El ambiente político en Venezuela está atravesando una especie de letargo que no significa que la situación de los millones de venezolanos acosados por el hambre, la miseria, la delincuencia, la corrupción y la escasez de alimentos y productos haya mejorado.
Ni siquiera el hecho de que uno de los países con las mayores reservas de petróleo del mundo no tenga gasolina para distribuir entre sus estaciones de servicio –situación impensable en épocas del ‘comandante eterno’– ha provocado demasiada indignación, ni tampoco los pobres avances en la fase exploratoria del diálogo Gobierno-oposición en República Dominicana. Meses de protestas y enfrentamientos y más de 133 muertos no lograron mover un ápice la posición extrema de Maduro. Todo lo contrario: hicieron que terminara imponiendo a la brava una constituyente (ANC) en medio de una oposición errática, dubitativa y fraccionada.
Pero es probable que las fuerzas se estén guardando para lo que viene: las elecciones regionales del 15 de octubre, en las cuales la oposición pretende dejar en claro, una vez más, que el chavismo ya es minoría y que pueden revertir la situación actual, en la que 20 de 23 gobernaciones están en manos del Gobierno.
Todo esto haría pensar que, como quiere la oposición, el juego democrático ha vuelto al país, si no fuera porque desde hace tiempo hay serias dudas sobre el papel del árbitro, mucho más luego de los insospechados resultados que el Consejo Electoral (CNE) anunció en la Constituyente. Por eso no se le tiene fe al proceso, pues es como ir a un duelo con espadas cuando el rival tiene varios francotiradores, y, en realidad, la oposición concurre para no perder espacios de participación política.
Más allá de que se dé por descontado que no hay independencia y que el CNE de Tibisay Lucena sigue al pie de la letra los dictados de Miraflores, los ciudadanos se preguntan qué pasaría si la oposición aplasta al chavismo en las regionales, en el sentido de si el Gobierno utilizará a la plenipotenciaria ANC para neutralizar y despojar de sus poderes a los nuevos gobernadores opositores, como antes hizo Chávez con la alcaldía de Caracas de Antonio Ledezma o como han venido haciendo el Tribunal Supremo y la propia ANC con el parlamento opositor.
Esto, en la perspectiva de las presidenciales de fines del 2018 que el oficialismo ha prometido. Analistas en Venezuela insisten en que el gobierno de Maduro puede manejar hasta cierto punto una eventual derrota en las regionales, pero que nunca pondrá en riesgo su ejercicio del poder, por lo que cabe esperar exóticas maniobras.
Y en cuanto al diálogo, el panorama es nada alentador. La oposición insiste en que el Gobierno no quita los obstáculos y no hay condiciones para la transición, mientras que, desde la OEA, el secretario Luis Almagro pide que no se negocie con base en el “reparto del poder”, sino en la “redemocratización del país”. Y que no cese la presión internacional.
Ese es el mensaje. Puede ser que de momento no haya venezolanos en las calles, ni choques, muertos o heridos. Pero el pueblo sigue en unas condiciones lamentables. Que la comunidad internacional no lo olvide.