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Un idealista, Georg Elser

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La historia ha casi olvidado a Georg Elser, pero su valentía y empecinamiento hubieran podido cambiar el curso de la humanidad. Se sabe que los razonamientos contra fácticos solo pueden ser materia de ficción (véase si no El hombre en el castillo, la novela de Philip K Dick ahora vuelta serie) pero la historia de ese solitario militante comunista que soñó, planeó y ejecutó con su paciencia de relojero un atentado contra Hitler merece más relevancia de la que ha tenido. Pero se sabe, los vencedores tienen más notoriedad que los que pierden y es justicia decir que una película de  1989, (Siete minutos dirigida por Klaus Maria Brandauer) le rendía merecido homenaje, aunque irónicamente haya también pasado desapercibida en su momento.Pero estamos en 2016 y Oliver Hirschbiegel, que se hizo conocer con un film sobrecogedor llamado La Caída, sobre los últimos días del Fuhrer y la caída de Berlín, vuelve a la carga luego de un deslucido paso por el cine americano. Hay un enigma central en la cruzada del protagonista y es lo poco que se sabe de él. Que era un campesino, que provenía de una familia disfuncional económicamente amenazada por el alcoholismo del padre, que se volvió un militante comunista gracias a la prédica de un amigo. Pero todos esos datos apenas si explican la tenacidad sobrehumana, la paciencia y la imaginación requeridas instalar una bomba que estallara en Munich  el 8 de Noviembre de 1939, fecha en que los nazis conmemoraban su  4 de febrero.  Se dice fácil pero la meticulosidad de Elser es tan prodigiosa como su idealismo. Durante los meses de abril y mayo de ese año sustrajo de la cantera donde había conseguido trabajo 105 cartuchos de dinamita y 125 detonadores. El resto se debe a su profesión de relojero, trabajo de paciencia si los hay. Toda esta trama, está definida con precisión de filigrana por el film en forma de sucesivos flashbacks que, partiendo de su fallida huida a Suiza, van enhebrando a la vez, la historia personal con el infeliz desenlace. Aquí está el enigma Elser, que permanece intacto a pesar del impecable tratamiento de Hirschbiegel. La gesta es demasiado admirable y solitaria para que sea comprensible. En el film citado, Brandauer optaba por no hablar del pasado de Elser y solo  se concentraba  en la trama de la construcción y ubicación de la bomba. Mucho más enfocado en la narración y la historia, Hirschbiegel busca hilvanar lo poco que sabemos del protagonista con escenas que le den una consistencia histórica y sicológica. Porque Elser era más que un héroe o un militante esforzado. Era un visionario que quería evitar la catástrofe que signó el siglo 20 (de haber tenido éxito se hubiera llevado con Hitler a Goebbells, Himmler, Heydrich y unos cuantos indeseables más). Lo bueno de la película es que si bien este intento de entender a Elser se queda corto, la descripción de su empeño es tan digna de admiración como es de lamentar su mala suerte. Por una cuestión de niebla, mala gana o capricho, las estrellas del tercer Reich se retiran apenas un tiempo. Y el atentado falla por trece minutos. Hay otro triunfo de la película, lograr poner en relación la minuciosidad de una serie de actos pequeños con la enormidad de los posibles que su éxito hubiera generado. No es posible explorarlos así como no es posible saber un poco más sobre la indoblegable tenacidad de Elser. No ha faltado quien haya visto una teoría conspirativa en el asunto, vía fácil para explicarse tanta grandeza. La película no está en cartelera, últimamente prisionera de las superproducciones. Pero es un film imprescindible que le hace justicia tardía a su protagonista, asesinado sobre el fin de la guerra, pocos días antes de la liberación de los campos de exterminio.Trece Minutos/Elser. Alemania. 2015. Director Oliver Hirschbiegel. Con Christian Friedel, Katharina Schüttler, Burghart Klausne