El coronel de la reserva activa del Ejército John Marulanda Marín fue el fundador de la aviación moderna en el Ejército colombiano. Este oficial de Caballería adelantó los cursos de lancero, contraguerrilla urbana, paracaidista, buzo y piloto de helicóptero en el Ejército de Estados Unidos. Se desempeñó durante varios años como piloto en la base Luis F. Pinto de la FAC, en Melgar. Estando en comisión en El Bagre, Antioquia, fue derribado por el Eln.
Terminada su comisión en la Fuerza Aérea regresó al Ejército, en donde fue encargado de fundar la Escuela de Relaciones Civiles-Militares. Ascendido a teniente coronel, asumió el mando del Grupo de Caballería Aerotransportado número 18, en la tempestuosa región de Saravena, Arauca, frontera con Venezuela. Más tarde fue llamado para cumplir una difícil tarea: recibir helicópteros rusos comprados por el entonces presidente Ernesto Samper y otros helicópteros Black Hawk americanos oficiados por el general Harold Bedoya, principal gestor de la aviación del Ejército.
¿Por qué Samper apeló a esa nueva tecnología?
Acuérdese de que a Samper le quitaron la visa de Estados Unidos. Y decidió comprar helicópteros rusos, pese a que la Fuerza Aérea no deseaba recibirlos. Mi general Bedoya habló mucho conmigo sobre el tema y aunque no estaba muy contento con recibir los helicópteros rusos, finalmente estos demostraron una gran capacidad de apoyo logístico y transporte, mientras su operación era más barata. Una hora de vuelo en un MI17 costaba 700 dólares y una hora de vuelo en un americano, 1.300 dólares.
Ayudamos a la Aviación del Ejército ecuatoriano con sus helicópteros rusos, volamos de noche en áreas selváticas y en ciudades con y sin visores, apoyamos el desastre de Armenia; en fin, resultaron esenciales en la logística operacional del Ejército.
¿Usted fue a Rusia?
Sí, fui varias veces a Kazán, Moscú, Kiev y San Petersburgo. Me tomó meses aprender algo del idioma y de la cultura aeronáutica rusa que es muy especial, sorprendente. Allí aprendimos a administrar los helicópteros rusos que tienen algunas características: los rotores de los helicópteros americanos y europeos giran de derecha a izquierda y en cambio en los helicópteros rusos es de izquierda a derecha y esto cambia la aerodinámica rotatoria, el manejo de pedales, por ejemplo; las medidas se estiman en metros mientras que en los americanos y europeos en pies, el mantenimiento tiene otros valores. No obstante, son máquinas sumamente fuertes y sólidas.
¿Fundó usted la Brigada de Aviación del Ejército?
Existía el Destacamento Aéreo con aviones pequeños decomisados al narcotráfico. Con la presencia del entonces comandante de las Fuerzas Militares general Tapias, del comandante del Ejército general Mora y del ministro de Defensa Rodrigo Lloreda, activamos la Brigada 25 de Aviación del Ejército en 1998. Fui su primer comandante.
Teníamos 10 helicópteros rusos MI17 1V, 6 helicópteros americanos Black Hawk y varios aviones, inclusive uno de carga, un Convair que había sido de la CIA en Vietnam. Como la tecnología rusa y la americana son diferentes, el primer reto fue armonizar la operación conjunta de ambas máquinas.
El entrenamiento para un piloto de MI17 era mucho más exigente que para un piloto de Black Hawk, pero a la vez más económico. Fue una tarea difícil, pero lo hicimos muy bien, gracias a un sobresaliente equipo de oficiales, suboficiales y civiles. Desde entonces la Aviación del Ejército colombiano se aprestigió mucho, recuerde la operación Jaque. Creció hasta convertirse en la actual División de Asalto Aéreo.
¿También tuvo preparación académica y vinculación con universidades colombianas?
Entendiendo que el conflicto era político-militar, además de haber aprobado cursos de combate, me preocupé por prepararme académicamente. Adelanté una licenciatura en filosofía e historia en la Universidad Santo Tomás y una maestría en ciencias políticas en la Universidad Javeriana.
También me diplomé en psicología política de la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, y me gradué de abogado en la Universidad Gran Colombia. Al salir del Ejército pasé a ser catedrático de la Javeriana, en la facultad de Ciencias Políticas, donde el decano era el padre Javier Sanín.
Estando allí me contactó una compañía multinacional que tenía un problema de seguridad y tenían problemas en ese momento para encontrar alguien de formación militar y que hablara inglés lo suficientemente bien. Me enganché con esa empresa durante quince años como asesor e hice un diplomado en manejo de crisis en la Escuela Kennedy de Gobernanza de Harvard y en la Universidad de Pittsburgh adelanté un curso de prevención y manejo de desastres.
¿Cómo descubrió usted la presencia de países como Irán y Siria en Colombia?
Yo ya estaba fuera del Ejército y trabajaba con esta multinacional, uno de cuyos principales clientes estaba en Venezuela y tenía que viajar allí con mucha frecuencia. Noté una gran cantidad de iraníes que se hospedaban en los hoteles que yo frecuentaba. También numerosos iraníes y sirios de chaqueta negra y nicab en las mujeres en el aeropuerto de Maiquetía. Empecé a ver la gran propaganda que hacia Chávez de Mahmud Ahmadineyad, el presidente de Irán en ese momento. Ellos tenían un amorío político muy intenso y Ahmadineyad empezó a visitar reiteradamente Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y desde luego Venezuela, siempre promovido por Chávez.
Irán tenía acuerdos para construir motos, carros, bicicletas y casas en Venezuela. Posteriormente en 2010, descubrí en el periódico alemán Der Spiegel que Chávez había acordado con el gobierno de Irán instalar misiles Sahab-3 en la Isla Margarita. Se conocieron entonces los misteriosos vuelos entre Caracas y Teherán organizados por el actual vicepresidente de origen sirio, Tareck El Aissami, que salían sin control ni de aduanas ni de inmigración, llevando carga que nadie conocía. Había especulaciones de que se trataba de uranio. Gente de seguridad en Caracas me confirmó que la presencia iraní y cubana en Venezuela era muy fuerte. Y claro, lo que pasa en Venezuela de alguna manera afecta a Colombia, y desde el vecino país fácilmente se irradió la expansión iraní y de Hezbolá a Colombia.
Ese el primer indicio. ¿Qué descubrió después?
Descubrí que en Isla Margarita se congregaba un crecido número de iraníes y sirios y que allí se estaba entrenando gente en técnicas terroristas. El escritor español Antonio Salas fue a Venezuela y contactó a gente de Hezbolá que le ofreció entrenamiento en campos de las Farc. Seguí profundizando y logré establecer las relaciones entre Hezbolá, las Farc y el narcotráfico, con fuentes del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y de otras organizaciones norteamericanas dedicadas a investigaciones de este tipo.
En el 2015, el diario independiente marroquí Al Massae, editado en Casablanca, informó que las Farc introducían cocaína en Europa a través del Sahel, y para ello se apoyaban en las redes de Al Qaeda en el Magreb islámico (Aqmi) activas en la frontera entre Argelia, Mauritania y Mali, en donde actualmente hay una monja colombiana secuestrada por los extremistas. Aqmi cobraba a las Farc un “impuesto” del 15 por ciento sobre el valor del cargamento para garantizar su paso seguro.
¿Qué otros países del continente investigó?
Tenía dieciocho países bajo mi responsabilidad en el tema de seguridad y en todos ellos investigué la presencia y actividades de Irán y de Hezbolá. Los más complicados eran México, Venezuela, Colombia y Brasil. A Brasil tenía que ir cada dos o tres meses. Estuve a cargo de la seguridad de la multinacional encargada de la Copa Internaciones, la Copa Mundo y en los Juegos Olímpicos. En los olímpicos tuve contacto muy cercano con el general a cargo del Comando Conjunto de Prevención y Combate al Terrorismo (CCPCT).
El temor que existía era que hubiera un lobo solitario capaz de un atentado. De hecho, seguimos la huella de personas identificadas como extremistas y cuyo rastro llegaban hasta la frontera con Guyana y allí desaparecía. Finalmente, no hubo ningún atentado, aunque sí algunos incidentes, como una bomba desactivada en Ipanema y actividades delincuenciales, algunas serias.
¿Cuál es el papel de Irán y su injerencia en América Latina?
Su papel en este continente es crítico por una razón, Hezbolá, que fue creada en Líbano y es sostenida por Irán, ha cometido los dos únicos y mayores hechos del extremismo islámico en América Latina: los atentados de la embajada de Israel en 1992 y del Amia en 1994, ambos en Buenos Aires. El fiscal argentino Nisman realizó una investigación muy profunda de todos los nexos entre Cristina Kirchner, Chávez, Irán y Hezbolá y descubrió que había un encubrimiento de esos atentados. Recopiló un dosier muy completo, que involucra a Colombia, y cuando iba a presentarlo al Congreso, lo asesinaron la noche anterior. No obstante, la investigación sigue y la expresidenta Kirchner está judicializada con motivo del homicidio del fiscal. Detrás de todo este panorama está Irán.
¿Ha habido intervención de Hezbolá en Colombia?
Los contactos entre Hezbolá y las redes del narcotráfico colombiano son de vieja data y originados en La Guajira. A finales del 2008, miembros de Hezbolá estuvieron a punto de cometer un atentado en Bogotá, pero fueron descubiertos a tiempo por el DAS con el apoyo de los norteamericanos.
El clérigo Moshed Rabbani, coordinador de los atentados en Argentina, visitaba con frecuencia Colombia y llevo a Quom, Irán, varios jóvenes que recibieron entrenamiento en explosivos y actividades clandestinas.
El año pasado fue capturada una célula de Hezbolá en la Florida, cuyo jefe residía en Medellín. La presencia de sirios y libaneses en el país ha aumentado, lo mismo que las mezquitas y centros culturales.
La migración de iraníes hacia Colombia es en su mayoría legal a través de su delegación diplomática. ¿Cuántos de ellos son de Hezbolá? No lo sabemos exactamente. Sin contar con la migración ilegal que no conocemos. Hay tres focos continentales donde se mueven estas redes clandestinas del extremismo islámico: uno es la ya mencionada Isla Margarita, otro es la trifrontera de Brasil, Argentina y Paraguay y el otro es Maicao, donde existe una de las más grandes mezquitas de América latina. Nuestro problema es Venezuela, el prohijador de Irán y Hezbolá en América Latina. Todo esto lo documento en mi libro Yihad en Latinoamérica.
¿Cuál es su objetivo clave?
El de la República Islámica de Irán es promover el islam, su cultura chiita, lo cual es perfectamente válido. Hezbolá, que tiene en Suramérica su principal centro de negocios fuera del Oriente Medio, busca por su lado lucrarse con negocios ilegales, lo cual es un serio reto de seguridad nacional para Colombia.
¿Todo esto tiene un interés más religioso que político?
Es que en el islam la religión es la política, es una concepción teocrática de la sociedad, del Estado. En el caso particular de Hezbolá, siendo Colombia el primer productor de cocaína del mundo, su interés es lavar dinero, en asocio con los carteles de México que trabajan con los carteles colombianos. Las redes del crimen organizado internacional y del terrorismo se están aposentando fuertemente en Colombia ante la condescendencia de este gobierno.
Muerto Chávez, ¿cual es el papel de Nicolás Maduro?
Acentuación de la revolución comunista y mantener la oposición a Estados Unidos, con el apoyo de Rusia, Irán y China. Rusia, que apoya a Siria e Irán, es además el proveedor de armas número uno de Venezuela. Maduro tiene unos contactos de larga data con Irán y con Hezbolá porque él era el canciller de Venezuela y recibió las instrucciones de Chávez para coordinar planes en Damasco con Hasan Nasrallah, secretario de Hezbolá. Hoy su objetivo principal es Colombia. De ahí viene el interrogante que se hacen muchos: ¿pueden los rusos interferir en las elecciones colombianas? Sí, pueden. Ellos tienen gente experta, entre ellos cubanos, que pueden ubicar en Venezuela y desde allí intentar torpedear o manipular las elecciones colombianas, difundiendo noticias falsas, haciendo encuestas maliciosas y filtrándolas en las redes con miles de cuentahabientes. Todo esto lo harán en favor de la izquierda, porque si Colombia queda en manos de la izquierda, el comunismo resucitará en toda Latinoamérica.
Lo que haga o deje de hacer Maduro o lo que suceda en Caracas afectará necesariamente a Bogotá, por donde han desfilado recientemente el canciller Tillerman; el comandante del Comando Sur, almirante Tidd, y ahora viene el presidente Trump, acompañado de Mike Pompeo, el nuevo canciller norteamericano, quien hace siete meses, siendo el director de la CIA, dijo que la presencia de Rusia, Cuba, Irán y Hezbolá en Venezuela es una amenaza para EE UU, Latinoamérica, en especial Colombia, no resulta indemne de cualquier confrontación geoestratégica.
Capturaron recientemente a un presunto yihadista que iba a atentar contra estadounidenses en Bogotá.
El hecho es confuso, pero no tengo toda la información. Lo que sí creo urgente es revisar la presencia y actividad de cubanos en el país. Cuba ha sido históricamente una influencia pérfida para la seguridad del país. Por otra parte, los latinoamericanos no tenemos vocación suicida, aunque somos el continente con la mayor rata de homicidios en el mundo. Y la autorradicalización originada en la red es un fenómeno vigente en Norteamérica y Europa, pero poco en Latinoamérica, de pronto con excepción de Trinidad y Tobago.