?
Nada más alejado de la realidad. Sin embargo, trajo a colación la frase de un gran Maestro conocido por todos. «Jesús lo dijo claro y raspado», aclaró. «Una palabra tuya bastará para sanarme. Y ese es un don que no solo tengo yo, sino que tenemos intrínseco cada uno de los que habita en este plano», destacó.
Su ilustración al respecto se basó en explicar que se puede estar en una consulta médica, por ejemplo, y alguien que está conversando por teléfono se sienta a nuestro lado para luego, en base a su plática, arrojar una simple palabra o frase que puede tener un increíble poder sanador para alguien. «Un mensaje en el periódico, una publicidad, una equivocación, todo eso puede salvarnos la vida», señaló.
«Por lo tanto, no soy sanador de nadie, pero puedo ser sanador de muchos porque manejo el medio de la comunicación», aclaró. «Sin embargo, ese poder es un problema cuantitativo, no cualitativo. Yo no trabajo para la gente, trabajo para la persona que en eso momento me escuche, pueda tener el corazón abierto y conectarse con algo, así sea ínfimo, de lo que dije», estipuló con convicción. «Dejé la banalidad y el ego de reclutar seguidores a través de lo que digo hace muchos años. Hoy en día no me interesan grandes escenarios; tampoco llenar un poliedro o estadio. Me interesa que una persona vaya a verme y me diga: algo me pasó».
Religiones, novelas, caminos espirituales y legado
Su camino, así como el de cada quien, ha sido perfecto.
«Nací en un lugar católico, no rezandero, pero sí íbamos a misa de vez en cuando. Para mí la religión era sinónimo de respeto, no de devoción. Cuando voy creciendo, es que me doy cuenta que la filosofía y la sicología, resonaban de cabo a rabo –y como nunca antes lo hizo el catolicismo- conmigo», indicó.
La literatura, la docencia y la actuación también. Ahí empieza -por los caminos verdes- a investigar. Un día, en plena producción de una telenovela en la que participó llamada Pobre diabla, en los años 90, se dijo a sí mismo que no seguiría ese camino más nunca.
«Por mil razones: me esclavizan, son muy largas, el estrés constante de mis pares era agotador… No quería eso en mi vida», manifestó. «Cuando salgo de la grabación, sin mirar atrás, se lo digo a mi siquiatra y me responde sin titubear que, de ahora en adelante, sería su asistente y me entrenaría como sicoterapeuta, con pago incluido. Acepté y aquí estoy», afianzó esto último como si esa decisión le hubiese dado todo el sentido a las oportunidades que vendrían después.
En plena exploración del universo de la sicología, otra cosa le hizo click: comunicar. «Yo creo que la vida es una amalgama. Tu no estudias o sabes algo por casualidad o por desecho. La vida siempre tiene un para qué. Y entonces descubrí en un escenario de conferencias al comunicador, al actor, al docente, al sicólogo, al filósofo y al ser humano».
Así, llevándolo a los medios, se convirtió en el primero en hacerlo. “Hice historia, dejé mi huella y construí mi legado”
Todavía hoy en el mundo, dice, en Latinoamérica no hay nadie que haga lo que Carlos Fraga hace, en vivo y directo, por televisión. «¿Pararse frente a una cámara todos los días, sin guion, a conversar y enviarle un mensaje a la gente?», se atribuye. «¿Qué me pasa ahí? No lo sé, pero me pasan cosas importantes», señaló.
Sentir a Dios
Hay algo que Carlos Fraga quiere dejar en claro. “Y colócalo en mayúscula si es posible», insistió. «YO NO CREO EN DIOS. YO LE CREO A DIOS».
«El gran problema de los seres humanos es que siguen creyendo en Dios. YO LE CREO y si yo le creo a Dios, yo soy un milagro; como tú y como todo el que lea esto cuando lo escribas. Y si somos un milagro, estamos errando por todos lados si no creemos. Porque un milagro cree y hace sabiéndose un milagro», subrayó.
Esto lo llevó a su tercera anécdota. A estas alturas podría ser la número 100 y nadie sería capaz, siquiera, de interrumpirlo.
«Un día estoy en el Canal 8; era 1996 recuerdo y me traen a Facundo Cabral al estudio», recordó. «Ese fue nuestro primer encuentro y el primer paso hacia una gran y larga amistad», comentó risueño.
«En el camerino, él me cuenta que comenzó su carrera porque era cantor y amante acérrimo de la filosofía. Tras un tiempo, alguien lo invita a una conferencia de 6 días en Los Ángeles, donde desfilarían todos los filósofos y comunicadores de la época. Facundo fue invitado como artista. Él aceptó ir, se pagó el pasaje y todos los gastos, sin tener mucho dinero, pero con una única condición: que le presentaran a su maestro, Jiddu Krishnamurti», reseñó.
«El organizador le dice que sí y, casualmente, le informan que su camerino estará al lado de su ídolo. Los presentan. Facundo lo abraza, le comenta sobre su admiración y se despiden. Al cabo de un rato, cuando se encontraba practicando lo que sería su presentación, el gran Krishnamurti se asoma en su camerino y le pregunta: qué estás haciendo. Y él le responde que preparándose para el show que dará en pocos minutos, a lo que el maestro replicó: Te falta fe. Facundo, sorprendido, respondió: Cómo así. Y Krishnamurti continuó: abre la boca y deja que Dios te posea, sé un instrumento. Si no, para qué», reveló.
Desde ese preciso momento, Facundo Cabral nunca más se preparó o ensayó antes de sus presentaciones. Y Carlos Fraga, después de que se lo contara, tampoco.
«Yo no preparo absolutamente nada de lo que voy a decir. Todo sale de mi corazón. Totalmente espontáneo y ahí es cuando yo le abro la boca a Dios y el trabajo está hecho», concluyó.
Carlos Fraga, inalcanzable
Por su forma de hablar y expresarse en persona es considerado por muchos como lejano y/o regañón. Algo distante. Pero lo cierto es que su forma de ser tiene un por qué bastante básico.
“No soy inalcanzable o antipático. La percepción de la gente es muy válida pero cada quien percibe desde su filtro”
«Hay gente que me ve regañón porque de repente soy muy enfático. Lo que pasa es que siempre busco derribar muros que parecen imposibles», aclaró. «Mi método profesional a todo nivel, implica tocarte y a veces lo hago quebrando vidrios», apuntó apretando un puño y gentilmente pegándose en la palma de su otra mano.
«Yo no soy el que después de una conferencia, sale a tomarse fotos», despuntó. «Nunca lo fui, ni lo seré. Después de un evento así, el tiempo es mío. Lo uso para reponerme. Si el público lo entiende, aleluya. Y si no lo entiende, lo siento», agregó. «Regaño porque soy muy enfático. Y eso también me ha servido de defensa para mantenerme en cierta área de resguardo», aclaró.
Profesionalmente, Carlos Fraga es un comunicador de vida que no quiere sonar bonito. «No quiero agradarle a todos, ni siquiera hacerlo bien o sonar interesante. Quiero que sea útil, quiero ayudar a la gente. Que eso les sirva para lo que sea, pero que les sirva de algo», declaró. «Esto ha sido un decantamiento luego de 34 años de carrera, pero ahí estamos. Hay gente que también se llena la boca diciendo que todo lo mío es dinero, por ejemplo. ¿Cómo va a ser así si yo no cobro nada de lo que hago?».
«Yo cobro por no dormir en mi cuarto, en mi casa, no estar con mis amigos o mi pareja, no estar con mis mascotas. Yo cobro por eso; si te parece caro, no importa. Pero entendí, gracias un buen consejo de vida, que lo que gratis se da, gratis se pierde», aseveró.
Él es poseedor de una estructura que puede no ser aceptada por todo el mundo, pero cuya importancia radica en acceder a ella cuando se esté preparado. «Además, ¿quién dijo que soy el que tiene la última palabra en todo esto? Hay muchos otros que hacen lo mismo y son muy buenos. A lo mejor, mi estilo no es el que te penetra el corazón, pero existirán otros que puedan entrar por allí», manifestó.
Ping pong
– ¿Es más racional o emocional?
– Soy muy racional. Todo mi trabajo ha sido encontrar algún punto de equilibrio entre ambos. Nada fácil, lo logro a veces y otras no.
– ¿La normalidad existe?
– Esa palabra no existe. La normalidad tiene que ver con la humanidad. Hay cuestiones que son humanas: sentirse mal, es humano. Así como lo es tener miedo. Pasar por adversidades es humano, no normal… Humano.
– ¿Y el bien y mal?
Sonríe, suspira y piensa antes de responder.
Ahí hay una trama filosófica interesante. Porque hay bienes que generan mucho mal y males que generan demasiado bien. Y esto tiene que ver con la consciencia.
La vida tiene que ver con una mirada. Y una mirada tiene que ver con la metáfora que te daré a continuación.
Imagínate que vivieras en un edificio. Vives en el semisótano y afuera acaba de ocurrir un choque. Tu versión de ese choque la tendrás desde el semisótano y esa visión es totalmente distinta a la vecina del primer piso, que lo está viendo desde un plano inmediato; la del tercero, que ve toda la calle desde su hogar o la del PH que tiene un espectro amplio de todo.
La consciencia, entonces, tiene que ver con la elevación de tu mirada. Cuando vemos las cosas desde un concepto global, las cosas se suavizan. Pierden dramatismo, ganan sustancia y tienen una percepción clara pero cuando se ve desde el semisótano, lo que ves te acorrala inmediatamente, te invade, te ciega.
– ¿Música favorita?
– Soy como un taxista, me gusta todo: desde el bolero, hasta el merengue, la bachata, la cumbia y el reguetón. Lo que no me gusta es quizá por desconocimiento, pero soy muy ecléctico. Me encanta sentir cuando escucho melodías, por eso soy, sobre todo, fanático de la balada pop. Yo soy pop, pop, pop.
– ¿Qué es el dinero?
– Es un maestro. El dinero es la consecuencia y el problema fue que nuestra cultura nos lo puso de causa. Cuando el dinero es causa en nuestra vida somos esclavos, pero cuando es consecuencia, lo disfrutas, lo vives y listo. Nunca hagas nada que no te guste y no quieras por falta de dinero. Y nunca hagas nada que ames por dinero. Esa es la clave de la vida. Y vas a ver cómo, desde la vibración y del fenómeno de la atención, empiezas a atraerlo. El dinero es energía.
– Mayor temor
– Mi gran temor es marchitarme. El mayor problema, a mi parecer, no es envejecer sino secarse. Y la gente seca, abunda. Yo los veo con mucha compasión porque secarse es perder la ilusión, la risa, la confianza, los proyectos; perder la salvia de la vida y el agradecimiento.
– ¿Dónde reside su felicidad?
– Para mí ha sido una construcción. No es otra cosa que eso. La felicidad no es la alegría, eso te lo da una llamada telefónica, la felicidad es una construcción: cuando empezamos a ver que nuestro estado interno no depende del externo bajo ninguna circunstancia. Es un trabajo de permanente camino y confianza en la vida. Para mí, reside desde el primer momento que me despierto cuando se me da el regalo de la vida. Cuando muchos no despiertan, yo desperté.
– ¿Literatura predilecta?
– El Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, es mi libro favorito, marcó un antes y un después en mi vida. Si vamos a lo místico, Un curso de milagros y toda la literatura de mi mentor, Thomas Moore.
– ¿Algún héroe o heroína?
– No, pero me gusta el mundo de los superhéroes. El de las películas. Sin embargo, el arquetipo del héroe termina generando dolor. Este al final no vive su vida, solo vive para otros. Y cuando eso ocurre, no te honras. Cuando existe el héroe tiene que existir, a juro, una víctima y no creo que sea algo que debemos seguir o a lo que debemos apostar. PERO, en mayúsculas, en el mundo dibujado me gusta mucho Batman, su historia es fascinante.
– ¿Hay algo que buscar en la vida?
– Sí. Y todo está dentro. Todo. La búsqueda no es hacia afuera sino hacia adentro. Es el encuentro con tu sombra, con esas partes de ti que no conocías, con las partes de ti que has cultivado. ¿Un verbo fundamental de la vida? Cultivar. No tenemos cultura de cultivo, queremos todo ya, rápido.
– ¿Carlos Fraga es experto en una cosa o bueno en muchas?
– Ninguna de las dos. Prefiero disfrutar lo que hago y digo por igual.
– ¿Cree en la vida fuera de la Tierra?
– Sí. No me interesa ni me quita el sueño el tema, pero estoy seguro de que existe.
– ¿Y en la reencarnación?
– Sí, también. Es un tema que no profundizo mucho pero el alma es demasiado poderosa para restringirla a tener solo una vida.
– Una comida por el resto de tu vida.
– Los mariscos. Cualquier tipo, los amo.
– ¿Y un postre?
– Pie de limón o todo lo que tenga dulce de leche. Ke subyuga.
– ¿Playa o montaña?
– Las dos. Aunque soy más de montaña.
– ¿Perros o gatos?
– Mi vida está marcada por los perros.
– ¿Si hay un apocalipsis zombi, qué haría?
– Sentarme en posición de loto, respirar y dejar que la vida ocurra. No tenemos control sobre nada, ¿para qué vamos a estar corriendo?
– Algo que no se haya inventado aún y que quisiera inventar
– La posibilidad de cerrar los ojos e inmediatamente conectar tu corazón con Dios.
– ¿Algún súper poder?
– Incrementar confianza. Uno de los grandes problemas que existen ahora es que perdimos la confianza en todo: en la vida, en el otro… Cuando yo me acerco a ti sin confianza, lo hago para atacar; me acerco a comprobar lo que para mí ha sido ya una conclusión. «Los venezolanos son todos unos aprovechadores», percepción, conclusión, pérdida de confianza.
– ¿Qué plan implementaría de ser presidente?
– Generar y enseñar consciencia. Mostrarle a la gente su poder real, así me dé miedo.
– ¿Qué cambiaría si tuviese la oportunidad de vivir de nuevo su vida?
– Ser menos mental. Ser más corazón y menos mente. El Carlos Fraga que empezó, lo hizo con una mirada conceptual de vivir, donde proponía nuevas estrategias desde aquí (señalando su cabeza). El Fraga que le habla hoy día a las personas lo hace desde aquí (señalando su corazón). Desde la mente, lo que hacemos es entender, pero eso de poco sirve. Desde el corazón, la gente te comprende y cuando eso ocurre, todo funciona.