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Daniela Jaimes-Borges: «Puedes convertir el dolor en belleza»

Serie “Nuevo país de las letras”. Banesco. Entrevista aDaniela Jaimes-Borges: “Puedes convertir el dolor en belleza”. Texto: Juan Antonio González / Fotos: Pavel Bastidas

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Actriz, escritora y profesoranacida en Caracas, en 1981. Egresada de la UPEL como Docente en Artes Escénicas y Magíster en Estudios Literarios de la UCV. En 2009 ganóel Premio de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, mención Dramaturgia, porBreves. Ha publicado en revistas como El Salmón y Babel y en portales como ReLectura y Ficción Mínima. Actualmente dicta la cátedra de Lengua Española y Literatura en la Escuela de Idiomas de la UCV.

“No creemos en ninfas ni tritones. La poesía tiene que ser esto: una muchacha rodeada de espigas o no ser absolutamente nada”. Esta frase del poeta chileno Nicanor Parra se aproxima bastante al día a día de la escritora Daniela Jaimes-Borges. En su modesto y ordenado santuario, que es su hogar, vive desde hace tres años. Al principio, se lo describía a sus amigos así: “Esto no es una casa. Esto es la Franja de Gaza”. Se escucha el bullicio de gente que hace cola para entrar a un supermercado de Piedra Azul, al final de la avenida principal de Baruta, y en pleno sureste de Caracas. Cerca de allí, subiendo por la calle Ricaurte,una pequeña e irregular escalinata de cemento conduce al lugar en el que Daniela cosecha su soledad. Ella y su gata de un solo ojo llamada Gertrudis; ella y la ausencia de luz directa; ella y su minúsculo escritorio donde caben su laptop y dos cornetas; ella y su infaltable cajetilla de cigarrillos, con encendedor y cenicero; ella y las repisas donde reposan sus dioses literarios; ella y un sofá de dos puestos; ella y un afiche de Los Beatles…La literatura que flota, la poesía a flor de piel, la obra de teatro en desarrollo, el libro de cuentos que debe terminar, los apuntes de sus clases de Lengua Española y Guión.Ella y el doloroso recuerdo de un comienzo de novela que no pasó de cien páginas: un accidente fortuito la dejó en el limbo de una computadora dañada.

La casa que antes utilizaban sus padres como almacén,definitivamente no es Gaza. Y no deja de ser metafórico que el espacio que es hoy su habitación haya sido en el pasado un inmenso tanque de agua. Ella contenida en él: vientre, mar, refugio. “Si la vida te ofrece un arco de fuego, no tomes el agua. Sé el agua”, ha escrito en su cuenta de Twitter.

Jovial, histriónica, decididamente femenina, Daniela sabe que, tanto en el teatro como en la vida, amuletos como el cigarrillo “dicen muchas cosas”. Y fuma mucho. Ha sido, en este orden, actriz, modelo, dramaturga, profesora, poeta y narradora. Habla alemán, que también enseña, intachablemente bien el español y está perfeccionando el inglés.

Ha editado hasta ahora un solo libro: Breves, que incluye las breves piezas teatrales “Sala de espera” y “La muñeca sin boca”.La primera combina comedia y suspenso a partir de las revelaciones personales de cuatro personajes sospechosos de haber asesinado a un baterista desafinado. La segunda, en un tono decididamente dramático, trata temas como el abuso infantil, el abandono, la depresión y los conflictos familiares a través de una amarga conversación que sostienen dos únicos personajes: Madre e Hija.

El jurado que distinguió a Breves con el Premio Municipal de Literatura en 2011 destacó “su alto nivel formal y de contenido. Gran ejercicio imaginativo y de libertad expresiva. Indagación en temáticas esenciales del ser humano: la culpabilización propia y del otro, el castigo social e interiorizado, la complejidad de las relaciones de dependencia, en tonalidad sartreana. Aquilatada estructura y progresión dramáticas, así como excelente elaboración de personajes. Preciso sentido del tiempo y el espacio teatral. Propuesta muy contemporánea, tanto en lo literario como en lo específicamente escénico. Gran dosis de poesía”.

En 2012, el Goethe Institut le otorgó a Daniela una beca para participar en la tercera edición de ‘Panorama Sur’ para dramaturgos, realizada en Buenos Aires. Se trata de una plataforma internacional para la formación en artes escénicas que auspiciaSiemens Stiftung y la Asociación para el Teatro Latinoamericano (THE).Con esa beca escribió una pieza que mantiene inédita:“Con tu permiso, Tennessee”.

Algunos de sus relatos breves han sido publicados en revistas como Asfáltica(UNAM), El Salmón, Babel y Teatralidad: crítica y verdad. Otros textos pueden ser leídos en portales como ReLectura, Ficción Mínima, País Portátil y Dramateatro.

Actualmente se desempeña como profesora de Lengua Española y Literatura en la Escuela de Idiomas Modernos de la UCV, donde también dirigió al grupo de teatro Catena. Volviendo al campo de la creación, intenta concluir una pieza teatral llamada “Duélale a quien le duela”, también un libro de cuentos, y como novedad trata de ensamblar una exposición con pinturas que siente vinculadas a la palabra escrita, hechas con óleo sobre papel de algodón.

“Soy muy inquieta. He intentado de todo”, confiesa quien ademáses community manager. Su perfil en Twitter es como un presentimiento de lo que serásu primer poemario, pues hasta la fecha ha participado en antologías como Jamming. 102 poetas (2014) y Cien mujeres contra la violencia de género (2015). Su cuenta @danielajaimesbo es una ventana a su trabajo, pues desde 2016 lidera una plataforma de promoción de la poesía venezolana llamada #VozDeOtraVoz. Allí cuelgaaudios con las lecturas que hace de poemas de autores locales de cualquier edad, inéditos o no.Y a manera de exposición de motivos, escribe: “Yo, ante la imposibilidad de un país mejor, esperado por tantos, me sostengo en la poesía y le doy paso con mi voz a los poetas de mi país”.

La soledad huele a salitre

“Nací en La Candelaria, pero nunca viví allí. Mi infancia fue intermitente. Pasé mis primeros tres años con una tía en Catia La Mar;luego estuve unos dos años en Catia, con mi abuela paterna; después regreséa La Guaira; y como a los nueve años viví por primera vez con mis padres, en otra casa de Catia La Mar”. En su poemario inédito Feroces, Daniela tiene un verso que dice: “Yo veía de niña/ en mi abuela/ una esperanza dilatada/ de servirle a la vida”.

A los once años la envían a casa de otra tía, en la avenida Andrés Bello. Estudió quinto grado en el Colegio Cervantes, pero debido al asma, que logró superar a los dieciséis, regresó a Catia La Mar, donde el clima era más propenso. “Viví así, dando saltos, hasta los dieciocho años. Nolo hice con mis padres hasta los ocho o nueve. Loexplico someramente porque son temas sensibles: mi madre vivía su segundo matrimonio. Ella ya tenía dos hijos, mayores que yo… Viví con uno de ellos; el otro estaba en Caricuao…Su versión era la siguiente: como tenía que trabajar, dejó a los hijos y se fue a vivir con mi papá en La Candelaria. Todavía están juntos”. Lo que no dice, lo escribe: “Llamar a mi madre. No decaer ante su olvido, esa desmemoria.Jugar a no recordar también. He logrado la belleza por encima de las lágrimas”.

Lasuerte de alejamiento involuntario de sus padres ha sido trasmutada por la poeta y docenteno en heridas permanentessino en impulsos de vida. “Por lo general, la gente dice que el pasado no lo podemos cambiar. Pero yo creo que sí, en la medida en que lo transformas o lo adhieres a tu alma desde otro punto de vista. De pronto puedes convertir el dolor en belleza. Lo sacas de la oscuridad. Aunque, en realidad, la belleza nunca pide ser salvada”. En otro verso de Feroces se lee: “El pasado es Pompeya/ detenido por un cobarde/ que no la deja arder/ que no me hace ceniza”.

“De aquellos años recuerdohaber sido campeona. A los siete años, porque no tenía quién me llevara al colegio, empecé a ir sola. Recuerdo el olor a salitre, siempre. Recuerdo el hastío que me producía el mar y la contemplación. La Guaira siempre ha sido para mí como un barrio grande, vivas donde vivas, vivas como vivas. De modo que hay un lado de mí que se hizo un tanto malandro…”.

La autora atribuye a sus vivenciasde aquellos años la conformación de una personalidad profundamente independiente. “Vínculos no tuve. No puedo decir siquiera que hayan sido endebles. Hoy en día, de alguna manera, he tratado de adaptarme al alzhéimer de mi madre. Para mí, el alzhéimer siempre ha sido un exceso de evasión. Ella ya no tiene la misma memoria. Por lo tanto, hablamos poco”.

Leer, lo inexorable

En la Escuela Gustavo Olivares Bosques, de La Guaira, la profesora de Castellano y Literatura de primer año de bachillerato, al tanto de la pasión de su estudiante por la materia, le dio a leer a Daniela la novela María, de Jorge Isaacs. Fue su primera experiencia como lectora y tenía doce años. “Luego, como a los veinte, ya en la universidad, la volví a leer y me pareció una telenovela”.

El impulso definitivo para que la lectura se convirtiera en una necesidad, más allá de las obligaciones académicas,lo encontró en el teatro. Y concretamente, enEdipo Rey. “En bachillerato nunca nos dan a leer las obras completas, sino fragmentos. Pues aquel fragmento de Edipo Reyme marcó. Tanto que, siendo muy pequeña, me leí las siete tragedias griegas. Fue una verdadera instancia de vida. También tenía un tío –esposo de la hermana de mi mamá, que ya murió– que empezó a estudiar Letras. Y aunque no terminó la carrera, era un lector voraz. Si mi maestra no me prestaba alguna obra, se la pedía al poeta de la familia. Eso me influenció mucho, y también el hecho de que con su hijo, que sí ha sido realmente un hermano para mí, grabábamos radionovelas en casetes. Yo escribía los guiones y, junto con otras dos primas, era su actriz principal. Allí nació mi devoción por el teatro y la actuación. Al año,entré en un grupo amateur. Y luego estudié modelaje, pero pronto me di cuenta de que iba a seguir midiendo 1,59. En realidad, no me fue nada mal”.

“No tengo ninguna atracción por lo trágico, en un sentido irreversible. Tengo, eso sí, una atracción por la literatura, y en principio por el teatro. En principio, digo, porque luego me hice de otras lecturas. Lo primero que leí fue narrativa, novelas, y luego fueron las tragedias, y ya después no paré. Pero volviendo a la categoría trágica, debo confesar que no la entendía mucho al comienzo. Eso fue entrando poco a poco. Desde niña, soy una persona bastante porosa cuando lee. Me fascinaba lo inexorable. El caso de Yocasta con Edipo, por ejemplo. Todavía tengo clara la imagen de Prometeo cuando le roba el fuego a los dioses, es encadenado y las aves de rapiña le comen el hígado”.

La libertad como vocación

Daniela define su adolescencia con una metáfora marítima: “olas que golpean duro la piedra, pero que luego se repliegan. Y ese golpear hace también espuma. No era rebelde para nada, porque hacía todas mis tareas, y nadie me regañaba porque no existía. A veces era medio Gasparina”.

Tan pronto culminó el bachillerato, sus alternativas para iniciar estudios profesionales fueron variadas. “Sentí que tenía habilidades para la química; también para el Derecho, porque era una cosa familiar. Mis padres son funcionarios públicos ya jubilados y, muchas veces, cuando no había nadie que me cuidara o estaba de vacaciones, iba al tribunal con ellos. Conozco de asuntos legales”.

Fue aceptada para hacer estudios de Derecho o de Idiomas Modernos en la UCV. Pero prefirió hacer el propedéutico para la carrera de Química en la Universidad Simón Bolívar. “Muy pronto me di cuenta de que no quería hacer nada de eso, porque para entonces lo único que me interesaba era leer. Siendo bastante independiente, podía elegir. Comencé a sentir que mi vocación real era enseñar, y más específicamente enseñar arte. Así que me fui al Pedagógico. Cuando llegué supe que debía preinscribirme, pero ese mismo día estaban realizando las entrevistas para los preseleccionados. Presenté mis papeles, expliqué mi caso y me hicieron la entrevista. ¡Me habían aceptado en el Pedagógico!”

Su profesora de Biología, Marisol Montilla, ya lehabía asomado que su camino podría estar en la docencia. “Cuando hacía mis exposiciones en sus clases, casi nunca me ajustaba a lo que decían los libros. Siempre he querido entender las cosas, manejar bien el diccionario. Confiaba más en esas habilidades. Al final del curso, Marisol estaba segura de que sería una excelente profesora”.

Si bien tenía tiempo haciendo teatro amateuren la universidad,en el Pedagógico no enseñaban actuación. Daniela decidió entonces hacer una audición para entrar a un grupo teatral llamado La Silla Rodante. “No sé si todavía existe, pero ahí entré y me hice actriz profesional.A los dieciocho años, ya yo estaba participando en el Festival Internacional de Monólogos”.

“No voy a repetir lo que muchos dicen: que escriben desde niños o desde que tienen uso de razón. Yo apenas anunciaba cosas en un diario. Y me metía en congregaciones como La Legión de María, para entender mejor la Biblia. Me parecía una obra fabulosa y me impulsaba a escribir. Luego, a los dieciocho años, escribo mi primer monólogo: ¡muy malo, por cierto! Se llamaba Estoy muerta, y tenía muchos problemas de puntuación. Creo que esa pieza surge del dolor no depurado de la infancia, de la ausencia de madre y padre”.

Cruz Manuel Noguera, dramaturgo y actor egresado del Pedagógico, fue el director de su primera obra de teatro. “Siempre he ido un poco a contracorriente. Empiezo todo al revés. La primera obra que hice profesionalmente como actriz, sin contar Estoy muerta, fue un monólogo, género muy difícil de crear, llamado La muñeca sin boca. Abandoné el proyecto por muchas razones, pero muchos años después, encontré servilletas, papeles y anotaciones sobre esa pieza. No fue sino en 2009 cuando me atreví a terminarla. Era una obra breve, pero sufrí mucho escribiéndola. Lo hice con una cajetilla de cigarrillos al lado de la computadora y un dispensador cúbico de pañuelos Sutil. Vivía en Colinas de Bello Monte el día en que la terminé. Salí del estudio, fui a la cocinay me desmayé”.

Lejos de incidentes y tropiezos, Daniela siempre sintió que el teatro le permitía ser absolutamente libre. “Me permitía ser alguien que yo no era. Y todavía lo creo.La actuación para mí es lo más sagrado, al igual que la escritura. Si no fuese actriz, no sería ni escritora ni profesora”.

Depurar el dolor

“Yo me hice. Me construí. Y todavía me estoy construyendo. La psicoterapia me hizo mucho bien. Tengo un carácter fuerte: puedo ser muy decidida, muy aguerrida. Como he estado sola, uno tiene que ser a la vez madre, padre y hermano. También he aprendido a soltar, a entender que ya no soy una persona abandonada. Lo fui, claro, pero ahora me tengo. Tres mesesfue el tiempo que estuve con mi madre al nacer, pero ahora tengo treinta y cinco años. Cuando nací, estuve un mes en incubadora: vine al mundo con problemas; no se me habían desarrollado bien los pulmones. Además, nací de forma inesperada: mi madre quedó embarazada, pero no lo supo hasta el cuarto mes de gestación”.

“Sobre los temas de mis obras, al principio eran una suerte de bestiario, de ferocidad. Trabajaba con el animal siempre. Luego se hicieron más humanos, aunque abisales, pero se han ido redimensionando. En los últimos años han tenido que ver con la depuración del dolor: pasarlo por un tamiz más fino, convertirlo en belleza. Un ejemplo: yo me sentía muy incómoda en esta casa. Llegué aquí porque no tenía adonde más ir. Era un depósito que mis padres me habían dejado. Pero lo habilité como una casa, y ahora me gusta. Una amiga poeta me dijo: ‘Si no entra la luz natural, tú puedes ser la luz. Hazde la oscuridad algo apacible’. Y eso es lo que he hecho”. En un poema del libro Las manos de Eggers, inédito, se lee: “La enfermedad es una esquina en el patio trasero de mi temple/ un ruido/ obstinado/ cuando aparece vestido/ de uno”.

“En algún momento fui muy pública con respecto a mi enfermedad, pero sufrí mucho”. En 2014 le fue diagnosticado un melanoma, del que ya está recuperada, y en 2015 le detectaron un glioblastoma en el troncal izquierdo del cerebro, por el que recibió, con resultados muy positivos, quimioterapia de última generación. “Mientras estaba en tratamiento, hubo gente que me criticaba porque fumaba de vez en cuando o porque me tomaba un vodka. Nadie reparó entonces, en un Jamming Poéticoal que me invitaron, que la poesía me daba toda la vida que me robaba la enfermedad.No sé si la literatura salva o no, pero a mí me ha ayudado. En mi último poemario, Las manos de Eggers, ficcionosobre el nombre de mi oncólogo. Lo hice por respeto, porque me curó, y porque murió de un cáncer cerebral”.

A veces se muestra dura como una roca y a veces frágil como su gata. Dice no tenerle miedo a la muerte. “A lade otro sí,pero a la mía no. Llegar a este convencimiento no es sencillo: hay que aprender a vivir, a querer, a respirar. El hoy lo es todo. Puede que no muera de cáncer. Puede que muera cayéndome en una bañera. La vida me impulsa a escribir. O mejor, no puedo vivir si no escribo. La literatura es el lugar más hondo de mí. Es el lugar sagrado”.

Si hay una idea que la obsesiona, trata de que le venga primero en forma de imagen: “una imagen en palabras”. Una vez que esta aparece, la escribe sobre un papel o en la computadora. Y con solo hacerlo, ya sabe si se tratade un poema, de un cuento o de una obra de teatro.Antes de escribir, ordena, limpia, atiende a Gertrudis. Pone a sonar la música de Jacqueline du Pré, de Glenn Gould o de Daniel Barenboim… La que mejor se ajuste al tempo de lo que escribe. Lo hace todos los días. Generalmente de noche, pero asegura haber descubierto que escribir entre seis y ocho de la  mañana “es perfecto”.Eso sí, siempre con los cigarrillos y el cenicero a la mano.

En el espejo de otros

En los espacios blancos que dejan las repisas de su hogar, Daniela ha levantado sus altares. En uno de ellos tiene una fotografía del cubano Virgilio Piñera, de quien dice amar Electra Garrigó, su particular versión de la Electra de Sófocles. También figuran allíEl diario de Praga de Caupolicán Ovalles; poemarios de Olga Orozco: “a la que siempre vuelvo”; obras de Anaïs Nin: “de la que admiro el desparpajo pero también la honestidad con la que retrata a sus quince o veinte amantes”; las tragedias griegas… También dice que se identifica con el protagonista de Solo para fumadores, de Julio Ramón Ribeyro, por razones adictivas. En el recuento admite que, más que leer, relee.

“Me interesan todos los personajes heroicos. También las épicas asociadas al viaje, que siempre tratan de transformación interior, aunque no me vea muy reflejada en ellas. Me interesan más bien porque nutren mi imaginario. Pero me estoy quedando corta: ¡hay tantos personajes interesantes! A mí me encantaría interpretar a la BlancheDubois de Tennessee Williams. En ella se confirma que la locura no es más que la exuberancia de la belleza. Pero creo que todavía soy muy joven para encarnarla”.

En cuanto a la poesía venezolana reciente, dice que “hay bastante y buena, pero por más estudios que tengano soy quién para calificarla. Puedo decir que me gusta la poesía de Alejandro Castro, por ejemplo. También los trabajos de OrietteD’Angelo y José Delpino. En otro frente, pienso que Flavia Pesci-Feltri o Kira Kariakin son autoras extraordinarias. Ni hablar de Luis Enrique Belmonte. FedosySantaella, en su faceta de poeta, y Hernán Zamora son para mí muy buenos. Con Yoyiana Ahumadahe hecho algunas lecturas dramatizadas de Maleta de exilios, que ambas pensamos montar en una sala de teatro. Y no olvido a Cecilia Ortiz, que es como mi madre poética. Los llamados jammingsme dieron la oportunidad de leer mi poesía en público. Ha sido una iniciativa importantísima, muy de estos tiempos, que habrá que agradecer”.

“La situación editorial que tenemos es un reflejo del país. Con los costos actuales es muy difícil publicar. Y sin embargo, editoriales como Todtmann, Libros del Fuego o Madera Finaestán haciendo un trabajo muy importante, ya no de resistencia, sino de resiliencia. Para mí se trata de un trabajo invaluable, que tendremos que estudiar dentro de unos veinte años. Ahora no nos damos cuenta de la importancia. Solo en perspectiva sabremos la relevancia que tuvo”.

“Venezuela es un campo minado. Tenemos el alma rota, pero ahora también el cuerpo. La falta de agua, de medicinas, de alimentos… todo eso destruye el cuerpo, después el alma, y por último el lenguaje. Una sociedad malograda, y ahora de rodillas. Todos vivimos penetrados por la crisis; ya nadie se escapa. Como todos, para sobrevivir debo hacer múltiples tareas”.

“Mi fe está intacta: nunca la he usado. Hay que seguir, cada quien desde su lugar de trabajo, desde sus posibilidades. Seguir apostando. Mientras estemos acá, los que aquí seguimos porque no pensamos irnos, tenemos que seguir haciendo lo que mejor sabemos hacer. Y en mi caso, seguir formando desde la integridad y la excelencia”.

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*La entrevista forma parte del libro Nuevo país de las letras, publicado por Banesco Banco Universal, Caracas, 2016. Compilación: Antonio López Ortega.

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