Las crisis políticas españolas han sido recurrentes. Si analizamos, por ejemplo, con algún detenimiento los hechos históricos que rodearon el inicio de la Guerra Civil, nos daremos cuenta de esta realidad. La década de los años treinta fue para España una de las más agitadas de su historia contemporánea. De una profunda ilusión transformadora, la Segunda República, se condujo a España, por la intransigencia de todas las tendencias ideológicas, a una guerra civil de terribles consecuencias. Su verdadera causa fue la exagerada polarización de la política española, entre derecha e izquierda, que impidió cualquier posibilidad de diálogo durante todo el período republicano. Las elecciones de febrero de 1936 condujeron al gobierno del Frente Popular y a una mayor radicalización de la derecha. La violencia se desbordó: el asesinato del teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, de conocida filiación socialista, por pistoleros falangistas, trajo en represalia, el asesinato de José Calvo Sotelo, principal dirigente de la extrema derecha. Ese crimen fue la excusa para el alzamiento militar contra la república.Las elecciones generales realizadas en España el 20 de diciembre de 2015 pusieron fin al bipartidismo existente entre el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, con la aparición de dos nuevas fuerzas políticas: Podemos, más a la izquierda que el PSOE, y Ciudadanos más al centro que el PP. El resultado de esas elecciones demostraron que un importante porcentaje del pueblo español no estaba satisfecho con las políticas de esos dos grandes partidos, a la luz de la importante abstención del 30,33%. En esas elecciones también se manifestó una sostenida tendencia a la dispersión del voto que, de mantenerse en las próximas elecciones, haría imposible la formación de un nuevo gobierno. Esta fue la causa de las infructuosas negociaciones entre las diferentes fuerzas políticas que impidieron al Partido Popular y al PSOE formar gobierno ante la negativa de Ciudadanos y las posiciones extremistas de Podemos, representadas principalmente por el respaldo al secesionismo catalán y su cercanía al Socialismo del Siglo XXI. Esta realidad obligó al rey Felipe VI a convocar nuevas elecciones para el 26 de junio de 2016.A este respecto es interesante comparar los resultados electorales de las elecciones del año 2011 con las de 2015. La característica fundamental de las elecciones del año 2011 fue un marcado predominio de los dos grandes partidos, principalmente del Partido Popular, el cual logró una mayoría absoluta al obtener 10.866.566 votos y 186 diputados; el PSOE obtuvo 7.003.511 con 110 diputados; y un numeroso grupo de pequeños partidos, los cuales obtuvieron 54 diputados al sobrepasar los 4 millones de votos.Al contrario, en las elecciones del año 2015 se produjo, como ya se dijo, una sorprendente dispersión del voto tanto en los tradicionales partidarios del PP como en los del PSOE. Observemos: el Partido Popular disminuyó su votación a 7.215.752 votos ante el surgimiento de Ciudadanos, el cual alcanzó una limitada votación de 3.443.424 votos, 13,93%, casualmente, los votos que le faltaron al PP para repetir su anterior resultado. De todas maneras el PP, ganó esas elecciones con 28,72% y 123 diputados. El PSOE se mantuvo como segundo partido al lograr 5.530.779 votos, 22,01%, con 90 diputados, pero muy debilitado ante Podemos que alcanzó 5.189.463 votos con 20,66 % y 69 escaños. Los pequeños partidos obtuvieron cerca de 3 millones de votos y 28 escaños.La nueva convocatoria a elecciones generales es un exigente reto para el pueblo español. Repetir las mismas circunstancias políticas, es decir, dispersar el voto, sería un gravísimo error que tendría delicadas consecuencias económicas en un momento en que se requiere fortalecer la confianza para poder atraer suficientes inversiones y así consolidar las medidas de ajuste tomadas por Mariano Rajoy. En ese caso, el Partido Popular necesita lograr que el voto que se orientó hacia Ciudadanos regrese a su cauce. Eso no es sencillo, pero puede lograrse. Exige fortalecer el tradicional liderazgo del Partido Popular. Mariano Rajoy debe continuar siendo, a mi criterio, el centro del partido, para poder tener la necesaria fortaleza, si el resultado electoral así lo exige, para negociar con Ciudadanos. El problema del PSOE es más difícil. Las diferencias de votos con Podemos fueron prácticamente insignificantes. El fortalecimiento de la popularidad de Pablo Iglesias es un reto permanente que exige tomar medidas drásticas y urgentes. La lucha por el liderazgo entre Pedro Sánchez y Susana Díaz debe resolverse antes de iniciarse la campaña electoral. De no hacerse, el debilitamiento del PSOE podría ser definitivo. Volver a dividir el espectro político entre la derecha y la izquierda radical, sería una verdadera tragedia para España.