Aunque no le gusta reconocerlo, Raúl Biord es uno de los obispos pastoralistas más importantes de América Latina.
El obispo de La Guaira, de las afueras de Caracas, habló con RD del calvario por el que está pasando Venezuela. País donde, aunque hay «dolor, llanto y sufrimiento», también hay «esperanza en la paz, en nuestro pueblo y en lo que el Papa pueda ayudar».
Es usted uno de los obispos pastoralistas, me dijeron, más importantes de América Latina.
No creo que sea así, pero bueno. Yo soy salesiano, formado en el carisma de san Juan Bosco. He trabajado siempre con los jóvenes, me hice sacerdote salesiano para ello. Estudié Teología fundamental, en la Gregoriana y en Venezuela me ha tocado, sobre todo, acompañar el Concilio Plenario de Venezuela, que fue un gran regalo de Dios para nuestra Iglesia y que duró 10 años.
¿Diez años?
Sí. Se han realizado pocos concilios plenarios después del Vaticano II, y el único en América Latina es el nuestro. Hubo otro, por ejemplo, en Filipinas, que lo hicieron en un año, en una semana. En cambio, en el nuestro, quisimos hacer todo un proceso de pensar cómo tendría que ser la nueva evangelización en Venezuela.
¿En qué fecha fue eso?
Desde el 96 al 2006. Se pensó como actualización de la Iglesia para los 500 años de llegada del Evangelio a América Latina, que a nuestro país fue en el año 1498, en el tercer viaje de Colón.
Y en preparación también del año 2000 -dijimos- más que hacer una fiesta queremos hacer un proceso de reflexión. Fue bien interesante, porque hubo tres años de fase preparatoria y cinco años de sesiones. Cada año nos reuníamos una semana trescientas personas, los cuarenta-tcincuenta obispos que había y laicos religiosos, y juntos intentamos pensar en un proyecto de evangelización para Venezuela.
Creo que fue providencial, porque antes de que comenzara todo lo que sería este movimiento de revolución socialista-comunista propuesta por el presidente Chávez, la Iglesia de Venezuela tuvo ese momento de pensar y de ponernos de acuerdo sobre los criterios pastorales para consolidar un poco lo que sería el proyecto de evangelización.
¿Qué espera de este I Encuentro Iberoamericano de Teología en el Boston College, con tan grandes figuras?
Creo que es un regalo que el Señor nos permite. Una iniciativa maravillosa de los organizadores la de ponernos en contacto y en comunión, a distintos pensadores de la teología latinoamericana y de la teología también en España. La realizamos, un poco, para tematizar intuiciones que el Papa Francisco está proponiendo a toda la Iglesia.
El Papa Francisco viene, evidentemente como todos nosotros, de la cultura de una Iglesia de gran espiritualidad y de la riqueza consolidada en estos 500 años de evangelización en América Latina. Esta espiritualidad, está siendo propuesta por él para otros continentes, para la vieja Europa y para los países emergentes de África. Y para estos cristianos emergentes en sociedades milenarias de Asia.
Está de moda América Latina. El Sur vuelve por sus fueros, a nivel eclesial.
El Papa ha venido del Sur, y pareciera paradójico que en un momento con tantos problemas políticos, sociales y económicos, la evangelización plantada en América Latina ha dado sin duda grandes frutos, como para tematizar estas intuiciones que el Papa propone. Creo que es bien interesante.
Vengo de participar la semana pasada en San Salvador en un encuentro sobre la misión continental y el paradigma de la Iglesia en salida, el paradigma misionero.
Desde CELAM yo participo también en el departamento de Misión y espiritualidad. Estamos respondiendo al llamado que nos hace Francisco para hacer realidad esta propuesta que Aparecida lanzó hace diez años: la de ser mejores discípulos siendo misioneros y saliendo fuera de nuestras iglesias.
Creo, que después de diez años de Aparecida, la tarea todavía es muy grande, porque la propuesta que hace Aparecida de cambiar el paradigma, de salir y llevar el Evangelio por el mundo nos cambia el chip de la forma de pensar. Esto, requerirá también muchos años para formar una nueva generación de pastores y para nosotros convertirnos a este nuevo modelo pastoral.
¿Es modelo válido para toda la Iglesia? Algunos en Europa dicen precisamente eso, y le achacan al Papa que quiere latinoamericanizar a la Iglesia Universal.
La lógica de la encarnación que siguió Dios para enviarnos a su hijo nos dice que entró en una cultura determinada. Al entrar Jesús en ella, asumió la manera de pensar y de expresarse en el lenguaje de esa cultura. Y lo mismo ha hecho la Iglesia en todas las partes donde ha ido.
Sin duda, creo que hay distinguir entre el contenido universal del Evangelio de las formas culturales en las que se expresa. También es cierto que por muchos años hemos tenido una forma de expresión europea que ha sido trasplantada, con el peligro y la tentación de muchos misioneros que han querido hacer una clonación de las iglesias de donde vinieron a las iglesias adonde fueron.
O sea, ¿que nos responden con la misma medicina?
No se trata de devolver la medida, se trata de proponer. No, de que nosotros queramos clonar en Europa lo que hacemos aquí. Sí, de abrirnos en este paradigma misionero, a nuevas riquezas y expresiones/concreciones que el Espíritu ha hecho aquí y ha hecho también en otros países.
Pienso que no es tanto la forma de ser latinoamericana cuanto lo que el Papa propone: esta conversión misionera como paradigma de la Iglesia que significa el salir desde adentro hacia afuera, no de encerrarnos. De alguna manera la Iglesia, celebrando casi los cincuenta años de la clausura del Vaticano II, se encontró que estábamos dando un paso hacia atrás, que estábamos centrándonos mucho en la Iglesia.
Construir la misión que tiene la Iglesia es precisamente la de anunciar este evangelio que nos saca de nuestras formas de pensar y nos lleva a buscar nuevas formas de inculturarnos. Porque la cultura es algo dinámico, va cambiando.
Por lo tanto, yo creo que no es llevar los modelos de América Latina a Europa, pero sí de llevar esta forma de pensar. Primero, la de una Iglesia en salida y segundo, de un compromiso más activo entre los pobres de este mundo y una presencia de esta Iglesia que acompaña desde abajo, desde las periferias, desde las distintas situaciones. Lo que es la realización del reino de Dios.
En Europa, o en España más en concreto, la gente sí que le sigue, y es una gran líder aclamado por creyentes y no creyentes. En cambio, la jerarquía se muestra más reticente. ¿Es, quizás, que les está exigiendo un cambio de vida, dejar los palacios, por ejemplo, o ser más austeros, salir hablar con la gente…?
Conozco poco las realidades española y europea, pero la nuestra, al menos América latina, es una invitación a que los sacerdotes y los obispos cambiemos nuestra forma de estar entre la gente, nuestra forma de vivir. Renunciar a los privilegios que nos podrían venir del status quo y a compartir un poco las esperanzas y las angustias de la gente, como ya nos pedía la Gaudium et spes.
Al menos desde la experiencia que yo tengo en el país, mi diócesis, por ejemplo, es una diócesis muy sencilla, y la mayoría de las diócesis allá, pues no podemos dejar los palacios, porque no los tenemos. Vivimos con la gente, igual que la gente. Sin duda, será más bien, ese cambio de mentalidad.
Entonces nos costará más en Europa.
Para todo aquello que tenga una estructura más consolidada, costará más este cambio. Lo que está proponiendo es bastante audaz; es vivir en la sencillez, en la cotidianidad de cada día de las personas. Como son diferentes las realidades, no creo que se trate de tener una Iglesia uniforme, pero sí una Iglesia que sea radical porque va precisamente a la raíz de esa sencillez.
¿Venezuela llora también? El otro día estuvo en España el arzobispo de Maracaibo, y lloraba públicamente hablando de Venezuela.
Sí, es una situación muy difícil la que estamos viviendo por el hambre de nuestra gente sencilla. Porque este modelo político que se quiere imponer, el llamado socialismo del siglo XXI (una revolución socialista que se profesa como comunista), lo que ha traído en 18 años es pobreza y es exclusión. Sin duda ha provocado y está provocando el hambre y la muerte de mucha gente inocente.
La semana pasada yo veía delante de la catedral a una señora muy bien vestida hurgando entre los restos de la comida para comer algo. Es una pena. Nosotros vemos que este modelo que se nos quiere imponer no ha funcionado por los principios, pero también por la gran corrupción a la que está siendo sometida.
Por lo tanto, en este momento, como lo hemos expresado los obispos, hay dolor, hay llanto, hay sufrimiento de hambre y otras carencias de básicos entre nuestra gente, como la falta de medicinas, por las cuales muchos pacientes mueren día a día. Por eso, la gran preocupación de los obispos está aquí, precisamente en este sufrimiento.
Venezuela recibió muchos inmigrantes de España, de Portugal, de Italia, de Siria, del Líbano y de América Latina de muchos lugares, Colombia, Perú, Ecuador, república dominicana, Chile, Argentina… Actualmente han salido ya más de 2 millones de nuestros jóvenes. Esto viene sucediendo durante 10 años. Yo vivo cerca del aeropuerto y todos los días que me toca ir a recibir o despedir a alguna persona, veo jóvenes despidiéndose de sus novias y de su familia.
No tienen futuro en el país.
Salen porque no encuentran futuro en el país, porque no hay una calidad de vida y por la amenaza de la gran violencia, casi 30.000 muertos cada año por esta causa. Es un desangre, una hemorragia de personas y de jóvenes bien preparados y que al mismo tiempo va creando un gran vacío en este sentido.
Por lo tanto, creo que es un momento muy difícil, como hemos expresado los obispos en distintas ocasiones. Es también, un poco, la llamada a fortalecer en Venezuela, pero también en los demás países de América Latina, esa conciencia social que intenta disminuir esa gran brecha que hay entre la riqueza de algunos y la pobreza de muchos que se convierten en el caldo de populismos y que, en el fondo, lo que dejan es el régimen que tenemos nosotros, de mayor pobreza. Además de robarle la esperanza a la gente.
Un momento difícil, en el cual nosotros, ante todo, pedimos que se sepa la situación que estamos pasando.
La situación que están pasando, la que usted comenta, ¿no es una campaña imperialista? Porque me imagino que los obispos ahí sí se mantienen con el pueblo. No toman partido político.
Ciertamente, no. En estos años la Conferencia Episcopal ha sido crítica, y puede serlo porque está con el pueblo y defendiendo los intereses del pueblo. En este momento, la Iglesia católica es, si se quiere, la única institución que queda con una fuerte credibilidad precisamente por esta presencia, día a día, entre la gente.
Además, los obispos y los sacerdotes están en los barrios más pobres, entre la gente, y conocemos la situación en toda la geografía. No hay ningún interés político en sentido partidista, ni ningún interés distinto del bien de la gente.
Se puede comprobar el sufrimiento de la gente; el último documento que sacó la Conferencia Episcopal el mes pasado hablaba de este oscuro panorama en el que nos encontramos, en el que el Papa también ha querido mediar como representante. Pero también indicando que el diálogo entre las partes exige el respeto, primero, del otro.
Y segundo, exige algunos puntos en los cuales el mismo Papa, a través del cardenal Parolín, expresó, como es la apertura de canales humanitarios para que llegue la comida y las medicinas a la gente que lo necesita. Como el reconocimiento de la vía electoral como medio democrático para saldar las dificultades, como la liberación de los presos políticos y el reconocimiento de las facultades políticas de la Asamblea Nacional, que es como el Congreso del país.
Creo que en este punto en el que el Papa ha insistido, se trata de que ante una dificultad con un conflicto que no se puede ignorar, como dice en la Evangelii gaudium, hay que afrontarlo. Y la manera de solucionar, pacífica y normal, es precisamente el diálogo. Pero un diálogo que no es simplemente justificar la situación que hay, sino que parte del reconocimiento del problemas verdaderos y tiende a la resolución de estos escollos que están haciendo sufrir al pueblo.
¿Teme que el conflicto pueda desembocar en una guerra?
No creo que pueda desembocar en una guerra civil en cuanto que las armas están solamente de un lado. Las tienen los militares, la milicia que ha creado el Gobierno como forma de defender la revolución.
No creo que pueda haber una guerra: lo que sí puede haber es una fuerte represión de parte de cuerpos militares y paramilitares si el pueblo protesta por hambre y por necesidades.
Los obispos han alertado de que precisamente es a través del diálogo y la negociación el camino único que tenemos para salir de las dificultades. Pero sí pensamos que la violencia que ya existe todos los días entre la gente por hambre y por falta de medicinas pueda verse teñida de sangre por represiones contra el pueblo. Y eso hay que evitarlo a toda costa.
Ayer Maduro decía que ustedes, la Iglesia venezolana, boicoteaban el proceso de paz.
De parte del Gobierno, no solo del presidente sino otros voceros, suelen decir, cada vez que hay una crítica positiva en el sentido de reconocimiento o de denuncia de un problema, que se “está en contra del Gobierno y en contra del pueblo”.
Eso, es absolutamente falso. Tal vez el Gobierno quisiera acallar la voz de la Iglesia porque es la voz de los pobres, la voz incómoda. Ellos quisieran que la Iglesia hablara solamente de música celestial.
Pero la Iglesia sigue dando el ejemplo por el cual, según el papa Francisco, tenemos que hablar de la situación de los pobres y de la situación del Evangelio, con todo lo que lleva el profetismo de denuncia de injusticia y de anuncio de las cosas positivas.
¿Hay esperanza de que la cuestión se resuelva, al menos con la mediación del Vaticano? Hasta ahora, donde ha intervenido el Papa ha cuajado. Como en Cuba o en Colombia. Parece que Venezuela se le resiste.
Por supuesto que la esperanza, como cristianos, es la virtud principal y la virtud que está al final en el sentido siempre de que nosotros tenemos la confianza puesta en Dios. Y en nuestro pueblo, que ha sido sumamente sabio al evitar confrontaciones que hubieran podido llevar a una violencia con muchos muertos.
Tenemos esperanza en la paz, en nuestro pueblo y en lo que el Papa pueda ayudar. Pero esto requiere la buena voluntad, sobre todo, de quien detenta el poder de abrirse a lo que es en toda democracia la solución de los problemas. Me refiero a la vía electoral, en la que el pueblo pueda manifestarse.
Sin duda, el Papa tiene un gran liderazgo mundial. Esperamos que el esfuerzo que se ha realizado en Cuba y en Colombia pueda tener resultado concretos, porque todavía no se ha llegado a un puerto aunque se ha avanzado bastante.
Nosotros creemos el Papa puede ayudar, precisamente porque es respetado por ambas figuras, y puede favorecer el ir forjando el camino de entendimiento y de negociación para salir de la crisis que estamos viviendo. Con razón, monseñor Ubaldo lloraba por Venezuela en Comillas el otro día. No es otra cosa que la expresión del llanto de mucha de nuestra gente pobre, que todos los días llora, sufre y muere por esta situación de injusticia.