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Venezuela y el traje nuevo del dictador

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Como si se tratara de una macabra versión de la historia de Hans Christian Andersen ‘El nuevo traje del emperador’, Nicolás Maduro sigue tomando decisiones absurdas que, lejos de solucionar los problemas que afronta su pueblo, profundizan más la crisis de la democracia venezolana.

Como en la historia del emperador que termina saliendo a la calle desnudo, los venezolanos no logran ver el ropaje presidencial de Maduro, quien, ahora posando de dictador, pretende convocar a una asamblea constituyente y ha tomado la decisión de retirarse de la OEA.

Es la primera vez que un Estado miembro de la OEA se retira de la organización, aunque no es la primera ocasión en que una nación es separada de esta: ese fue el caso de Cuba, expulsada en 1962. 

Lo anterior permitiría anticipar que Venezuela está en camino de convertirse en una nueva Cuba, con los riesgos que eso genera. El más delicado de ellos es que, como en el caso cubano, el gobierno de Maduro puede aprovechar que Venezuela está marginada de la comunidad internacional para recrudecer las afrentas contra la democracia, contra el respeto y la garantía de los derechos de su pueblo.

En un mensaje del 2 de mayo del secretario general de la OEA sobre Venezuela, recordaba las violaciones a las obligaciones internacionales en que ha venido incurriendo el régimen de Maduro: a los principios democráticos más básicos, a la separación de poderes, a las libertades fundamentales, a la independencia del poder judicial, a los derechos económicos sociales y culturales, y a los derechos electorales de su pueblo, entre otros. 

Esas obligaciones no se tienen o se dejan de tener por ser parte de la OEA. Hacen parte del derecho consuetudinario y, en algunos casos, incluso, de las normas imperativas que Venezuela deberá cumplir estando fuera o dentro de la organización regional. Como sucede en la actualidad, de llegar el día en que Venezuela no haga más parte de la OEA, continuará siendo una obligación de los países americanos y del mundo velar por que se cumplan dichas obligaciones.

Por otra parte, el 1.° de mayo, el gobierno oficialista profirió los decretos2.830 y 2.831, en los cuales convoca a una asamblea nacional constituyente y establece una comisión presidencial para desarrollar esa nueva iniciativa.

El lenguaje utilizado en los dos decretos antes referenciados,evidencia lo ciego que está Nicolás Maduro y la gente alrededor suyo, que como en’ El nuevo traje del emperador” de Andersen, no son capaces de decirle que se equivoca al pensar que una dictadura se legitima al crear una Constitución –fraudulenta, como la calificó Luis Almagro- hecha a la medida de sus intereses, olvidando los del pueblo. 

Tal vez temen ser detenidos por la Dirección de Inteligencia Militar, como les sucedió recientemente a los miembros de las Fuerzas Armadas, quienes, recobrando su decoro, se negaron a cumplir las absurdas órdenes de la dictadura.

Desde el primer párrafo del Decreto 2.830, Maduro se desborda en la incoherencia más ciega. Alega que la necesidad de una nueva Constitución se justifica en: “la finalidad primordial de garantizar la preservación de la paz del país, ante las circunstancias sociales, políticas y económicas actuales, en las que severas amenazas internas y externas de factores antidemocráticos y de marcada postura antipatria se ciernen sobre su orden constitucional”.

Nicolás Maduro no logra ver, o no quiere ver, la mayor amenaza antidemocrática de Venezuela: su propio régimen autoritario, que copta los poderes públicos, que suspende elecciones, que no permite un referendo revocatorio. 

Que el máximo riesgo que corre el orden constitucional es precisamente una nueva Carta Política que pretende refundar el Estado, no por iniciativa y con la participación de todo el pueblo venezolano en su calidad de “depositario del poder constituyente originario” –como lo indica el artículo 347 de la Constitución-, sino por iniciativa del Consejo de Ministros y amañando las normas electorales para que no se cumpla la voluntad del pueblo, sino la de los amigos del dictador.

Hasta cuándo entenderá el oficialismo venezolano que su dictador está desnudo, y no porque, como en el cuento del escritor danés, quienes no logran ver la supuesta tela fantástica con que está hecho su vestido, “no sean aptos para su cargo o sean inusualmente estúpidos”, sino porque Maduro nunca ha tenido las condiciones necesarias para ser un Jefe de Estado.

Su falta de capacidad como gobernante la sufre un pueblo que volcado a las calles le grita: “Pero si no lleva nada puesto”, mientras él se estremece, porque en el fondo, sabe que ellos tienen la razón. ¿Serán acaso los militares los próximos en darse cuenta del engaño?

Carlos Enrique Arévalo
Jefe del Área de Derecho Internacional
Universidad de La Sabana