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Las historias de los que dejaron Venezuela empujados por la crisis

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El éxodo de venezolanos crece día tras día por una crisis que no encuentra su techo. La diáspora ya está conformada por más de cuatro millones de personas; la mayoría de ellas se fue de su tierra en los últimos años de gobiernos chavistas. Entre los emigrantes, hay muchas de historias de dolor, pero también de esperanza por volver.

«No regresar sería un machetazo al alma»

Anna Carolina Maier, una caraqueña de 30 años que vive en Madrid, es periodista y bailaora flamenca pese a que en su sangre se mezclan raíces cubanas y austriacas. «Llegué a Madrid el 12 de agosto del año pasado. Me vine porque estaba en Caracas cubriendo una manifestación opositora y un colectivo [grupo paramilitar chavista] secuestró a mi fotógrafa y disparó hacia donde yo estaba. Al día siguiente me llamaron y me ofrecieron un trabajo en periodismo en Madrid».

Maier llevaba varios meses en el ojo del huracán, cubriendo para el portal web El Estímulo tanto las protestas antigubernamentales como lo que sucedía en la Asamblea Nacional, siempre en tensión. Su regreso a la capital española (en 2011 cursó una maestría de Literatura y Arte Contemporáneo) supuso un aterrizaje suave en una sociedad que «entiende que hay una dictadura y sienten cierta compasión, aunque es difícil de comprender qué pasa y explicarlo».

Atrás quedaba la ciudad más violenta del planeta, a sabiendas de que «aunque la verdadera guerra esté allá, la tuya no deja de ser una batalla nueva, distinta». En su ciudad «todos los días pensaba en que podría morir trabajando. Acá, aunque puede pasar, ya que estar vivo conlleva la posibilidad intrínseca de la muerte, sabes que no existe, ni de cerca, la violencia de allá. Y yo viví la violencia de cerca varias veces».

La periodista mantiene ese grueso cordón umbilical con su país, «incluso me preocupo más aún que estando allá. Creo que es como cuando uno vive en guerra, hay zonas que siguen la rutina, restaurantes que abren, matrimonios, conciertos. En fin, la vida siempre gana. Pero me doy cuenta que hemos cedido mucho, y acá cualquier cosa para mí es un regalo. Veo que es una dictadura sin límites. Y veo difícil la salida del gobierno que considero necesaria porque fracasó».

Tiene muy claro que, más allá de sus fronteras, «eres un ciudadano del mundo». «Llevas tu país y tu formación en el pecho, pero debes adaptarte a nuevas formas. Venezuela es un país inmenso, pero muy chiquito también. Inmenso para mí, pero para el español quizá existe poco», dice.

¿Es posible el regreso? «Decir que no es darle un machetazo al alma. Esta es la posibilidad más grande que tiene siempre cualquier inmigrante. ¿Volver? Siempre, siempre que me sienta en paz. Todavía estoy aterrada por lo vivido».

«Vamos a reconstruir el país»

Gustavo Contreras, de 30 años, originario de Los Teques (Miranda), es administrador, locutor y abogado. Cuando este joven emprendedor cruzó hace 18 meses el famoso Puente Simón Bolívar, que une a Venezuela y Colombia, ni imaginaba que con el tiempo se iba a convertir en testigo, y protagonista, de uno de los mayores éxodos en la historia de América Latina. «Lo que me empujó a iniciar esta aventura fue la inseguridad y la falta de oportunidades laborales en mi tierra. Colombia me dio lo que vine a buscar. Aquí estoy tranquilo y mi familia también lo está», describe Contreras, quien además de dirigir con su socio el restaurante Don Cachapa, participa a diario en labores de ayuda a sus paisanos, que se cuentan por miles en su ciudad de acogida.

Gustavo Contreras

«Colombia conoce la buena y próspera Venezuela, como estoy seguro la conocen muchos otros países. Pero lo que se vive hoy es lamentable y totalmente diferente a los años de bonanza», explica alguien siempre «muy pendiente de mi país porque allá tengo a mi familia y la verdad es que amo con locura a mi tierra, me da mucha tristeza lo que ocurre allá y lo que ocurre con muchos de nuestros compatriotas afuera».

El joven emprendedor no sólo quiere cosechar para sí mismo. «Es posible reinventarnos. A muchos profesionales nos tocó hacer cosas que nunca imaginamos. Los que estamos afuera nos estamos preparando para reconstruir a Venezuela luego de que pase esta pesadilla», dice. Está convencido de que muchos venezolanos están preparados para triunfar fuera. «Nosotros accedíamos muy fácil a la educación, era muy fácil estudiar, además aprendimos de muchos extranjeros que llegaron a Venezuela, de los europeos, de nuestros hermanos latinos. De todos ellos tenemos un poco».

¿Y el regreso? «Sueño todos los días con regresar, pero también soy muy realista y no quiero que me pase como a los cubanos y a otros ciudadanos del mundo que han vivido en el exilio gracias a dictaduras. Es por ello que, aunque sueño con regresar, día a día me levanto con ánimo y optimismo para construir una estabilidad aquí en Colombia para mi familia y para mí».

«Una parte de uno se queda en su tierra»

Nancy Sánchez, 60 años de edad, nacida en Táchira, es viuda y tiene dos hijos, licenciada en Educación. Actualmente reside en la ciudad argentina de Córdoba, donde trabaja ayudando a una persona mayor desde hace cinco meses. Lo hace durante 16 días al mes y también compagina con otras tareas administrativas.

«Cuando escuchan mi tonada me preguntan de dónde sos. Y respondo: de Venezuela. Siempre hay palabras de apoyo, de enojo con el gobierno venezolano. Salgo casi siempre llorando, pero agradecida de las palabra lindas que me ofrecen».

Nancy Sánchez

La vida cambió tanto para Sánchez que cada día, cuando despierta, le cuesta explicarse cómo llegó hasta aquí. «Nunca pensé dejar atrás tantas cosas, mi familia, mis mascotas. Todo. Pero la vida en Venezuela era muy difícil para mí». La venezolana se sincera sin necesidad de acudir a las entrañas, sus sentimientos están a flor de piel. Y no miente: jamás imaginó su actual destino, el que la condujo hasta Córdoba siguiendo la estela de sus hijos. «Viví la primera parte de mi vida en Caracas, donde estuve casada con el actor Alberto Álvarez», recuerda Nancy, quien decidió mudarse hasta la isla Margarita en 2006 huyendo de la inseguridad que ya golpeaba a Caracas por entonces. El chavismo llevaba en el poder siete años mientras todos los índices delictivos se disparaban año a año.

«Ya entonces se vislumbraba lo que venía, pero nunca imaginé que lo hiciera a pasos agigantados. Se corrían comentarios y eso hizo tomar la determinación de salir del país a mi hija menor, Yamalí. Hoy hace dos años que llegó a Argentina, el país que nos recibió sin tantos problemas con la documentación para vivir y trabajar. Luego mi hijo mayor, Stefan, también decidió venirse».

Sus dos hijos fuera del país, y Venezuela cayendo por un abismo económico y social.

«Quedaba sola, aunque ellos me ayudaban desde aquí enviándome dinero», rememora. Pero la escasez golpeaba muy fuerte y «yo soy enferma del corazón. No había medicinas y los alimentos comenzaban a faltar también».

La educadora se unió a la diáspora. «En diciembre de 2016 mis hijos me enviaron un pasaje para venir con ellos y decidí traer mis requisitos para hacer el DNI argentino, que resultó muy fácil y rápido. Salimos de nuestra patria dejando todo atrás, llevando en la maleta tan poco que sientes que parte de ti se queda sembrado en tu tierra».

Sánchez se radicó en Córdoba con su hijo varón, en Carlos Paz, porque «me atrajo esta zona por sus paisajes y la gente, parecida a la de mi lugar de nacimiento. Conocí a gente muy linda que está llenando un poco el vacío que aún tengo». Un alivio emocional ante lo que «veo y lo que siento de mi país, sinceramente doloroso. Nunca imaginé que la situación llegara a tal punto de hambre».

¿Y el regreso? «No lo creo posible por algún tiempo. Cada día es peor la situación allá. Es muy triste decirlo, se me rompe el corazón al decirlo. Le pido a Dios que aquella pesadilla termine para mis compatriotas. Ojalá pase algo.».

«El país ya está en la agenda humanitaria mundial»

Zakarías Zafra es un escritor emigrante, de 30 años, que vive en la Ciudad de México desde hace año y medio. Publicó tres libros de poesía y uno de cuentos, pero ahora tiene un nuevo interés: estudiar a fondo el éxodo de sus paisanos y sus consecuencias, además de «tender puentes entre el territorio y la diáspora».

Su salida de Venezuela, además de voluntaria, fue inesperada: «Recibí una invitación para la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Hidalgo y, estando aquí, surgieron oportunidades laborales y formativas. Decidí quedarme. México es un país generoso».

Zakarías Zafra

Así comenzó el viaje de Zafra hacia el norte, aunque no deja de mirar al sur. Venezuela se mantiene presente en su obra y en sí mismo. Y le duele. «Lamentablemente estamos entrando en la agenda humanitaria mundial con desplazados, refugiados, indocumentados, deportados, etc. Eso genera presiones y tensiones en los países de acogida y, cómo no, en Venezuela. Es un capítulo doloroso del cual, estoy seguro, se desprende una pedagogía valiosa para nuestra comunidad», apuesta el también editor, empeñado en buscar luz donde solo se atisban sombras.

«La conciencia de la diáspora, la conformación de minorías y la práctica de nuevas ciudadanías va a sacudir profundamente los cimientos individuales, luego los colectivos. Y eso tiene que ser bueno», insiste.

Zafra escucha un eco difuso a su alrededor, como que «algo está pasando» en Venezuela. «Por supuesto conseguí gente informada, pero no es la mayoría. Esto no deja de inquietarme. Sin embargo, lo entiendo como un efecto más de la intoxicación informativa mundial y la dispersión en la atención que todos tenemos ahora. Si nos cuesta saber el por qué de las cosas que pasan en la cuadra, ¿cómo pedir que sepamos lo que pasa en Siria, Darfur, Melilla o Caracas?», reflexiona.

¿Es posible el regreso? «El regreso simbólico es todos los días, a cada momento. Como escribí muchas veces, el migrante tiene otros pasajes diarios de regreso que no son, precisamente, el desplazamiento geográfico. El regreso siempre es posible, mas no precisamente viable en las condiciones actuales del país».