«Lo que necesita la humanidad no son soluciones; creo que lo que necesita es conciencia de lo que está pasando», opina el escritor colombiano William Ospina, quien en su último libro alerta sobre las consecuencias del llamado progreso sobre el planeta y la sociedad.
Ospina señala en una entrevista con EFE que «esta conciencia no se limita a la información, ni siquiera al conocimiento», sino que «se requiere algo más: se requiere sabiduría, algo que va más allá de la razón y que tiene que ver con el afecto, con la sensibilidad, con el asombro por la belleza».
El escritor y periodista publicó el mes pasado el ensayo «El taller, el templo y el hogar», en el que reivindica que la humanidad debe encontrar una forma de habitar el mundo más sostenible.
Predica que «nos acercamos a un abismo muy eficientemente» porque «el progreso nos ha ido despojando de tanto sentido trascendental y de la responsabilidad que somos indigentes en comparación» con los pueblos de la antigüedad.
Por eso, cree necesario «aproximar de nuevo» tres aspectos de la vida que él simboliza en el taller, «la manera como manejamos nuestro hacer», el templo, «cuál es el principio que nos une en comunidad», y el hogar, cómo «habitamos el mundo».
«Si no logramos aproximar de nuevo nuestra manera de hacer las cosas, nuestra manera de estar juntos y nuestra manera de habitar en el mundo, esa fragmentación va a ser cada vez más destructiva», advierte Ospina.
Aunque en su libro abundan las referencias a las sociedades indígenas y a las civilizaciones previas al desarrollo industrial, Ospina asegura que no cree «en la nostalgia» y que «no hay que repetir el pasado» sino «aprender de él, porque es la única experiencia que tenemos».
«Ya no podemos escoger si queremos seguir viviendo en la sociedad tecnificada y superpoblada o si queremos una vida más sencilla. No es una opción. La realidad nos va a imponer sus lógicas», afirma convencido.
Para cambiar el rumbo de la humanidad hacia ese «abismo», Ospina valora que debemos ser capaces de «contrariar lo que somos» y nuestra «tendencia a la comodidad, al derroche, a la irresponsabilidad».
Estos valores dependen, según el escritor, «del orden cultural» que nos rodea y critica que «nuestra época es experta en estimular las pasiones más cómodas».
«La publicidad nos vende un ideal humano del lujo, del derroche y de la frivolidad. (…) Descubrieron que es un muy buen negocio venderle irresponsabilidad a la gente».
Además, el escritor arremete contra la idea de que el progreso tecnológico sólo ha traído beneficios: «Hay algo en la aventura tecnológica que es muy tentador y peligroso. Casi todo lo que inventan está hecho para que perdamos alguna destreza. Cada vez somos más frágiles. El día que no tengamos la máquina descubriremos que somos inhábiles».
Sin embargo, Ospina conserva la esperanza porque cree que «estamos viviendo una revolución enorme en este momento, el mundo está reaccionando y no está simplemente caminando hacia el abismo».
«Hay revoluciones que estallan, que suelen ser las políticas, y hay revoluciones que ocurren, que nadie las decreta un día ni se toman el poder, pero van cambiando la sensibilidad, los conceptos, los principios (…) Hoy está ocurriendo una revolución de ese género, y va a cambiarlo todo», no duda en pronosticar.
Agrega que «sería absurdo que una época tan en crisis como esta mantenga sacralizadas unas maneras de vivir que nos han llevado a los peligros que vemos hoy en día».
Por ello, Ospina se mantiene firme en la convicción de que «debemos confiar en nosotros mismos, en nuestros talentos y en algo más allá de nosotros, que es el diseño misterioso del universo».
«Creo que tenemos que confiar en nosotros mismos, en nuestros talentos, y en algo más allá de nosotros, que es el diseño misterioso del universo», concluye.
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