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La arrogancia de los poderosos

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Pocas veces los venezolanos hemos sufrido la vergüenza de exhibir como gendarmes de los poderes gubernamentales a una caterva de gerifaltes incultos e incapaces, que para disimular su ignorancia buscan refugio en el burladero de la arrogancia.Arrogancia, en nuestro idioma, es pose y comportamiento social con características de trato, basada en la altanería, soberbia e insolencia.Es vergonzoso oír semanalmente transmisiones de interminables parlachinerías cantinfléricas a jefesotes cuarteleros intentando justificar el creciente estado de pobreza social y económica en la prometida nueva república, que para deshonra del Libertador se les ocurrió bautizar como bolivariana.Las sociedades modernas han soñado con alcanzar un desarrollo que conlleva una sólida clase media y su búsqueda de felicidad pasa por una alimentación abundante, saludable y alcanzable económicamente.La clase media desarrollada en China en el último cuarto de siglo es de tal magnitud que equivale a la totalidad de la población de Estados Unidos de América, es decir unos 300 millones de ciudadanos.Dijo el finado, cuando juró ante nuestra Constitución, que esta representaba algo moribundo sin posibilidad de revivir; de allí que no consideró cumplir esa letra y cuando asomó la reforma quedó claro que, lejos de preocuparse por fortalecer las instituciones, pretendió el reinvento de la estructura social y sus organismos sin más objeto que acumular el poder en un puñado de disparatadas cabezas obsesionadas por dominio total del Estado.Hoy sufrimos la pérdida de los derechos otorgados en la Constitución y sin mayor consideración les oímos vanagloriarse en sus culebrones semanales; como ignoran leyes, dejan ver que sin autorización graban conversaciones telefónicas, allanan residencias, condenan inocentes, insultan y difaman; esconden y niegan la publicación de sentencias, estadísticas y demás bandos obligatorios, pero luego reclaman el respeto que ellos niegan a los ciudadanos.Últimamente no hemos escuchado cuentos de complots, atentados, magnicidios ni invasiones… tal vez la tramoya que se prepara conlleva un trancazo para evitar el reconocimiento de la imparable derrota electoral.Este afán de protagonismo mediático, que demandan para lograr el éxito, condiciones de que los tiranos carecen, les ha llevado al extremo de acusar y juzgar en un mismo programa a ciudadanos cuyo único delito es expresar la inconformidad con la incapacidad del gobierno, la corrupción y abuso continuado del poder.Intentan imitar al finado, cuyo dominio natural del escenario invitaba a reír con sus chistes o llorar con sus dramas. Hoy lloramos con el intento de hacer chistes y reímos cuando pretenden explicar cómo el valor del bolívar débil es víctima de unos cuatro gatos desde Miami. La triste realidad es constatar que esos monólogos son más dignos de monos que de logos.Estos malos actores de vaudeville político deben leer sus ratings y recordar lo que recomendaban al televidente en la IV, decíamos: ?Cambia, papá?.

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