Desde muy joven, Yukency Sapucki Tovar estuvo involucrada en el mundo de los certámenes de belleza. Tenía 19 años de edad cuando participó en el Miss Venezuela. Fue Miss Amazonas 1986. Decidió probar suerte animada por un tío. No creía que pudiera quedar en el concurso. Pero se equivocó.
«Osmel me vio y enseguida me dio la banda de Amazonas», recuerda.
Aunque no figuró en el cuadro de finalistas el año en el que resultó ganadora Bárbara Palacios, a partir de entonces Sapucki comenzó a construir una carrera como modelo profesional que la llevó a España, México y República Dominicana, donde vivió durante 10 años. Es, precisamente, en este último país donde la vida de Yukency cambió para siempre.
Corría el año 2012. La venezolana se encontraba en Punta Cana, donde tenía una prometedora carrera como modelo de pasarela. Un día, comenzó a notar cómo su larga cabellera negra se reducía. Al peinarse, los mechones de cabello le quedaban en las manos. Preocupada, acudió al médico en busca de respuestas. Le diagnosticaron alopecia areata universal.
De la alopecia se hablaba poco, mucho más si es una condición que padece una mujer. Eso hasta que hace un mes ocurrió el incidente entre Will Smith y Chris Rock en los Oscar. Durante la ceremonia, el comediante hizo un chiste sobre la apariencia de Jada Pinkett Smith, esposa del actor diagnosticada con la enfermedad, que no le cayó bien al intérprete. Se subió al escenario y le dio una bofetada al humorista. El incidente llevó a muchos a hablar tanto de la chachetada como de la alopecia, de sus causas y de lo que supone para una mujer padecerla.
La alopecia areata universal es una condición caracterizada por la pérdida completa de cabello en el cuero cabelludo y en el cuerpo (barba, cejas, pestañas y vellos).
La condición aparece cuando el sistema inmunológico ataca a los folículos pilosos y puede generarse por situaciones de mucho estrés.
Aunque no hubo una razón exacta, el médico creía que la aparición de la alopecia en el caso de Yukency estaba ocasionada por estrés. En ese momento, ella había terminado una relación sentimental, por lo que cree que esa situación disparó la caída del pelo. «Fue muy traumático. Yo iba mucho a la playa, cuando regresaba a casa y me lavaba el cabello empezaba mi crisis, cuando me peinaba, el cepillo se quedaba lleno de pelo. Eso aumentó mi estrés y depresión. Cuando tenía el cabello mojado y me pasaba la mano, se me caían los mechones», rememora la modelo de 55 años de edad.
En seis meses perdió casi todo el cabello. Al principio, se mantuvo aferrada al poco que le quedaba. Lo cortaba poco a poco con la esperanza de que así recuperara fuerza y volviera a crecer. No ocurrió. Pasó de tener el cabello por la cintura a no tener prácticamente nada. «Para una mujer el cabello es una herramienta necesaria para la coquetería, para sentirnos bien y cuando sientes que se cae o está opaco ya no te sientes bien».
Un día una amiga le mostró un video de una chica que, al igual que ella, tenía alopecia. En el clip la persona narraba cómo su cabello volvió a crecer luego de raparse. Esto motivó a Yukency a finalmente tomar la difícil decisión de rapar su cabeza. «Yo pensé que me pasaría lo mismo, pero no fue así. La caída del cabello, emocionalmente, fue muy fuerte para mí. No fue mi decisión quitarme el pelo, tuve la obligación de hacerlo. Es algo para lo que no estás preparada, no lo asumes bien, te sientes mal, entras en depresión», afirma.
En el proceso dos amigos la acompañaron en su decisión y también raparon su cabeza. «Fue muy significativo porque pienso que yo jamás hubiese hecho eso por alguien», dice Sapucki.
Yukency se sometió a varios tratamientos para tratar de recuperar su cabellera, entre ellos esteroides. Consistía en aplicar alrededor de 90 inyecciones en el cuero cabelludo con la finalidad de estimular el folículo. Sin embargo, desistió al poco tiempo. «Era muy doloroso y llegó un momento en el que empecé a engordar y decidí dejarlo».
Cuando decidió raparse aún vivía en República Dominicana, específicamente en Cabarete, una ciudad muy turística. Vivir en un lugar en el que había una amplia diversidad de personas la ayudó a sentirse cómoda sin su cabello. «Todos eran mente abierta y me sentí bien. Al principio, salir a la calle es duro porque le temes a las críticas, a las miradas, a los señalamientos y burlas. Hay que enseñarle a la gente a tener empatía», asegura.
A los pocos meses regresó a Venezuela. Tenía miedo de sentirse señalada, pero –para su sorpresa– no fue así. «Para mí fue extraño llegar a Venezuela y no sentir ese señalamiento. Estaba pensando mal de la gente de mi país», reconoce. El motivo de su retorno era someterse a otros tratamientos para recuperar el cabello, pero aún no ha encontrado el que le funcione al cien por ciento. «Ya no estoy pendiente de si me va a salir pelo o no, aunque actualmente tengo un pequeño cambio, me están saliendo pelitos y pestañas. Eso me da cierta esperanza. Sin embargo, no estoy aferrada a eso, creo que me ha ayudado en el proceso», afirma.
Consciente de lo que sufren las personas diagnosticadas con alopecia –especialmente las mujeres, de las que se espera cumplan con ciertas características físicas–, Yukency decidió, impulsada por su hermano, crear Fundareata (Fundación alopecia Areata de Venezuela). «Me he dedicado a que las personas conozcan esta condición. Mi bandera siempre ha sido el respeto, que nos vean como personas normales».
Fundareata brinda apoyo psicológico a personas con alopecia y ofrece conversatorios y actividades para visibilizar la condición. «Queremos hacer la segunda edición del alopecia Fashion Show. La primera edición fue un desfile muy lindo en la Plaza Alfredo Sadel, en la que todos los participantes eran calvos. En esta oportunidad queremos incluir a personas con diversos tipos de condiciones”.
Actualmente Yukency Sapucki es instructora de pasarela. Para ella es importante sensibilizar a las personas sobre la alopecia. Por eso, enseña a sus alumnas, sobre todo a las más pequeñas, todo lo relacionado con su condición. «Cuando mis alumnas pequeñas me ven por primera vez les llama la atención que no tengo cabello y les pregunto: ‘Les gusta mi corte’, a lo que me responden: ‘No’. A los días ya me tocan la cabeza y me dicen que les gusta cómo me veo. Tenemos que enseñar a los niños que ser diferente está de moda. Siempre busco la manera de que lo vean como algo normal», dice.
El consejo que le da a las personas con alopecia es buscar apoyo en familiares y amigos, acudir a un profesional, tratar de no alarmarse y, si ninguno de los tratamientos llegó a un feliz término, cortarse el cabello. «No es sano mentalmente tocar tu pelo y ver cómo se cae. No te aferres al pelo, busca la manera de seguir adelante y raparte. Apóyate en tus amigos, no te encierres», insiste.
Aunque Sapucki vivió su proceso de aceptación sin acudir a un psicólogo, asegura que lo ideal es acudir a uno.
Ante la incomodidad que causa la pérdida del cabello, Yukency recomienda –en el caso de las mujeres– recurrir a herramientas como los accesorios y el maquillaje para sentirse más femeninas. Reconoce que es un proceso difícil y que toma tiempo adaptarse. «Verme en el espejo ha sido muy duro. Siempre pongo el ejemplo de cuando voy a un centro comercial y me veo reflejada en una tienda. A mí mente le cuesta reconocerme porque toda mi vida me vi de otra manera», dice.
Sobre las precauciones que debe tener en su vida diaria, cuenta que son sencillas: usar protector solar y lentes de sol, pues al no tener pestañas ni cejas debe cuidar un poco más sus ojos. «No es algo fácil de llevar. Hay ciertos detalles que hay que cuidar para vivir con esta condición, pero no es algo que nos limita físicamente», asegura.
Si bien es cierto el país se rige por los patrones de belleza impuestos por el Miss Venezuela, Yukency considera que las personas están más abiertas a otros tipos de belleza, menos convencional. «Hace poco hubo una miss rapada, en mi época estuvo Miúrica Yánez. Entonces, siempre hay alguien que rompe con ese prototipo. Creo que es el momento de romper ese molde y dejar de buscar ese canon de belleza perfecto. Más allá de la apariencia, la actitud es lo más importante y lo que realmente marca la diferencia», finaliza.