Los seres humanos percibimos el mundo a través de nuestros cinco sentidos. De ellos, tal vez sea el de la vista el primero que nos permite organizarnos y ubicarnos en nuestro contexto de manera armónica y equilibrada. Se trata de un natural proceso de adaptación que todos tenemos. La vista tiene la capacidad de sintetizar y analizar de manera inmediata una realidad. Esto lo sabe Alberto José Sánchez pues concibe sus pinturas apelando a la percepción visual y también a la cognitiva, esta última sustentada en las experiencias vividas por cada espectador. La aproximación a sus pinturas será distinta para cada quien pues todos tenemos un registro y una historia particular. Por eso existen diversas formas de ver.Nuestro sistema visual está acostumbrado a identificar y a diferenciar las formas en base a nuestra percepción y ubicación en el mundo. Y tendemos buscar acoplarnos. Pero, en este caso, el artista crea intencionales equívocos: volúmenes ficticios, espacios inexistentes, engaños visuales usando, paradójicamente, elementos existentes en la realidad inmediata como lo es la incidencia de la luz sobre las formas y sus consecuentes cambios de color. Ante una pintura de Sánchez, el espectador no deja de interrogarse sobre si lo que ve es real o es ficción, experimentando el desconcierto de comprobar que su sólida lógica racional, en realidad no lo es. El impacto de este desconcierto hace que ese espectador tenga una mirada activa frente a la obra, mucho más intensa y reflexiva que la sola contemplación.Sánchez crea ilimitadas variaciones ópticas utilizando de manera sistemática un elemento común: formas horizontales que dialogan entre sí sea en estructuras flotantes, autónomas o aisladas, entrecruzadas, interpuestas, cónicas e incluso modulares conformando espacios de apariencia arquitectónica. Todas ellas simulan estructuras tridimensionales como si fueran ?láminas? policromadas. Estos efectos ópticos los logra el artista gracias a las variaciones cromáticas, su rigurosa observación de los cambios tonales más el cálculo matemático que fundamenta la organización geométrica de sus motivos. El espectador ?decodifica? la imagen de la obra como si se tratara de láminas vistas en tres dimensiones, organizadas de manera ordenada y exacta. Sin embargo, su lógica y raciocinio entran en contradicción cuando realiza que son pinturas, hechas en acrílico sobre tela, y por tanto, esas láminas son en realidad formas planas. Sánchez, así, demuestra poseer visión y pensamiento cercano al del escultor pero su lenguaje es el del pintor. En resumen, se trata de una propuesta abstracto-geométrica desestabilizadora, y por ende atractiva para cualquier espectador que busca apreciar una obra que genere una lectura de alto impacto.