Colores tenues y ensordecidos se despliegan en pinturas que tienden a lo abstracto. Finaliza la década de los sesenta y Julio Pacheco Rivas experimenta con la estética. Aún no cumple los 20 años de edad. Después su obra se transforma en pliegos de papel, en volúmenes y espacios en los que la figuración se hace determinante, en los que se descarna la ambivalencia entre lo real y la ficción. De las atmósferas interiores -laberínticas- pasa a las amplias arquitecturas y a los objetos. Y es el ocaso de los años noventa lo que termina de definir su trabajo: la tecnología interviene su lienzo. Las perspectivas crecen y se multiplican las habilidades del color, que luego queda ausente en su creación. Las lecturas de la obra de Pacheco Rivas son algo más que infinitas. Este constante jugar con las facetas adquiere otro carácter en su más reciente exposición: El color del cristal. Es una suerte de revisión plástica y al mismo tiempo una nueva manera de poseer los elementos: en sus piezas hay más geometría, un sutil regreso al color y un nuevo encuentro con el video, que empezó a trabajar en los años setenta. Su individual -que se inaugura hoy en el Centro Cultural BOD de La Castellana- está integrada por 25 obras en diversos formatos entre pinturas, esculturas, animación e instalación. El punto focal: las transparencias, que no son verdaderas ni falsas, generan efectos diversos y adquieren sentido dependiendo de cómo se aproxime el espectador. Se trata de una propuesta de escala museística, pero en el país estas son instituciones que han caído en el más terrible deterioro. Un vacío que, de alguna manera y con sus condiciones particulares, cubren las galerías y lugares alternativos. «En la representación, los espacios nunca han sido absolutamente reales porque no había posibilidad de una lectura temporal, de un desgaste de materiales, de una noción de realidad. Simplemente son ficciones espaciales en un tiempo indefinido: no sabes si son ruinas o hablan del futuro. Creo que este ir hacia la geometría viene de los recursos tecnológicos, encontré programas que pintaban igualito a mí», afirma el artista caraqueño sobre la exposición, para la que utilizó materiales como el hierro y MDF. La vista. En su investigación sobre volúmenes y movimiento, Pacheco Rivas presenta sombras como parte de El color del cristal. En las pinturas blancas -ligeramente separadas de la pared, también blanca- esa proyección de la luz es la protagonista; mientras que en algunas esculturas, las sombras son talladas, simuladas. Estos efectos también los busca con las animaciones, en las que hay cambios, palpitaciones. «Es como la sangre que fluye o el pecho que respira», dice el pintor. Los colores sufren metamorfosis a ratos lentas y otras con más velocidad. En la exposición hay trabajos como Neoglifos y Con el agua al cuello, en las que muestra una evolución del cubo en el espacio: está lo positivo y lo negativo, la forma plena y sus vacíos. Incluye Lo que está a la vista, un mural de 4,45 metros de alto por 5,80 metros de ancho en la pared principal de la sala. Al artista le tomó cerca de cinco días elaborarlo y lleva a su máxima expresión la idea de las transparencias. Involucra al espectador en la obra, engaña al ojo en una deformación de la perspectiva. «Hay siempre una renovación de los elementos que ha trabajado. Él indaga muchos espacios infinitos. El color del cristal es una exposición planteada como un tránsito, un proceso que se está revisando y en el que el artista encuentra nuevas reflexiones a partir de un lenguaje que tiene constituido», afirma la curadora Susana Benko, autora también del texto del catálogo. El tránsito. Son 50 años de trayectoria artística los que reúne Julio Pacheco Rivas. Y las inquietudes se mantienen casi intactas. -¿Por qué le interesa esa doble lectura, esa simulación? -Porque siempre hay un tránsito, que se observa incluso en mis colores. Cuando los utilizo no son definitivamente rojos o amarillos. Siempre están como a mitad de camino entre una cosa y otra, como una voluntad de cambio. No sé por qué. Y es una obsesión que me ha perseguido toda la vida, la encuentro a todo lo largo del trayecto. -¿Cómo le afectan actualmente esas obsesiones? -A ellas les rindo el mayor homenaje con esta exposición. Es como un reconocimiento, las capturé. A veces las muestras tienen ese carácter psicoanalítico, incluso las entrevistas: cuando uno dice cosas se revela otras a sí mismo que antes no había pensado. Eso es muy bueno. Después de estas experiencias salgo más claro. FICHA: El color del cristal Sala de Exposiciones, Centro Cultural BOD, La Castellana Inauguración: hoy, 7:00 pm Entrada libre