Ciertamente, uno de los aspectos relevantes de la política, como ciencia y como arte, es la capacidad de acceder y retener el poder para la realización de un proyecto de sociedad. Proyecto que debe estar orientado a la consecución del bien común. Cuando el acceso y conservación del poder se hace de una forma tal que violenta los derechos ciudadanos, cuando el ejercicio del poder va generando una destrucción de la calidad de vida de un pueblo, y se carece por completo de un proyecto realista de construcción de una sociedad efectivamente justa y solidaria, se transita el camino de la perversión del poder, y en consecuencia la política se envilece hasta llegar a niveles de ser promotora de muerte y destrucción.Lo que estamos apreciando en el desenvolvimiento del llamado ?socialismo del siglo XXI?, es una caída libre hacia la perversión de la política, el envilecimiento de la gestión pública, y la instauración cada día con mayor descaro de una ?dictadura?, cada vez con las características de la autocracia clásica.No otra cosa es la enfermiza obsesión del poder, que caracteriza a la cúpula gobernante venezolana, que cada vez menos, guarda las formas democráticas, con las que el extinto presidente Chávez trató de guardar su ilimitada ambición de dominación y control de nuestra sociedad.El nuevo decreto de estado de excepción, que la Asamblea Nacional está en la obligación política y ética de rechazar, por ser una confesión abierta del presidente Maduro de saltarse a la torera todo orden jurídico y democrático para mostrarse todo poderoso en los momentos de su mayor debilidad, constituye una contundente demostración de la persistencia en la misma política disolvente de hostigamiento, represión, controles y arbitrariedades que ha reducido a la ruina a nuestra querida Venezuela.Ello va de la mano con la burda política de saboteo al legítimo ejercicio del derecho político al referéndum revocatorio, establecido en el artículo 72 de la vigente Constitución de la República.El empeño de toda la vocería del aparato político estatal en descalificar esta herramienta, mediante la cual se le busca una salida pacífica, constitucional, electoral y democrática a la gigantesca crisis que nos abruma, revela a un régimen lleno de terror ante el veredicto popular, pero sobre todo pone de manifiesto la existencia de una clase política y militar profundamente amoral.Solo la ausencia de referentes éticos, el miedo a la ciudadanía, el temor por los múltiples desafueros cometidos, lleva a la alianza de militares y políticos rojos a asumir el comportamiento que en estos días hemos observado.El conjunto de acciones adelantadas por los agentes de la opresión y el continuismo pasarán a la historia como los monumentos modernos a la arbitrariedad, el antiderecho y el neoautoritarismo.Llenar de obstáculos y maniobras el ejercicio de un derecho político, seguros como están de que no cuentan con el apoyo de una mayoría aplastante de nuestros compatriotas, es revelador de que para ellos la política no es un medio de servicio y desarrollo de la persona, sino un instrumento de una ambición bastarda, que nos les permite entender que ser gobierno u oposición son opciones naturales del político democrático, y que desde ambas situaciones se puede y se debe cooperar en la construcción de una sociedad moderna, justa y eficiente.Por supuesto que este no ha sido, y no es, el norte de esta cúpula socialista. Más que una clase política, más que una cúpula dirigente, la actual jefatura del régimen ha derivado en una mafia que busca preservar su botín (el poder) al precio que sea. De ahí su discurso agresivo, descalificador y vulgar. De ahí su política represiva e intolerante frente a cualquier protesta, reclamo o crítica. De ahí su terror a la participación popular en un proceso revocatorio. De ahí su negación al diálogo como instrumento que permita la coexistencia pacífica y civilizada de todos los sectores de nuestro pueblo.Este comportamiento, esta enfermiza obsesión por el poder, los ha venido reduciendo en su base de apoyo popular. Cada día, más venezolanos que hasta hace poco tiempo creían posible un cambio positivo con el llamado ?socialismo del siglo XXI? han entendido que allí no hay ningún proyecto de redención, ni mucho menos de construcción de una sociedad moderna y justa. Cada día más, los venezolanos han comprendido lo que desde hace años hemos venido sosteniendo, que esta ?revolución bolivariana? es solo una excusa de un grupete, que asaltó todo el poder, para enriquecerse, para saciar sus venganzas y bajos instintos y para la concupiscencia del poder.Al quedar clara la enfermiza obsesión del poder que caracteriza a la cúpula roja, y al comprender nuestro pueblo la necesidad de sustituirla, el tiempo de su permanencia en el poder se reduce.Nuestra lucha pacífica y política nos dará la victoria, sencillamente porque un régimen con estas características es insostenible.