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Venezolanos trabajan en plantaciones de café en Colombia

Ante la falta de oportunidades para los migrantes, muchos han llegado al Eje Cafetero

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Hace dos semanas, Guillermo Sánchez comenzó a recoger los granos rojos del café que se cultiva en la finca La Morelia, en el corregimiento El Caimo, de Armenia, Quindío. Poco a poco aprende la labor de recolector de café; ya logra llenar cuatro recipientes al día. Cada uno tiene unos 21 kilogramos de café y se lo pagan a 8.000 pesos.

Con los 32.000 pesos que por ahora se gana al día, paga su alimentación diaria. Le quedan 23.000, que a la semana se convierten en 115.000 pesos colombianos, y que sagradamente envía a su familia en San Felipe, en el estado de Yaracuy (Venezuela).

Asegura que tras el cambio de la moneda, pasan a ser unos 8 o 9 millones de bolívares y a su familia le alcanza para comer lo necesario. “Tampoco es que puedan salir a un restaurante ni nada, todo está muy caro allá”, dice.

Sánchez llegó hace tres meses a Colombia. Primero estuvo viviendo en Cúcuta, donde trabajó en el terminal de transportes cargando equipajes. “No siempre me iba bien; me regalaban 1.000 o 2.000 pesos, y a veces no ganaba nada; hablé con unos paisanos míos que ya estaban trabajando aquí y me dijeron que era mejor, y decidí venirme”, cuenta este hombre de 32 años.

Desde hace meses, varios ciudadanos venezolanos están llegando a las fincas de la región no solo para recolectar café, sino también para otros trabajos en estas fincas.

Por cada finca de la zona –hay 5.877 en el departamento y 3.000 más en municipios de la cordillera– hay unos dos o tres venezolanos; siempre llegan por un amigo o un familiar que los invitó a trabajar entre el café que adorna el paisaje.

“Inicialmente no les rinde como a alguien experimentado, pero ante la necesidad de mano de obra, la estamos supliendo con estos ciudadanos. Hemos recibido buenos comentarios”, señaló el presidente del Comité de Cafeteros del Quindío, Fabián Torres.

Sánchez señala que ha sido difícil recoger los frutos de café con más velocidad. En Venezuela era albañil y herrero, pero llevaba más de un año sin trabajo para mantener a su esposa y sus tres hijas. 

En los cafetales de La Morelia conoció a Jerson Cáliz, otro venezolano que desde hace unas semanas trabaja en estas fincas. “Es primera vez que agarro café, pero vamos poco a poco aprendiendo”.

Los recolectores más experimentados logran hasta ocho en una jornada laboral que comienza a las 6:00 a m y termina a las 5:00 pm. “Con esto no me vuelvo rico, pero a mi familia le sirve lo que les estoy enviando”. También llegó al departamento por recomendación de su primo, que desde diciembre recoge café en fincas de la zona.

El joven de 28 años estaba viviendo en Aguachica, César. “No no me fue bien, trabajaba unos días pero otros no; cargaba patilla, abonos y fertilizantes, pero no era un sueldo fijo”, cuenta.

Desde noviembre dejó su natal Zulia, donde se dedicaba a comercializar frutas y verduras.

“Eso está feo allá en Venezuela, y aquí hacemos lo que podemos para enviarles dinero. Mi hermana está recién parida, y un pote de leche cuesta casi un millón de bolívares”, asegura Cáliz.

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